China se consolida en América Latina como un actor cada vez más determinante y significado en áreas del comercio, la cooperación, la búsqueda de mercados y recursos, adentrándose en países y proyectos donde otros temen correr riesgos y enfrentando también por todo ello la elevación del tono por parte de EEUU, cada vez más visible, cuestionando que esa unión en lo económico y lo político, bilateral y multilateral, entre América Latina y China pueda seguir avanzando de forma rápida hacia un mayor acercamiento.
El papel de América Latina para los intereses chinos es relativamente secundario en términos de integración comercial y destino de inversiones. No debe infravalorarse pero tampoco sobrevalorarse en términos absolutos sino matizando su relevancia sectorial. Así, debemos tener muy presente, por ejemplo, que América Latina representa ahora más del 13 por ciento de las importaciones de petróleo de China, frente al 2 por ciento en 2005, año en que China comenzó a proporcionar más capital para explotar las reservas de petróleo. De 2004 a 2016, las empresas chinas invirtieron más de 25 mil millones de dólares en proyectos de petróleo y gas en la región; y de 2007 a 2016, la banca china prestó casi 140 mil millones de dólares a gobiernos y empresas públicas de América Latina. Cierto estancamiento y quizá ligero retroceso podría concretarse en los próximos 2-3 años. Quiere esto decir también que la ilusión del cambio estructural a partir de la profundización de las relaciones con China tendrá que seguir esperando.
La Iniciativa de la Franja y la Ruta es, en buena medida, un reflejo de las ambiciones globales chinas. La invitación a la región para conformarse como una “extensión natural” de este proyecto le ha granjeado resultados nada despreciables con la mirada puesta en la satisfacción de las enormes necesidades de inversiones en infraestructura en la región. Hasta abril de 2019, 19 países de la zona se habían sumado a ella, confirmando en cierto sentido que la región es el “ala oriental” de la iniciativa.
Tras seis años de proselitismo de esta propuesta, el reto ahora es cómo implementarla de modo sostenible y a nivel local en un contexto no siempre facilitador. China ya dejó caer que anhela una “construcción conjunta”, es decir, con esfuerzos de ambas partes, con planes viables, vinculación a las estrategias nacionales de desarrollo y con encaje de las preocupaciones respectivas.
EEUU torpedea cuanto puede la iniciativa. Cabe destacar que Mike Pompeo visitó en 2019 Perú, Chile, Paraguay y Colombia. En su agenda, la situación en Venezuela pero también el freno a la incorporación a la Franja y la Ruta de China de los países de la zona. Pues bien, solo dos semanas después de su visita, Perú se sumó a ella.
El creciente interés de Beijing en la región podría acabar convirtiéndola en el nuevo campo de batalla para la competición estratégica entre EEUU y China. Aunque las tensiones entre las dos grandes potencias han tenido como principal escenario Asia-Pacífico, la relativa importancia de América Latina en la estrategia china y el cambiante equilibrio de poder a nivel mundial podrían llevar las disputas hegemónicas a las puertas de EEUU y socavar la duradera prevalencia occidental en Latinoamérica.
Un reflejo de esta tensión, la guerra comercial, preocupa en la región porque depende mucho del comercio precisamente con estos dos socios. Más de la mitad del comercio exterior de América Latina se hace con EEUU y China. Por otra parte, aunque algún país concreto como México pueda salir relativamente beneficiado, para el conjunto el dólar está más caro y las materias primas más baratas, lo cual afecta especialmente a sus balances. Cabe apuntar también que el nuevo acuerdo comercial entre EEUU y México conocido como T-Mec está diseñado, en parte, para frenar la entrada de exportaciones chinas.
EEUU ha incrementado su intervencionismo en la región en dos frentes: para impedir los cambios diplomáticos a favor de China prestando un mayor apoyo a Taiwán (por ejemplo, organizando una misión conjunta a Santa Lucía, un hecho inédito); e implicándose en el entorpecimiento de algunas relaciones clave.
De los 15 aliados que le restan a Taiwán, 9 están en esta región. Washington prácticamente ha descartado cualquier reversión, incluida la de El Salvador, pero quiere evitar a toda costa nuevos reveses en este orden que supondrían un varapalo para Taipéi pero igualmente una humillación para EEUU.
En cuanto a países clave, cabe mencionar dos ejemplos. Uno es Panamá. De agosto de 2019 a febrero de 2020, dos secretarios de Seguridad y dos sub-secretarios de Estado y de Defensa visitaron Panamá para expresar su disgusto por las relaciones con China, “recomendando” con claridad un alejamiento. En mayo de 2019, Pompeo llamó al presidente electo Cortizo para mostrarle su preocupación por la presencia china, un mensaje que reiteró desde otras capitales latinoamericanas y caribeñas (Argentina o Jamaica). Como primeros frutos destacados, EEUU logró que Cortizo abandonara el proyecto ferroviario que uniría la capital panameña con el occidente del país e interrumpió las negociaciones para un TLC bilateral.
Cabe recordar que si bien China es el segundo usuario del canal y el principal abastecedor de mercancías en la Zona Libre de Colón, EEUU es el socio estratégico más importante del país y quiere seguir siéndolo. Y por eso ansía también tener derecho de veto efectivo sobre cualquier acción que China desarrolle en este país. De ahí el especial nerviosismo ante los devaneos de Panamá con China.
