La dualidad identitaria y el pragmatismo singapurense en las relaciones con China Bienvenido Tingyi Chen Weng es estudiante del Grado de Relaciones Internacionales en la UCM y realiza prácticas en el OPCh

In Análisis, Política exterior by Xulio Ríos

Singapur es un país peculiar en muchos aspectos. El Estado insular ha sido una de las grandes historias recientes de milagro económico. Cuando obtuvo su independencia de la Federación de Malasia en 1965, era un país con una renta baja, pero actualmente tiene el cuarto PIB per cápita más alto del mundo.

Siendo uno de los Estados más pequeños del planeta, es el único país del mundo que tiene una población mayoritariamente china –aproximadamente tres cuartos de la población– fuera de China.

La “sinicidad” de Singapur ha marcado enormemente tanto su política exterior como su desarrollo interno. Durante mucho tiempo, el gigante asiático fue considerado un obstáculo para la creación de la nación singapurense puesto que, durante los años 50 y 60, el Partido Comunista Chino (PCCh) había utilizado los vínculos étnicos para alentar rebeliones comunistas en Singapur.

Es por ello por lo que se cree que los padres fundadores de la nación –principalmente Lee Kuan Yew, Goh Keng Swee y S. Rajaratnam–  y su Partido de Acción Popular (PAP) buscaron crear una identidad nacional multicultural diferente a la china, estableciendo el inglés como idioma oficial.

A pesar de las reticencias iniciales, el éxito económico bajo un gobierno de partido único atrajo a un PCCh que a finales de los 70 comenzó a embarcarse en la reforma y apertura económica. El entonces viceprimer ministro chino Deng Xiaoping –que poco después se convertiría en el líder máximo– viajó por primera vez a Singapur para reunirse con Lee en 1978. Pronto se convertirían en grandes amigos y Lee le correspondió con 33 visitas a China hasta su muerte en 2015.

Singapur se convertiría en un modelo para la China que quería construir Deng. Hasta la fecha, según señala la profesora Chen Nahui en un artículo para ThinkChina, Singapur es el único país que los principales líderes chinos han reivindicado públicamente como “modelo de aprendizaje”.

Aunque se habían establecido unas grandes relaciones informales, no fue hasta 1990 cuando se normalizaron los lazos diplomáticos, siendo el último país de la ASEAN en hacerlo. En gran parte, esto fue debido a que con su población mayoritaria china, había procurado andar con pies de plomo en la organización para no herir sensibilidades ni crear percepciones erróneas en sus vecinos y para no ser etiquetado como la “tercera China”.

A partir de la normalización, los intercambios bilaterales despegaron y, desde el año 2013, China se ha convertido en el mayor socio comercial de Singapur y Singapur ha sido el mayor inversor extranjero de China. Asimismo, desde el año 2009 está en vigor un Tratado de Libre Comercio –que fue actualizado en 2018– y se han establecido tres importantes proyectos conjuntos: el Parque Industrial China-Singapur en Suzhou; la Eco-ciudad China-Singapur de Tianjin; y la Iniciativa Demostrativa China-Singapur sobre Conectividad Estratégica en Chongqing.

Además, Singapur ha sido un gran entusiasta de los proyectos chinos como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (AIIB en sus siglas en inglés) o la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI en sus siglas en inglés).

No obstante, la BRI y el ascenso de China es en muchos aspectos un desafío para la situación estratégica singapurense como hub del comercio internacional, pues el entusiasmo chino por establecer nuevas rutas comerciales como los Corredores Económicos China-Pakistán y China-Myanmar, además de la promoción del proyecto del Itsmo de Kra en Tailandia, o incluso de la nueva Ruta Polar, para evitar el paso por el Estrecho de Malaca, podría hacer perder la ventaja geoestratégica del pequeño Estado insular y su competitividad internacional.

El lapsus en las relaciones especiales

La historia de amor no ha estado exenta de turbulencias. Durante los años 2016 y 2017 se vivieron los momentos más bajos de las relaciones bilaterales.

En noviembre de 2016, China incautó nueve vehículos que Singapur había enviado a un ejercicio de entrenamiento en Taiwán. El país venía realizando estas maniobras militares conjuntas con la isla de Formosa desde los años setenta, pero hasta entonces, China no se había opuesto. Siendo el único país del Sudeste Asiático con un acuerdo económico con la “provincia rebelde”, días después del incidente, China reprendía formalmente por primera vez a la ciudad-Estado.

Este incidente vino dado por varios hechos. En primer lugar, el apoyo de Singapur a la sentencia del Tribunal de La Haya sobre el Mar de China Meridional. En segundo lugar, la llegada al poder del Partido Democrático Progresista  (PDP) en Taiwán. Finalmente, también influyó el mayor acercamiento de Singapur a Estados Unidos y el entusiasmo del primer ministro Lee Hsien Loong por el “pivote al Pacífico” de Obama, que incluyó el despliegue en el Estado insular en 2015 de una aeronave Poseidón P8, que fue usado, entre otras cosas, para seguir los movimientos navales chinos en el Mar de China meridional.

El resultado fue la no invitación al primer foro de la Iniciativa de la Franja y la Ruta en 2017 y la posposición de la reunión del Consejo Conjunto de Cooperación Bilateral, el foro de más alto nivel para la cooperación bilateral, aunque una visita en septiembre de ese año de Lee a Beijing hizo que ambas partes dejaran a un lado sus diferencias y la relación volvió a sus cauces normales.

El factor estadounidense en las relaciones bilaterales

Al igual que Singapur ha establecido unas relaciones especiales con China, también lo ha hecho con Estados Unidos, que lo ve como un garante de la seguridad en la región y ya desde la Guerra Fría, ha apoyado su presencia en la región.

La política exterior singapurense es el mejor ejemplo del pragmatismo y del equilibrio entre potencias que se ha adoptado en la mayoría de los países de la región del Sudeste Asiático para navegar en el creciente antagonismo sino-estadounidense y su proyección en el Pacífico.

Durante los últimos años, la influencia cultural china en el país ha crecido enormemente. Entre otros, podemos señalar el establecimiento de un mayor número de escuelas chinas, el intercambio de estudiantes o la mayor circulación de noticias pro-China, lo que ha creado una mayor identificación con la China continental. Un ejemplo extremo es el ciudadano singapurense que fue detenido en Estados Unidos por espiar para China.

No obstante, por ahora, los dirigentes singapurenses parecen confiados en no tener que elegir entre ninguna de las partes tal como señaló Lee Hsien Loong en una reciente entrevista para la BBC. En septiembre de 2019, Singapur y Estados Unidos renovaron el acuerdo de Defensa que tenían vigente desde 1990, pero también ha mostrado interés para un mayor acuerdo de defensa con China.

El lunes 22 de marzo, el viceprimer ministro Heng Swee Keat –presumiblemente el sucesor de Lee– reiteró esta posición en un discurso para la Conferencia de Inversiones Asiáticas de Credit Suisse. Señaló que “la participación constructiva de Estados Unidos y China en la región será clave para la paz, la estabilidad y el crecimiento continuos de Asia”, pero “si las tensiones entre Estados Unidos y China aumentan, nuestra región debe permanecer firmemente anclada en los propios intereses de la ASEAN y mantenernos abiertos y relevantes a través de pasos prácticos”.