Por qué las ambiciones climáticas de la OTAN y su política hacia China podrían entrar en conflicto Blanca Marabini San Martín es doctoranda en Estudios de Asia Oriental en el Centro de Estudios de Asia Oriental de la Universidad Autónoma de Madrid

In Análisis, Política exterior by Xulio Ríos

En la cumbre de 2022 de la OTAN, celebrada en Madrid, se tomaron decisiones clave para transformar y reforzar la Alianza. Aunque los debates se centraron en gran medida en Rusia y el conflicto en Ucrania, la adopción de un nuevo Concepto Estratégico también brindó la oportunidad de incluir en los planes de la OTAN otros retos de seguridad no tradicionales. La necesidad de hacer frente a estos retos también se había manifestado explícitamente en la agenda de cinco puntos de la cumbre, en la que se nombra el terrorismo, los ciberataques, las prácticas coercitivas chinas, las tecnologías disruptivas y el cambio climático como las principales nuevas amenazas. Sin embargo, la ampliación de los objetivos de la OTAN crea nuevos retos para la Alianza a la hora de cuadrar las diferentes prioridades. En particular, la participación de la OTAN en la mitigación del cambio climático, ámbito que probablemente implicará cooperación con China, y el desarrollo de una estrategia para hacer frente a los retos de seguridad planteados por el gigante asiático, podrían entrar en conflicto.

En el Concepto Estratégico de 2022, la OTAN diferencia cuidadosamente entre Rusia, a la que se califica abiertamente de hostil y agresiva, y China, a la que se tilda de fuente de «retos sistémicos». No obstante, en la Cumbre de Madrid quedó clara la importancia que los Estados Miembros atribuyen ahora a China: por primera vez, la OTAN invitó a la cumbre a sus principales socios del Indo-Pacífico debido a la creciente preocupación por las ambiciones regionales de China. También se tildó a las políticas chinas de coercitivas y contrarias a los valores e intereses de la OTAN, entendiendo que Pekín se alinea con Rusia en sus intentos de subvertir el actual orden mundial.

En cuanto al cambio climático, el nuevo Concepto Estratégico lo reconoce como un «reto definitorio de la era actual con un profundo impacto en la seguridad de los Aliados», y la OTAN se compromete a «incorporar la consideración del cambio climático en… sus actividades principales». En la cumbre, los líderes reunidos acordaron varias estrategias para luchar contra el cambio climático, incluyendo los objetivos de emisiones que guiarán el camino de la Alianza hasta alcanzar la neutralidad de carbono en 2050, en línea con su Plan de Acción sobre Cambio Climático y Seguridad de 2021.

El Plan de Acción sobre Cambio Climático y Seguridad de la OTAN

En los últimos años, la seguridad climática se ha convertido en una preocupación creciente. La OTAN, la mayor alianza militar del mundo, ya estableció en su Concepto Estratégico de 2010 que el cambio climático «podría afectar significativamente a la planificación y las operaciones de la OTAN». La Alianza ha reconocido explícitamente que el cambio climático es un multiplicador de amenazas y que el creciente número de fenómenos climáticos extremos repercute en el entorno en el que operan las fuerzas aliadas.

En los años posteriores, la actividad climática de la OTAN se definió de forma más clara, en particular a través del Plan de Acción sobre Cambio Climático y Seguridad aprobado en la Cumbre de 2021, celebrada en Bruselas. El Plan se compone de tres puntos. En primer lugar, la Alianza pretende fomentar la concienciación mediante la realización y publicación de evaluaciones anuales sobre la relación entre el cambio climático y la seguridad. El segundo punto consiste en participar en la reducción de emisiones por medio de la mitigación de las resultantes de la actividad militar, pero de forma que ello no afecte al rendimiento de las fuerzas armadas. Por último, la OTAN también pretende adaptar sus fuerzas armadas a los impactos del cambio climático, permitiéndoles operar en condiciones climáticas más extremas. El Plan de Acción también compromete a la OTAN a reforzar la colaboración con otras organizaciones internacionales y regionales, así como con los Estados asociados, activos en los ámbitos del cambio climático y la seguridad.

El trasfondo: las relaciones entre Estados Unidos y China

Aunque existe un consenso generalizado sobre el hecho de que el cambio climático es un problema global, hay una clara tendencia a vincular actores específicos con la problemática. China, como principal emisor mundial de CO2 y participante cada vez más activo en la gobernanza internacional del clima, ocupa un lugar destacado en esa lista. Al mismo tiempo, China es también un punto de preocupación creciente para la OTAN quien, en el mismo Comunicado en el que sus miembros aprobaron el Plan de Acción, describió al gigante asiático como un competidor estratégico. En una entrevista con POLITICO, el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, explicó además que la Alianza está preocupada por la expansión del arsenal nuclear chino y tecnologías clave relacionadas, así como por los intentos del gigante asiático de asegurar su influencia en infraestructuras críticas en el extranjero. El Comunicado también menciona la cooperación entre China y Rusia como motivo de preocupación.

