El presidente chino Xi Jinping dijo en su alocución con motivo del 90 aniversario de la fundación del Ejército Popular de Liberación, el pasado 1 de agosto, que China nunca consentiría la pérdida de cualquier parte de su territorio, por ínfima que fuera. Xi se puso el uniforme de campaña para reiterar que en ningún momento y de ninguna forma permitiría la separación de China de ningún trozo del territorio considerado como propio.
El Ministerio de Asuntos Exteriores publicó al día siguiente un documento sobre el conflicto que le enfrenta con India y Bután en el sector de Sikkim, en el Himalaya. Beijing acusa a India de cruzar el límite de la frontera, conminándola a la retirada inmediata de las tropas. Al mismo tiempo, el Diario del Ejército advertía a India para que “no se albergue ilusiones” respecto a la determinación del ejército para defender el territorio que considera chino. Beijing intensifica las advertencias a India para que retire las tropas advirtiendo que su contención tiene límites. La televisión central china divulga estos días imágenes de ejercicios con fuego real en una parte de Tíbet no identificada. El mensaje es claro: China no va a retroceder.
La presencia militar india más allá de su frontera es la respuesta a la construcción china de una carretera en el área de Doklam, disputada por China con Bután, quien habría solicitado ayuda a India. Doklam tiene un importante valor estratégico para India debido a su proximidad con el corredor Siliguri. La carretera que pretende China representa para Nueva Delhi un cambio del statu quo que afecta a su seguridad en esta zona, también conocida como “cuello de pollo”, que conecta sus siete estados nororientales con el resto del país. China, aducen, podría conseguir bloquear ese corredor. Nueva Delhi ha rehusado retirarse mientras reúne fuerzas armadas en el lado indio de la frontera donde concentra provisiones y parece pertrecharse para una larga presencia.
China e India tienen varias zonas fronterizas en disputa pero Doklam no es una de ellas. China niega también que sea un área de disputa con Bután con quien mantiene negociaciones fronterizas desde hace años, hasta el momento sin incidentes serios.
Casi dos meses después de los primeros movimientos de tropas, la situación sigue enquistada y el riesgo de escalada de la crisis va en aumento. La retórica china sube el tono y la posibilidad de una acción militar no se descarta, aunque podría demorarse. El actual estado de cosas da a entender que las conversaciones bilaterales, incluidas las llevadas a cabo con el asesor de seguridad nacional indio Ajit Doval en el marco de las reuniones preparatorias de la cumbre de los BRICS de septiembre, no avanzan al ritmo debido. Pero Beijing advierte contra los intentos de mantener el pulso de forma indefinida y se dice dispuesta “tomar todas las medidas necesarias”. Estas podrían llegar antes del XIX Congreso del Partido Comunista, a celebrar en octubre o noviembre.
China e India comparten una frontera de 3.500 km, buena parte de ella objeto de disputas. En 1962, la guerra causó miles de muertos. ¿Se repetirá la historia?