El triple salto de Xi Jinping Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China

In Análisis, Política exterior by Xulio Ríos

El periodo transcurrido entre el XX Congreso del Partido Comunista de China (PCCh), celebrado en octubre de 2022, y las sesiones parlamentarias celebradas este mes en Beijing, se confirma como uno de los más cruciales en la reciente evolución política china. En efecto, no solo se ha reconfirmado el liderazgo de Xi Jinping (en el Partido, en el Estado, en el Ejército), reconociéndole la condición de autoridad suprema en todos los asuntos, sino también asegurado en mayor medida el liderazgo del Partido en la sociedad china en su conjunto y, quizá más novedoso aun, alentado un fuerte impulso al liderazgo de China en el mundo.

Entre los mensajes que sustentan este enfoque habría que destacar algunas propuestas, a menudo descalificadas como meras consignas, que sin embargo Beijing va implementando con tesón y a veces con sorprendente éxito, en especial entre los países del Sur Global. Es el caso, por ejemplo, de la Iniciativa de Desarrollo Global, o la de Seguridad Global, o la más reciente de la Civilización Global, que apuntalan como nervio central la idea de que el país ambiciona desempeñar un papel más importante en los asuntos mundiales.

Es en ese contexto que China también formuló sus “doce puntos” para lograr la paz en la guerra de Ucrania, o, más elocuente aún, el exitoso arreglo, con su mediación, entre Irán y Arabia Saudita, que sin duda le otorga un papel de liderazgo en la política de Oriente Medio, una región previamente reservada para los pesos pesados de larga data como EEUU.

Naturalmente, este nuevo estatus no representa una improvisada ocurrencia sino que es la plasmación ante el mundo de una firme voluntad de transformar su incuestionable protagonismo económico en un poder de influencia diplomática. Y, a la vez, una necesidad derivada de la urgencia de procurar estabilidad para seguir avanzando y proyectando su economía y retroalimentarla con su creciente significación internacional.

En realidad, esta transición se inicia hace más de una década, con dos referentes principales: uno simbólico, los Juegos Olímpicos de Beijing de 2008, que fueron la carta de presentación de la China del siglo XXI; otro estratégico, el arbitrio de una respuesta al Pivot to Asia (2011) que promovió Barack Obama. El arribo de Xi Jinping a la política china, el giro en la política estadounidense hacia China con Donald Trump, afinada al detalle con Joe Biden en la Casa Blanca, trazan un escenario de tensión hegemónica que trenza los dos aspectos: los rumbos de la economía nacional y de la proyección internacional son inseparables.

Complementariamente, lo que ahora visibiliza la China de Xi Jinping con mayor énfasis es la eclosión de una alternativa. Con el acuerdo logrado entre Riad y Teherán, por ejemplo, Beijing nos dice que Washington ya no representa el único referente global, la única opción, para resolver disputas y mejorar la seguridad de una región, como otras, relativamente desatendidas por una diplomacia que concentra toda su atención en las fallas geopolíticas de mayor relevancia: Europa y el Indo-Pacífico.

Es la misma narrativa que opera cuando Xi se refiere a la modernización china, señalando que la occidental no es la única posible y que ningún grupo de países tiene la patente exclusiva sobre ella. Y a la postre, le sirve para justificar la elección de otro camino basado en la preservación de la soberanía.

El tercer mandato

El mayor protagonismo internacional de China se aventura como uno de los contenidos centrales del tercer mandato de Xi Jinping pero, sobre todo, es una variable de larga trayectoria que vincula el actual periodo de importantes transformaciones internas en su modelo de desarrollo al ejercicio de una mayor influencia internacional. Se trata, en suma, de habilitar políticas que le permitan saltar el cerco que se va perfilando desde Occidente en términos tecnológicos o estratégicos.

El mayor protagonismo en la agenda y la gobernanza global es inseparable del nuevo impulso a la transformación económica. No se trata solo de la recuperación pos-pandémica sino de vertebrar un horizonte que concrete el último tramo de la modernización estructural de su tejido productivo.

Hay quien interpreta este rumbo, que será conducido por el nuevo primer ministro Li Qiang, como el fin de la política de reforma y apertura denguista. Dicho temor deviene de un mayor acento en la autosuficiencia o en el control político sobre toda la esfera económica. En el primer caso, es sin duda la respuesta a la tensión internacional que amenaza su capacidad de innovación científica y tecnológica, en el centro del esfuerzo modernizador; en el segundo, priorizará la desactivación de los riesgos internos aplicando un mayor intervencionismo en ciertas áreas, desde las finanzas a lo digital. Pero la apertura no tiene vuelta atrás. La elevación del estatus global del país es un imperativo económico y estratégico.

Una de las claves de su modernización industrial, por ejemplo, es la industria tecnológica. Va con más lentitud de lo deseado. La inversión de Beijing en inteligencia artificial está amenazada por la guerra tecnológica con Estados Unidos. Según el plan Made in China 2025 iniciado por Xi en 2015, en 2020 China debía alcanzar el objetivo de producir el 40% de los chips destinados al consumo interno, porcentaje que aumentaría al 70% en los dos años siguientes: en 2021 la cuota rondaba el 16%. Morris Chang, fundador del gigante taiwanés de los chips TSMC, estima que la industria china tiene entre cinco y seis años de retraso con respecto a Taiwán en el desarrollo de microchips de última generación.

Consecuentemente, Xi Jinping intensificará las giras al exterior -como el viaje a Rusia de esta semana- en parte para implicarse más en las tensiones geopolíticas con el propósito de afianzar la estabilidad que China precisa para que las turbulencias y crisis no condicionen su desarrollo. Pero igualmente para visibilizar que su regreso al mundo no tiene vuelta de hoja y que, nos guste o no, tendremos que contar con ella.

(Para Diario El Correo)