Más allá de la posición de la OTAN como bloque, su compromiso con China también está condicionado por la intensificación de las tensiones entre el gigante asiático y Estados Unidos, dada la influencia que tiene este último dentro de la estructura de la OTAN al ser uno de los mayores contribuyentes a su presupuesto y el Estado Miembro con el mayor ejército activo con diferencia. Aunque otros miembros de la Alianza también han elaborado sus propias estrategias respecto a China, Estados Unidos en particular ha estado presionando a la OTAN para que actúe más frente a China, reflejando su propio cambio de prioridades geoestratégicas que lo ha llevado intensificar su presencia en el Indo-Pacífico. Así, la versión anterior de las directrices de la OTAN no mencionaba a China, y Washington ha sido la principal fuente de presión a favor de definir el papel de la OTAN respecto a China en el nuevo Concepto Estratégico.

El clima, por otra parte, ocupa un lugar más bajo en la lista de prioridades de EEUU dentro del marco de la OTAN: dado el alcance y los recursos de la Alianza, algunas autoridades estadounidenses han argumentado que las cuestiones climáticas deberían dejarse para otros foros internacionales. Por ello, aunque EE.UU. ha manifestado su apoyo al reconocimiento del cambio climático en el nuevo Concepto Estratégico, es posible que quiera limitar la implicación de la OTAN en el tratamiento de la cuestión más allá de la dimensión militar inmediata.

La búsqueda de un equilibrio entre China y el cambio climático

En este contexto, la decisión de la OTAN de, según el Comunicado de 2021, mantener un diálogo constructivo y colaborar con China en áreas de relevancia para la Alianza y en desafíos comunes como el cambio climático parece alentadora, especialmente dada la relevancia de China para las tres secciones del Plan de Acción Climática de la OTAN.

En cuanto a los informes sobre cambio climático y seguridad, la reciente publicación de la primera de estas evaluaciones anuales indica que las actividades climáticas de la OTAN deben tener en cuenta la importancia de evitar la dependencia estratégica de China mientras se produce la transición a las tecnologías limpias, dado el predominio del gigante asiático en el control y procesamiento de materiales esenciales. Sin embargo, también existen razones para que la OTAN proporcione apoyo a los esfuerzos chinos en el desarrollo de energías renovables, ya que puede reducir la dependencia de China de los combustibles fósiles importados y, como consecuencia, se reducirían también sus emisiones y su necesidad de seguir ampliando su presencia militar regional para garantizar la seguridad energética.

En cuanto a la reducción de las emisiones militares, la OTAN ha subrayado en repetidas ocasiones que perseguirá este fin mediante estrategias que no afecten al rendimiento de las fuerzas armadas, en especial de cara a la invasión rusa en Ucrania y a la proliferación militar y nuclear china. No obstante, aunque China posee importantes capacidades militares, y su arsenal de misiles en particular es notablemente amplio, variando desde sistemas de corto alcance hasta misiles balísticos intercontinentales, Estados Unidos y sus aliados mantienen una importante ventaja en cuanto a capacidades nucleares. China no ha publicado datos oficiales sobre su arsenal, pero las estimaciones recientes lo sitúan en su mayoría entre las 200 y las 300 ojivas. Esto palidece en comparación con las casi 6.000 que alberga el inventario estadounidense, de las cuales más de la mitad están listas para su despliegue. Esto proporciona un cierto margen de maniobra a la OTAN para implementar estrategias de reducción de emisiones que requieran una pequeña disminución temporal de las fuerzas disponibles sin dejar de mantener la primacía militar frente a China.

Por último, en lo que respecta a la adaptación de la OTAN a los crecientes retos climáticos y a las catástrofes naturales, el diálogo con China podría resultar especialmente valioso. China ha desarrollado una serie de conocimientos importantes en la reducción del riesgo de catástrofes naturales, dado que el cambio climático sigue exacerbando la frecuencia e intensidad de estos desastres dentro de sus fronteras. Estas experiencias han favorecido que China pase de medidas reactivas de reducción y mitigación de catástrofes a un sistema preventivo y proactivo, que podrían ser especialmente interesantes para las operaciones de la OTAN. Colaborar en este ámbito también estaría en consonancia con el compromiso de la OTAN de reforzar la cooperación con otros estados y organismos activos en los ámbitos del cambio climático y las cuestiones de seguridad.

No obstante, aunque la cooperación climática tenga un potencial importante, está por ver si quedará eclipsada por las crecientes tensiones derivadas de la preocupación de la OTAN por la relación entre China y Rusia, o por la alarma de China ante la intensificación del compromiso de seguridad de Estados Unidos y sus aliados en el Indo-Pacífico. Conciliar la cooperación climática y la competición geopolítica requerirá establecer un cuidadoso equilibrio que, si no tiene éxito, podría dejar al mundo en apuros para abordar eficazmente el cambio climático.

NOTA:

Este artículo fue publicado originalmente en inglés por China Observers in Central and Eastern Europe (CHOICE). Puede acceder a la publicación original aquí.

Blanca Marabini San Martín es doctoranda en Estudios de Asia Oriental en el Centro de Estudios de Asia Oriental de la Universidad Autónoma de Madrid. Ha trabajado en el Instituto Español de Estudios Estratégicos (Ministerio de Defensa) y en el Centro de Análisis y Prospectiva de la Guardia Civil. Actualmente colabora en el New Silk Roads Project del International Institute for Asian Studies (IIAS, Instituto Internacional de Estudios Asiáticos), en Leiden, Países Bajos. También lidera el equipo de publicación y es miembro de la junta directiva de European Guanxi. Sus principales áreas de investigación giran en torno a la dimensión climática y medioambiental de la política exterior de China.