Emmanuel Macron, Ángela Merkel y Xi Jinping celebraron el pasado lunes 5 una videoconferencia en la que Beijing apeló a las dos principales capitales europeas para promover la “expansión del consenso y la cooperación” entre ambas partes y encarar con perspectiva los desafíos globales.
Xi apeló a estos importantes líderes europeos a compartir también “una correcta cognición mutua”, basada en la experiencia acumulada, en el respeto y la colaboración, buscando los puntos en común y reconociendo las diferencias que les separa. La asociación estratégica integral China-UE representaría el marco referencial para el estímulo de las relaciones bilaterales, apostando por su avance.
La China de Xi, por tanto, no tira la toalla y explora la posibilidad de articular un nuevo eje que le permita preservar una importante influencia en Europa y evitar un alineamiento “excesivo” con las tesis estadounidenses. Este fue el tercer encuentro de este tipo en menos de seis meses y todo parece indicar que en las tres partes existe voluntad de regularizar el formato. En este último, Xi volvió a la carga proponiendo habilitar diálogos de alto nivel en los sectores clave con la esperanza de crear así una tupida red de vínculos y políticas que evidencien lo prolijo de los intereses comunes. Además, recordó a la UE la cercanía de posiciones en la defensa de un multilateralismo abierto o en asuntos como la reforma de la OMC o la lucha contra el cambio climático.
A nadie escapa que la propuesta de Xi trata de dar alas a la “autonomía estratégica” europea y sugiere un campo de acción añadido con la promoción de la cooperación con países terceros poniendo el foco en África. Beijing invitó a París y Berlín a sumarse a la Iniciativa sobre Asociación para el Desarrollo de África.
Aunque parecen apostar por promover la cooperación con China de forma pragmática, tanto Macron como Merkel siguen deshojando la margarita. Ambos expresaron el apoyo al acuerdo de inversión suscrito a finales de 2020 y ahora pendiente de revisión pero no está claro como avanzarán en este aspecto.
Esta nueva manifestación de triangulación llega tras las cumbres del G7 y la OTAN que a mediados de junio, con el aliento de Washington, criticaron duramente a China. Para París y Berlín es claro que incomoda la proximidad entre Moscú y Beijing pero también hay reservas respecto al repunte del proselitismo estadounidense que tiende a hacer prevalecer sus intereses y se afana por alejar a la UE de China instando su demonización sistemática.
Tanto el G7 reunido en Gran Bretaña como la OTAN en Bruselas designaron a China como una “amenaza”. En el primer caso, se evocó incluso una alternativa al proyecto bandera de Xi, la revitalización de las rutas de la seda, que quizá resulte en poco más que fuegos de artificio. Pero el seguidismo europeo en esta y otras cuestiones (como la insistente acusación en torno al origen de la pandemia) preocupan en China.
Por otra parte, Beijing anuda un poco más sus relaciones con Moscú tras el encuentro de Putin y Biden en Ginebra. El 28 de junio, un comunicado conjunto sino-ruso reafirmaba la voluntad de reforzar sus vínculos y su cooperación estratégica que para ambos es prioritaria. Xi e Putin se han reunido más de 25 veces.
Mientras que EEUU mete a China y Rusia en el mismo saco de la crítica existencial, Beijing, desde luego, no quiere cometer ese error. La pugna hegemónica no debiera ser del interés de la UE ni tampoco el resucitar una guerra fría que ya vivió en carne propia ni, por supuesto, secundar estrategias de dudoso recorrido como el desacoplamiento instado por algunos sectores en EEUU. Al menos, Berlín y París parecen ser conscientes del alcance del pronóstico que sitúa ya en 2028 el momento en que el PIB total de China supere al de EEUU.
En paralelo, un potente grupo de presión empresarial instaba a la Unión Europea a no dejar fuera a las empresas chinas, como defienden algunos líderes que siguen la iniciativa de EEUU de limitar los lazos comerciales con China. Los miembros de la European Round Table of Industrialists (ERT), que reúne a casi 60 jefes ejecutivos y presidentes de grandes multinacionales con sede en Europa, pidieron el impulso de mejores relaciones de negocios con China y que no se alejen de ella, ni que tampoco la autonomía estratégica derive en proteccionismo. Entre otros integrantes del grupo, están los fabricantes de automóviles alemanes BMW AG y Daimler AG, los gigantes energéticos Royal Dutch Shell PLC, TotalEnergies SE de Francia y Eni SpA de Italia, y las farmacéuticas británicas AstraZeneca PLC y GlaxoSmithKline PLC. Muchos miembros tienen operaciones e inversiones importantes tanto en EEUU como en China.
La estrategia china de aliviar tensiones con Occidente requiere reactivar la relación con la UE para alejarla de la dinámica de confrontación con EEUU, con quien avizora pocas posibilidades de superación a corto plazo. Como hacerlo sin subidas de tono y manteniendo al mismo tiempo cierta galvanización nacionalista interior no es cuestión menor. Xi Jinping parece haber sugerido un giro en la comunicación internacional de China pero habrá que estar atentos a su materialización.
Lo que resulta evidente es que para el éxito de la estrategia europea e internacional de China, la conformación de un eje con Berlín y París resulta en extremo atractivo.