China constituye una superpotencia militar asimétrica, fuera del ámbito del armamento convencional. Ello equivaldría, en el campo militar, al carácter disruptivo que en la economía privada han tenido empresas como Uber, Netflix, Airbnb o Spotify frente a los sectores económicos convencionales con los cuales compiten. Lo característico de estos armamentos es estar en capacidad de destruir o de neutralizar sistemas militares inmensamente costosos a una fracción del costo de aquellos.
Según refieren diversos analistas estadounidenses, entre los cuales se encuentra Fareed Zakaria, Washington ha resultado complaciente frente a este reto. De acuerdo a Zakaria, el presupuesto de defensa estadounidense no sólo se ha encontrado fuera de control sino que carece de coherencia estratégica. A su juicio, aunque mal gestionado y ruinoso, este se encuentra en expansión continua. Según señala, de manera incomprensible el mismo presta poca atención a amenazas tales como los ataques desde el espacio o a la ciberguerra y, por el contrario, sigue gastando millardos de dólares en tanques o portaviones. (“Defense spending is America’s cancerous bipartisan consensus”, The Washington Post, July 18, 2019).
El porqué de esta actitud complaciente frente a los nuevos retos que se confrontan podría atribuirse al sentido de seguridad que Estados Unidos deriva de su apabullante ventaja frente a China en armamento nuclear. Efectivamente, en 2020 Estados Unidos contaba con 5.800 cabezas nucleares frente a 320 en manos de China. No obstante, la seguridad que podría derivarse de allí resulta más teórica que real. En efecto, hasta ahora China mantuvo una estrategia de mínima disuasión nuclear. Es decir, en lugar de embarcarse en una costosa competencia con Washington en esta materia se concentró en la eficiencia disuasiva de su menor arsenal. Una disuasión que, sin embargo, dispone de la capacidad para neutralizar la inmensa ventaja numérica de Estados Unidos.
Esto último por dos vías distintas. La primera, igualando con armamento convencional el poder de fuego de los misiles nucleares tácticos estadounidenses. Buen ejemplo de ello es su misil DF-26 que cuenta con gran precisión de tiro, un alcance de 3.000 a 4.000 kilómetros y una carga explosiva de 1.497 kilos. Contando con gran cantidad de misiles de este tipo, China está en condiciones de contrarrestar a los misiles nucleares tácticos estadounidenses. Es decir, aquellos de menor potencia nuclear destinados a ser usados en el campo de batalla. (Sebastien Robin, “Why China’s DF-26 Missile is a Guam Killer and a Nuclear Killer”, The National Interest, November 9, 2018).
La segunda vía va dirigida a hacer inoperante la superioridad del arsenal nuclear estratégico estadounidense. Es decir, aquellos misiles intercontinentales susceptibles de destruir ciudades. La esencia disuasiva de la estrategia china se ha sustentado en el carácter móvil y sigiloso de su armamento nuclear estratégico. A través de misiles posicionados en vehículos en movimiento y en submarinos, estos resultan difíciles de ubicar y de destruir. Ello brinda a Pekín la posibilidad de preservar su capacidad de retaliación ante cualquier primer ataque estadounidense.
Entre tales armamentos nucleares estratégicos cabría citar los siguientes: El misil balístico intercontinental DF-41 de movilidad por carretera, capaz de transportar 10 cabezas nucleares a 15.000 kilómetros de distancia y el misil balístico de lanzamiento por submarino JL-3, susceptible de exceder los 9.000 kilómetros de distancia. Para el lanzamiento de estos últimos China cuenta con seis submarinos nucleares, cada uno de los cuales puede transportar 12 misiles. De hecho, la Fuerza de Cohetes del Ejército de Liberación del Pueblo cuenta con docenas de lanzadores de misiles móviles – PLARF y de vehículos lanzadores erectores -TEL. (Andrew S. Erickson, “China’s Massive Military Parade Shows Beijing is a Missile Superpower”, The National Interest, October 1, 2019; Cary Huang, “China’s show of military might risk backfiring”, Inkstone, October 19, 2019; Greg Hadley, “China Now Has More ICBM Launchers than the US”, Air & Space Forces Magazine, February 7, 2023).
Sin embargo, en agosto de 2021 China experimentó exitosamente con un misil de planeo hipersónico apto para llevar una cabeza nuclear. Este también contribuiría a hacer inoperante la superioridad numérica estadounidense. Dada su velocidad cinco veces mayor a la del sonido y en base a la trayectoria indeterminada que pueden seguir (incluyendo una trayectoria vía Polo Sur que evadiría el sistema estadounidense de alarma temprana), este no lograría ser detectado a tiempo por las defensas estadounidenses. (Memetri Svastopulo and Kathrin Hille, “China test new space capability with Hypersonic missile”, Financial Times, October 16, 2021).