Es obviamente también el caso de Venezuela. China, con Rusia, dejaron en claro que no solo son básicos para encontrar una solución a la crisis política de este país, sino que alzan la voz para recordar a EEUU que “América Latina no es propiedad de ningún país ni tampoco es el patio trasero de ningún Estado”, como señaló el portavoz de la cancillería china Geng Shuang. A pesar del empeño mostrado en la defenestración de Maduro, Caracas, que cuenta con el abierto apoyo de Beijing y Moscú, se le resiste a Washington.
En suma, EEUU tomó nota del discurso chino de que las relaciones con América Latina habían entrado “en aguas profundas”, es decir, que había llegado el momento de ir más allá en la economía y de la economía. Se trata de pasar de la agricultura, minería e infraestructura a otros dominios y de fortalecer la confianza estratégica.
Una pieza importante en este cometido es el foro China-CELAC, que sirve como muñidor de la cooperación integral bilateral. En enero de 2020, Brasil abandonó la CELAC, lo que tendrá un impacto negativo en las perspectivas de dicho foro dado que se trata de la economía más grande de la región. De hecho, podría decirse que este mecanismo está abocado a perder fuelle como marco para incentivar la cooperación, pudiendo avanzar en el futuro a través de la fórmula de subforos. Esta evolución enfría igualmente las posibilidades de lograr algún tipo de acuerdo subregional en el marco de Mercosur, tal como tenía en su agenda el precedente gobierno uruguayo.
En suma, la ofensiva política y de relaciones públicas de EEUU en la región tiene como principal objetivo contrarrestar la creciente influencia de China en América Latina. Pese a ello, la razón de que China salga bien parada en las encuestas de opinión en la región, con niveles de satisfacción cívica superiores a los de EEUU, solo tiene una explicación: el extendido aborrecimiento de Donald Trump.
Una diplomacia relevante
Desde hace años, China es una visita obligada para los mandatarios de América Latina. En 2019, se llevaron a cabo dos visitas especiales, la de los presidentes Jair Bolsonaro y Sebastián Piñera.
La de Bolsonaro tuvo su morbo porque ha sido siempre muy crítico con China. Su visita al gigante asiático puso en valor la importancia del socio chino. En su transcurso, el ministro de Hacienda, Paulo Guedes, desveló negociaciones para crear un área de libre comercio entre ambos países mientras Bolsonaro se deshacía en elogios a las autoridades chinas. De vuelta en Brasil, dijo que “China es cada vez más parte del futuro de Brasil” dando señales de una relación más estrecha entre ambos. Quizá pueda confirmarse así en lo bilateral y económico, pero se descarta en otros ámbitos.
Otra referencia importante es Chile. Mike Pompeo visitó este país en abril del pasado año y lo eligió, no por casualidad, para enviar un mensaje de inquietud y molestia por los fuertes vínculos de China con la región y específicamente con este país. Cabe recordar que Chile fue el primer estado de la región en reconocer a China como una economía de mercado y el 1 de marzo de 2019 entró en vigor la actualización de su TLC, pues Chile fue también el primer país a título individual en el mundo con quien China suscribió un documento de esta naturaleza. Piñera visitó China en 2019 para participar en el II Foro de la Franja y la Ruta –el único presidente latinoamericano que hizo tal cosa- y en su agenda contemplaba una visita a Huawei y un discurso en la escuela de cuadros del PCCh, eventos cuya programación causó un fuerte desagrado en la Casa Blanca. Piñera se convirtió en el primer latinoamericano en recibir un doctorado honoris causa por la Universidad Tsinghua y aludió en su discurso al “derecho a ser autónomo”, es decir, a desarrollar una diplomacia no condicionada por las advertencias de terceros. No visitó Huawei pero si se reunió con su máximo ejecutivo, Liang Hua. También con seis empresas del sector de electromoción ante las que recordó su condición de uno de los mayores proveedores de litio del mundo.
Perspectivas
China seguirá acercándose a América Latina, potenciando las áreas en curso si bien ponderando más fríamente sus expectativas. Esto puede conducir a una moderación de los proyectos a tomar en consideración. Aun así, la región sigue siendo un entorno relevante en materia de energía y seguridad alimentaria y un mercado clave para sus exportaciones, cada vez con más valor agregado.
Por su parte, EEUU seguirá presionando en la región para evitar que se produzcan acuerdos importantes con China, especialmente en los proyectos que afecten a dominios relacionados con la seguridad, con especial atención a las tecnologías. Y en lo estratégico fortalecerá la alianza con Taiwán para trabar cualquier baja diplomática.
Esas presiones de EEUU para que la región abjure de su relación con China eluden cualquier discreción para pasar a ser abiertas en toda regla. Esto está produciendo efectos diversos y es probable que acentúe la fragmentación de los países de la zona creando serios dilemas a la hora de discernir entre los intereses económicos y los geopolíticos.
La gestión por parte de China de este nuevo contexto toma buena nota del cambio en la correlación de fuerzas político-ideológicas en la región y del punto de inflexión que están experimentando los mecanismos de integración, en especial la CELAC, en los que había cifrado importantes esperanzas, y ahora sin ningún papel relevante como mecanismo de cooperación y coordinación política. EEUU tiene más aliados que en ningún momento desde 2000 y busca recuperar su influencia. Esto le pondrá las cosas más difíciles a Beijing.