La visita en abril de 2006 del Secretario de Estado Adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental Tom Shannon a Beijing evidenció la relevancia que Washington otorga a los intereses de China en América Latina, no sólo del estricto punto de vista económico sino ya en materia estratégica.
Si bien es evidente que a nivel conducción del Estado los actores intervinientes prestan la debida atención a la dimensión estratégica de la relación sino-latinoamericana, puede aseverarse que en el ámbito académico hace apenas menos de tres años que se ha despertado el interés por conocer aquel aspecto.
Como trabajo “pionero” en la materia, se encuentra el promovido por el US Naval War College y los centros de Estudios Estratégicos de la Armada Argentina y de Estudios Hemisféricos “Alexis de Tocqueville” (también de la Argentina). El mismo se tituló Latin America Security Challenges, siendo su editor el Embajador retirado Paul. D. Taylor. La obra incluyó el capítulo Chinese Interests in Latin America, y a la hora de presentar sus conclusiones en lo atinente a la dimensión militar de los lazos sino-latinoamericanos, expresó en la pág. 100 (el subrayado es mío):
“From a national-security perspective, the most important areas to watch within contemporary PRC relations with Latin America include Sino-Brazilian aerospace cooperation, Chinese influence in the Panama Canal region, and Sino-Cuban military and intelligence ties. While none of these issues represents a concrete threat to hemispheric security in the foreseeable future, this benign assessment could require modification as Asia-Pacific security in the twenty-first century continues to evolve”.
La gira del presidente chino Hu Jintao en noviembre de 2004 por Argentina, Brasil, Chile y Cuba, pareció repercutir fuertemente en el ámbito castrense de los EE.UU., habida cuenta la presencia el 9 de marzo de 2005 del Gral. B. J. Craddock (Comandante en Jefe del Comando Sur), para testificar ante el Comité de FF.AA. de la Sala de Representantes sobre la presencia china en el subcontinente.
Sobre sus afirmaciones, cabe citarse (el subrayado es mío):
“An increasing presence of the People’s Republic of China in the region is an emerging dynamic… The PRC’s growing dependence on the global economy and the necessity of protecting access to food, energy, raw materials and export markets has forced a shift in their military strategy. The PRC’s 2004 Defense Strategy White Paper departs from the past and promotes a power-projection military, capable of securing strategic shipping lanes and protecting its growing economic interests abroad. In 2004, national level defense officials from the PRC made 20 visits to Latin American and Caribbean nations, while Ministers and Chiefs of Defense from nine countries [in the region] visited the PRC”.
¿Hasta qué punto la gira de Hu forzó la adopción de esta percepción? ¿Existieron otras variables políticas, ya sea de naturaleza internacional o doméstica? Lo que sí puede afirmarse aquí es que a partir de ese momento dieron a luz una serie de trabajos que incluyeron el aspecto militar de la relación sino-latinoamericana, los cuales hicieron eco de esta suerte de aprensión con respecto al desarrollo de los vínculos con China. Podemos citar a:
1. Congressional Research Service (The Library of Congress), “China’s Growing Interest in Latin America”, Report for Congress (20 de abril 2005)
2. R. Evan Ellis, U.S. National Security Implication of Chinese Involvement in Latin America (Carlisle, Pennsylvania: Institute for Strategic Studies-US Army War College, junio 2005);
3. R. Evan Ellis “China’s Changing Role in Latin America and Its Strategic Implications” (discurso en la American University –Washington D.C., 19 de octubre de 2005);
4. Stephen Johnson, “Balancing China’s Growing Influence in Latin America”, en The Heritage Foundation Backgrounder (nº 1888, 24 de octubre de 2005)
5. Council on Hemispheric Affairs, “Bush goes to Beijing, China goes to Latin America” (14 de noviembre de 2005); y
6. Peter Hakim, “Is Washington Losing Latin America?”, Foreign Affairs (1-2, 2006).
Evidentemente, la “mainstream” intelectual estadounidense que abraza esta percepción pesimista, adhiere a la tradición realista de las relaciones internacionales, de allí que observan a China como un competidor cuyo crecimiento generará una relación de competencia con EE.UU.. Resultante de ello es que la presencia del país oriental en América Latina (como también puede acontecer en África o el Medio Oriente) derivaría -casi inevitablemente- en un conflicto de intereses con EE.UU…
Si bien cabe aún analizar con detenimiento aquellos cuatro elementos, como primera reflexión, puede aseverarse que la mayoría de los trabajos académicos no sólo han sido generados como reacción espasmódica de los pronunciamientos gubernamentales en EE.UU., sino que además se han visto contagiados de su visión pesimista sobre las intenciones chinas en esta parte del planeta.
