La alta estima en que los chinos tenían al presidente estadounidense, Barack Obama, y su administración demócrata ha estado desvaneciéndose desde que EEUU vendió armamento de alta tecnología a Taiwán, a finales de 2009. La situación no ha hecho más que empeorar luego de que Washington comenzara a dar demostraciones de fuerza, enviando su poderoso portaaviones nuclear a las aguas adyacentes a China. (Por Li Hong)
Nadie podrá regatear a China el decisivo aporte que hizo para conjurar los nocivos efectos de la crisis financiera y la recesión globales, derivadas ambas de la desregulación impulsada por EEUU, para lo cual el país asiático compró bonos de la Hacienda estadounidense, como forma de apoyar los decisivos de gastos de estímulo en ese país.
Hace ocho meses, el presidente Obama dijo al mundo que “el ascenso de una China fuerte, próspera, puede ser una fuente de poderío para la comunidad de naciones.” Sin embargo, hoy es muy difícil detectar algo de calidez en las relaciones bilaterales.
A pesar de la carga de deudas que soporta su país, a los militares de EEUU nunca les faltan fondos, y sus cañoneras humeantes siguen su marcha infatigable, siempre listas a disparar. Se afirma que el super-portaviones George Washington, después de efectuar un ejercicio de alto perfil con Corea del Sur en el mar de Japón, y de acoger la visita de un grupo de generales vietnamitas en el mar de la China Meridional, protagonizará otra maniobra con los surcoreanos en el mar Amarillo, en una zona desde la cual los cazas
F-18 podrían alcanzar a Beijing.
Y Beijing, como es de suponer, no se siente nada feliz. Una declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores de China puntualizó: “Hemos reiterado en varias ocasiones nuestra oposición clara y firme” a cualquier maniobra en el mar Amarillo. Por su parte, un general chino advirtió que los planes de EEUU de colocar el George Washington a las puertas de China podrían provocar una “respuesta económica”. Algunos comentaristas en línea han recomendado que China adopte medidas discretas para expresar su descontento, incluida una moratoria temporal en su compra de deudas a EEUU. Pero no faltan los que propugnan un “ojo por ojo”.
Este país no debe acudir a reacciones extremas. Después de todo, el Pentágono sólo está alardeando, mostrando su poderío y predominio militares, a pesar de que el Tío Sam tiene cada día más vacíos los bolsillos. Como bien han señalado algunos economistas estadounidenses, hay ciudades de su país que sólo usan el alumbrado público parcialmente de noche (para ahorrar dólares), pero sus sofisticados navíos de guerra navegan sin preocupación día y noche por los siete mares. Es lo que en China denominaríamos “bai-ja-zi” (hijo pródigo).
Observadores del acontecer global consideran que detrás de las más recientes posturas de provocación militar, Washington esconde una bien definida agenda geopolítica. A pesar de la rotunda afirmación del presidente Obama de que “EEUU no intenta contener a China”, lo que procura Washington es crear un arco de “aliados” que circunde a China. No en balde la Secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, extendió su mano al ex archienemigo de su país, Vietnam, durante la reunión sobre Seguridad en el Sudeste Asia, celebrada el mes pasado en Hanoi, capital vietnamita.
La intención de EEUU de plantar las semillas de la desconfianza entre China y sus vecinos ha surtido los efectos deseados en algunos. Por ejemplo, no hace mucho, un veterano político integrante de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático ANSEA afirmó que si el creciente poderío militar y económico de China no es “equilibrado” por EEUU, el Tío Sam podría correr el riesgo de perder de liderazgo global. Más claro que el agua. Algunos en la región, sumándose al viejo orden que propala EEUU, se sienten intimidados por el acelerado crecimiento económico de China.
Vietnam se sumó a EEUU en la dura arremetida contra China por una solución a los litigios limítrofes en el mar de la China Meridional, durante la reunión de Hanoi. Allí, Clinton sugirió el establecimiento de un mecanismo internacional para resolver el diferendo, dando a entender por primera vez la intención de su país a involucrarse directamente en el tema. Beijing no está solo en el rechazo a esta posibilidad. El Secretario de Relaciones Exteriores de Filipinas, Alberto Rómulo, ha advertido a Washington que se mantenga al margen. “Es la ANSEA y China. ¿Me hago entender? Es la ANSEA y China. ¿Queda claro?”, dijo a la prensa.
Calculo empero que pasará mucho tiempo antes de que EEUU deje de meter las narices en cualquier rincón del globo. Habrá quienes saluden con salvas ese día; otros lamentarán su llegada.
China, por su parte, con sus 5.000 años de historia y una cultura marcada por la benevolencia, puede mostrarse flexible y tolerante ante la actual agresividad castrense de EEUU. Bien haría nuestro país en pasar por alto la animadversión del Pentágono y concentrase en desarrollar su meta de expansión económica, modernización militar y acercamiento amistoso hacia todos los países del mundo. (Pueblo en línea)
13/08/2010