¿Qué podría justificar un primer ataque por parte de Estados Unidos a sabiendas de que en respuesta al mismo China está en capacidad de destruir Los Ángeles, Chicago, Filadelfia o Nueva York (o todas juntas)? Al igual que con su armamento asimétrico, capaz de destruir equipos inmensamente costosos en base a armas valoradas a una fracción del costo de aquellos, la estrategia china de mínima disuasión nuclear se sustenta en una tecnología de punta susceptible de hacer redundante la sobrecapacidad de destrucción nuclear estadounidense.
La estrategia china da cuenta de un pensamiento militar sutil y flexible. Por contraposición, el estadounidense se presenta rígido y poco imaginativo. Frente a la creatividad estratégica de Pekín, el aparato militar de Estados Unidos asemeja a un auténtico elefante blanco. Grande, pesado y vistoso pero carente de ductilidad.
En el campo del armamento nuclear como en tantos otros, sin embargo, Xi Jinping se está encargando de sembrar rigideces donde prevalecía la sutileza y la flexibilidad. Es así que China busca ahora igualar la capacidad de armamento nuclear estratégico estadounidense misil por misil y silo por silo. En efecto, China está en proceso de construir cientos de silos fijos (plataformas parcialmente subterráneas para el lanzamiento de misiles) y persigue disponer de 1.000 cabezas nucleares estratégicas para 2030, pudiendo alcanzar 1.500 para 2035. Valga agregar que esta última sería casi la misma cantidad de armas nucleares estratégicas de las que dispone actualmente Estados Unidos. Ello, en función al compromiso recíproco que hasta hace pocos días existía con Rusia en base al Tratado Nuevo START. (Andrew F. Krepinevich Jr., “The New Nuclear Age”, Foreign Affairs, May/June, 2022; Greg Hadley, arriba citado; Oren Lieberman, “China could have 1,500 nuclear warheads by 2035: Pentagon report”, CNN, November 29, 2022).
Así las cosas, Xi está echando por la borda la capacidad china para neutralizar la superioridad nuclear estratégica estadounidense a una fracción del costo de aquella, para buscar igualarse en una innecesaria sobrecapacidad de destrucción. En definitiva, el armamento nuclear busca dos propósitos: Una capacidad de amedrentamiento apto para inducir a un comportamiento dado en una contraparte más débil y una capacidad de retaliación que disuada del primer uso del mismo a un rival nuclear. Lo segundo, como veíamos, ya lo tenía garantizado China y lo primero es algo que está en condiciones de evitar dado su firme control del teatro de operaciones en su parte del mundo. Esto último significa, pura y simplemente, que la posesión y posicionamiento de la mayor fuerza naval del mundo en sus mares adyacentes, su militarización de los espacios insulares en estos, la cercanía de sus costas y la tenencia de un poderoso arsenal misilístico, se bastan por si solos para evitar cualquier posibilidad de amedrentamiento por parte de Washington. Así las cosas, igualarse en armamento nuclear estratégico a Estados Unidos no alteraría de manera significativa la correlación de poder o la ecuación militar entre las partes. Por el contrario, ello tan sólo inmovilizaría al grueso de su capacidad nuclear estratégica, haciéndola susceptible de fácil localización y destrucción por parte de Estados Unidos.
Ahora bien, donde si cobraría sentido la estrategia de Xi Jinping es si en lugar de pensarse en un juego a dos se pensase en un juego a tres. En otras palabras, para China el igualar a Estados Unidos en armamento nuclear estratégico adquiriría plena razón de ser dentro del contexto de un bloque China-Rusia. Ello entra en consonancia con las declaraciones dadas por el Ministro de Relaciones Exteriores chino Qin Gang el pasado 7 de marzo de los corrientes. Según éstas, no sólo China y Estados Unidos se encuentran en curso de colisión, sino que mientras más inestable resulte el mundo más imperativa se vuelve la relación de su país con Rusia. Medido en términos actuales, la capacidad conjunta de armamento nuclear estratégico que podrían tener China y Rusia duplicaría a la de Estados Unidos, lo cual acorralaría a este último.
En otras palabas, para igualar la conjunción de ambos rivales Estados Unidos debería doblar su actual capacidad. Sin embargo, nada hace suponer que estos, a su vez, no seguirían aumentando las suyas para mantener la superioridad estratégica. Según Thomas Schelling, gran tratadista de la teoría de los juegos y Premio Nobel de Economía, la confrontación entre dos superpotencias nucleares en condiciones de paridad equivale a la de dos pistoleros en el viejo Oeste. Quien desenfunde y dispare primero llevara una gran ventaja. Ello, básicamente, pues podría destruir la mayor parte de los misiles nucleares estratégicos de los que dispone la otra parte. Estados Unidos, no obstante, debería enfrentarse no a uno sino a dos pistoleros de igual destreza a la vez. Ello, a no dudarlo, pondría las cosas realmente difíciles para Washington. Sobre todo porque no podría contar con un aliado de su talla para enfrentarse a aquellos.