China dio a conocer sus “12 puntos” para lograr una solución política a la guerra en Ucrania. No es un plan de paz estricto sensu sino una síntesis de las posiciones establecidas a lo largo del último año, haciendo hincapié en los asuntos que considera de mayor trascendencia. Por tanto, debe entenderse como un marco referencial de mínimos para sentar a las partes en torno a la mesa de negociaciones.
La virtualidad de la propuesta consiste en ofrecer una alternativa al fatalismo del discurso imperante entre las potencias occidentales que no ven más opción que intensificar la guerra para lograr la victoria en el campo de batalla. La propuesta china, por el contrario, aboga por el cese inmediato de las hostilidades y la reconducción hacia una negociación que, por otra parte, ni mucho menos será fácil ni la panacea.
La propuesta ha sido rápidamente desautorizada por las principales potencias –en línea con lo anticipado en la conferencia de Múnich- con el argumento de que elude la condena de Rusia o que es totalmente inviable en el contexto actual. Por el contrario, Moscú y Kiev, con tonos diferentes, la han saludado. El propio Zelenski la juzgó positivamente abriéndose a celebrar un encuentro con Xi Jinping. Los pormenores de la propuesta habrían sido anticipados por Wang Yi al ministro de exteriores Dmitri Kuleba, como también a Sergei Lavrov. El secretario general de la OTAN Stoltenberg sentenció que China no tiene credibilidad como mediadora, aunque todos reconocen que su diplomacia es de las pocas que pueden influir en Rusia.
Las críticas abundan, además, en la idea de que “China apoya a Rusia”, situándola en el otro bando porque no está del todo en el nuestro. Rusia y China son los Hermanos Malasombra de la política global. Y es verdad que China comparte con Rusia una similar crítica de la expansión hacia el Este de la OTAN pero también, por ejemplo, que no ha reconocido la anexión rusa de Crimea ni nunca ha dicho que apoya la invasión. Los mismos que hace mucho enfatizaban las tradicionales desconfianzas entre Moscú y Beijing como impedimento objetivo para fraguar una sólida alianza, ahora concuerdan en que esta es “ilimitada”, negándose dogmáticamente a explorar los matices. Y los hay.
En paralelo, se suman “sospechas” (de suministro de armas, de lo que no existe evidencia alguna) o amenazas (contra las empresas chinas que comercien con rusas) mientras en el mismo juego político estratégico se pasa por alto que India, por ejemplo, se ha convertido en el principal importador mundial de crudo ruso llegando a representar casi la tercera parte de sus importaciones. Para Delhi, es evidente que si bien Rusia está bajo las sanciones de Occidente, eso no significa que países que no forman parte de ese grupo tengan prohibido hacer negocios con Moscú. Pero ese mismo Occidente dice no a China y si a India, aplicando el doble baremo que siempre ha sido santo y seña de una política basada más en intereses que en valores: India es pieza clave del QUAD para contener a China en la región.
La propuesta china, guste o no, nos remite a una “neutralidad activa” en un momento en que en buena lógica se exigiría con urgencia imprimir un cambio de tendencia en el curso de una guerra que amenaza con enquistarse por más tiempo, un temor también expresado por el Papa Francisco. E insta a reanudar las conversaciones para lograr la paz.
No está claro aún si la posición expresada por China irá o no acompañada de la movilización de su diplomacia. Puede conformarse con señalar su posición y quedarse ahí o, por el contrario, recabar apoyos para su implementación. En este último supuesto, bien pudiera concitar la complicidad de importantes potencias del Sur, desde Brasil a la propia India o Sudáfrica –los BRICS- así como otros países, claramente distanciados de la dinámica en blanco y negro presentada por las capitales occidentales.
La ambigüedad y la equidistancia que observamos en la posición china debieran preservarse para evitar que se ponga al completo del lado de Moscú y como garantía de la aceptación futura de su hipotética condición mediadora por las partes en conflicto. Por eso mismo, lo mínimo que podría decirse es que se trata de una sugerencia constructiva que visibiliza otra alternativa que no solo es posible sino que existe verdaderamente. Y explorarla con exigencia crítica. Y cultivarla como vía para soslayar el riesgo de recaída en una nueva guerra fría, de cuyo infausto recuerdo algunos parecen estar amnésicos.
Imaginar que habrá una solución militar a esta guerra es tan utópico para Ucrania como lo fue en su día para Afganistán. La lección no se aprende. Espera aun mucho sufrimiento. China no quiere que la guerra se prolongue y se agrave. La guerra no le beneficia en absoluto cuando su prioridad es la estabilidad y el crecimiento. Los 12 puntos dejan claro que China quiere tener un papel en el fin del conflicto pero entre líneas nos dice igualmente que todos debemos poner de nuestra parte para que se den las mínimas garantías de éxito.
(Para Diario El Correo)