Con la presente Ponencia nos proponemos explicar –en apretada síntesis- la relevancia geopolítica alcanzada por la región Asia Oriental en el siglo XXI. La actual centuria ya cuenta con dos decenios de existencia. Las estadísticas mundiales, los reportes de los organismos globales y la copiosa bibliografía científica originada desde los cuatro puntos cardinales del Orbe, coinciden en afirmar, que, las transformaciones en curso del Capitalismo mundial, así, como la agudización de su sistema de contradicciones, unido, a la correlación de las fuerzas internacionales liderada por la emergencia de China, desataron de forma gradual, una inexorable e irreversible transición intersistémica hacia la Multipolaridad[1]; un rebalance de poderes en pleno desarrollo claramente visible que fluctúa desde el Eje Atlántico hacia el Extremo Oriente del Planeta. De este modo, podemos plantear, que el reposicionamiento de Asia Oriental en el tablero geopolítico mundial no solo responde a profundas raíces históricas, sino también, que en su nuevo impulso -a partir de la segunda posguerra mundial-, la región, ha logrado aglutinar un grupo de factores de poderío[2] de índole multidimensional que la catapultan a la escena global con implicaciones de todo tipo, marcando la distancia frente a otras regiones del Planeta, lo que deviene en el principal incentivo para realizar la presente Ponencia.
[1] El sistema internacional es el escenario, el ámbito, en que se desenvuelve la política internacional; estructura resultante de la interrelación entre los Estados y otras entidades políticas independientes. Como todo sistema, constituye un conjunto de elementos en interacción, que integran una totalidad organizada, diferenciable de otros conjuntos complejos. Ahora bien, para que pueda hablarse de sistema internacional deben existir o coexistir varias unidades políticas independientes en interrelación, sobre la base de determinadas normas o reglas de conducta, reconocidas por todos. De lo anterior se desprenden tres rasgos esenciales: 1) no es estático e invariable; 2) lo conforman los Estados y otras entidades de significación internacional; y 3) la distribución del poder o el balance de fuerzas entre los Estados principales, es decir, entre las potencias de cada época es una característica estructural de cualquier sistema internacional (Gonzáles, 1990).
[2] Desde la prospectiva marxista-leninista y de manera sucinta, podemos entender al poder como una categoría social; es la capacidad que tiene un hombre o grupo de hombres de influir y/o imponer su voluntad sobre otro hombre o grupo de hombres, de determinar su comportamiento, a través, de variados recursos como son: la fuerza física, psicológica, económica, ideológicas y otras. Ahora bien, el poderío de un Estado y/o región, su potencia está constituido por el conjunto y la magnitud de los elementos de poder de que disponga en un momento histórico determinado. Es decir, nos referimos al conjunto de elementos geográficos, la población, los recursos, el desarrollo económico, la capacidad científico-técnica, cultural, organizativa, los recursos militares, la capacidad de la dirigencia, el apoyo de la población a su Estado, el régimen socioeconómico interno, así como el prestigio internacional y los aliados con que cuenta en este ámbito (Gonzáles, 1990).
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