La paradoja es que en otros círculos donde China es analizada en el marco de la gran estrategia de los EE.UU., aquella nación no siempre es considerada una amenaza. Se puede citar aquí entre otros a James Dobbins, analista de temas de seguridad de la corporación Rand: “cuando nos encontramos con verdaderos adversarios como lo son Corea del Norte o Al Qaeda, China se convierte en un aliado y no en un adversario… No tenemos que inventar adversarios hipotéticos”. Si a la hora de analizar los intereses chinos en América Latina esa visión es inexistente, ¿será porque indefectiblemente el subcontinente es aún considerado por Washington como su patio trasero?
Más allá de esta serie de apreciaciones gubernamentales que desafortunadamente terminan incidiendo en el ámbito académico, ¿cuáles son los elementos que dan contenido a la relación militar sino-latinoamericana?
Básicamente, son cuatro los elementos que dan contenido a esta vinculación, cuyo análisis sigue a continuación:
1. los pronunciamientos que socaven la preeminencia estratégica de Washington (que Beijing puede lograr sin dificultad en Caracas, La Habana y La Paz),
2. la cooperación en áreas estratégicas (léase transferencia de tecnología e inteligencia),
3. los intercambios militares (consistentes principalmente en visitas oficiales de autoridades castrenses, intercambio de cursantes para efectuar estudios de capacitación, y visitas de unidades navales), y
4. la venta de equipamiento militar y armamento.
Pueden mencionarse también ciertos asuntos puntuales, como el interés chino en la administración de las instalaciones portuarias del Canal de Panamá y el despliegue de peacekeepers en Haití, que son parte de una estrategia mayor.
Con respecto a aquellos pronunciamientos que socaven la preeminencia estratégica de Washington, resultan indicadores ideales las visitas oficiales a Caracas, La Habana o La Paz de autoridades militares chinas, como también las visitas oficiales a Pekín, efectuadas por jefes militares de Venezuela, Cuba o Bolivia. Entre las primeras, pueden citarse la del Comisario Político del EPL a Cuba y Venezuela, entre el 6 y el 28 de julio de 2001; la del Subjefe del Departamento Político General del EPL a Cuba, entre el 4 y el 17 de agosto de 2001; la del Ministro de Defensa a Venezuela, entre el 25 de agosto y el 18 de septiembre de 2001; la del Asistente del Jefe de Estado Mayor General del EPL a Bolivia, entre el 28 de noviembre y el 11 de diciembre de 2001; y la del Comisario Político del Departamento General de Equipamiento a Cuba, entre el 18 y el 30 de abril de 2002.
Del mismo modo, en lo atinente a visitas oficiales a Pekín, efectuadas por jefes militares de Venezuela, Cuba o Bolivia, pueden mencionarse las del Jefe de la Armada de la República Bolivariana de Venezuela, entre el 20 y 24 de febrero de 2001; la del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de la República Bolivariana de Venezuela, entre el 21 y 27 de mayo de 2001; la del Jefe del Estado Mayor de las FF.AA. Revolucionarias de Cuba, entre el 26 de junio y el 3 de julio de 2001; la del Comandante en Jefe de las Fuerzas Aéreas de Bolivia, entre el 12 y 19 de noviembre de 2001; la de los Comandantes en Jefe de las fuerzas terrestres y navales de Bolivia, entre el 16 y 22 de junio de 2002; y la del Rector del Instituto Superior de defensa de Venezuela, del 8 al 15 de julio.
En ambos casos, fueron efectuados discursos que aludieron a las siguientes cuestiones:
1. la existencia de posiciones similares centradas, básicamente, en la defensa de los intereses ante “las apetencias de la potencia hegemónica”;
2. la satisfacción por el logro de “una alianza estratégica con China”;
3. el reconocimiento de que “a pesar que el actor hegemónico intenta frenar el progreso”, se está consolidando “una relación estratégica con China que hará posible el crecimiento”.
Si se toman los posteriores libros de la defensa de diciembre de 2004 y 2006, no sólo se volverán a identificar pronunciamientos de similar tenor, sino también que los intercambios de visitas en una u otra dirección de altas autoridades militares se vieron incrementadas en un 20% y 33% respectivamente.
En cuanto a la cooperación en áreas estratégicas, básicamente transferencia de tecnología e inteligencia, en el primer aspecto se destacan los emprendimientos efectuados con la Argentina y con Brasil. Con respecto a nuestro país, es reconocida la cooperación en el uso pacífico de la energía nuclear (que se remonta a la década de 1980), la cual fue reforzada durante la visita del Presidente Hu a la Argentina en noviembre de 2004 con un acuerdo para la venta a China de reactores nucleares para producir neutrones de baja energía. Este documento incluyó asimismo la colaboración para el lanzamiento de un satélite binacional.
En cuanto a lo hecho por Brasil, sobresale la cooperación en materia satelital (que data de la década de 1990), la cual registra entre 1998 y 2004 la firma de cinco acuerdos sobre el particular, cuyo resultado fue el lanzamiento en 1999 del Satélite para Exploración de los Recursos Terrestres Sino-Brasilero y en 2003 del cohete Larga Marcha 4B. Por otra parte, durante la visita a Brasil del ministro de defensa chino en octubre de 2004, se firmó un Acuerdo de Cooperación en Defensa que incluyó la construcción naval conjunta.
Cabe mencionarse también que en el campo de la transferencia tecnológica, ha tenido lugar por parte de Venezuela la adquisición de equipos de radares y comunicación satelital chinos.
En el segundo aspecto de la cooperación en áreas estratégicas, es decir la inteligencia, en lo atinente a iniciativas que tengan a la parte china como beneficiario (receptor de información) pueden mencionarse el eventual empleo de la República Popular de las estaciones de escucha en Lourdes y Bejucal (Cuba) que fueron construidas por la desaparecida Unión Soviética, y el otorgamiento de informes sobre las iniciativas de diplomáticos taiwaneses (en pos de mejorar los lazos bilaterales con su contraparte latinoamericana) y las actividades de los integrantes de la secta Falungong. En los casos que la parte latinoamericana resulta beneficiada, puede citarse la entrega de información sobre el accionar de mafias chinas que tienen proyección en el subcontinente.
En materia de intercambios militares, si a las visitas de alto nivel mencionadas en el primer punto se les agregan todas aquellas que tuvieron como destino u origen el resto de los países latinoamericanos que mantienen relaciones diplomáticas con China, puede observarse que sólo en el bienio 2005-2006 se contabilizan cinco visitas a Argentina, cuatro a Chile, tres a Brasil, México y Perú, y dos a Colombia y Uruguay; mientras que se registran visitas a China de autoridades militares de Argentina, Chile, Ecuador, Perú y Uruguay. Además de estos intercambios de visitas de alto nivel, deben mencionarse los cursos de “Doctrina Militar y Defensa Nacional para Oficiales Jefes” que brinda el EPL en Beijing (de tres meses de duración, sufragando los gastos el anfitrión) y seminarios como el “Foro de Seguridad Cooperativa entre China y América Latina de cara al futuro” que organizó el EPL en su capital e incluyó visitas a unidades y escuelas militares en Xi’an Urumqi y Shanghai (en su versión del año 2005 duró doce días y estuvo dirigido a coroneles o grado equivalente). El espíritu de estos eventos mayormente guarda relación con una crítica del orden de cosas en el sistema internacional y la promoción de una visión afín al establecimiento de un orden internacional multipolar.
Cierta relevancia reviste también las visitas a puertos chinos de unidades navales latinoamericanas o viceversa. Podemos aquí identificar lo hecho por Chile tanto entre el 21 y 25 de octubre de 2001 como entre 28 de junio y el 2 de julio de 2004, por México entre el 27 de agosto y el 1 de septiembre de 2002, y por Perú entre el 13 y 16 de febrero de 2006. Por su parte, una flotilla de la Armada del EPL visitó Brasil, Ecuador y Perú como parte de una navegación alrededor del mundo (entre el 15 de mayo y el 23 de septiembre de 2002).
Concluye el listado de elementos que dan contenido a la vinculación militar entre nuestro subcontinente y la República Popular la venta de equipamiento militar y armamento. Este elemento constituiría el principal motivo de preocupación del hegemon regional, EE.UU., en virtud de que ello implicaría ver afectadas sus cuasi monopólicas ventas de material a la región a la vez que un quebrantamiento de su primacía hemisférica (por inmiscuirse un actor extra-regional en la venta de un factor tan crucial en el cálculo estratégico).
En rigor de verdad, lo único que ha tomado estado público en la materia, lo constituye el equipamiento –lo cual relegaría el armamento-. El primer emprendimiento en la materia lo constituiría el mencionado Acuerdo con Brasil de octubre de 2004, el cual aún no habría sido aprobado por el Congreso de ese país. Un antecedente más cercano es el Convenio de cooperación del 16 de mayo del corriente entre la Ministro de Defensa de la Argentina y su homólogo chino, en ocasión de la visita de este último a Buenos Aires. Según este Convenio, la Argentina evaluaría la adquisición de un helicóptero y un vehículo de transporte chinos. Existen especulaciones sobre que Venezuela estaría interesado en abastecerse de armamento chino, pero ello no ha podido ser confirmado.
Por último, todo este panorama descripto se refuerza con el interés de China por controlar las instalaciones del Canal de Panamá y por ende el tráfico marítimo bioceánico, a lo cual habría accedido con el otorgamiento del leasing de las instalaciones de Balboa y Cristóbal a un holding donde se identifica como cabeza visible a la compañía Hutchinson Whampoa. A ello se le suma el despliegue de peacekeepers en Haití (específicamente 125 efectivos de la Policía Armada Popular –fuerzas de seguridad de China-), hecho que constituyó la primera contribución de la República Popular a una iniciativa de paz de la ONU en el Hemisferio Occidental (si bien el grueso de las tropas provenían de países latinoamericanos -Brasil, Chile y Argentina-). Estas acciones, básicamente no pueden ser definidas como parte de una política de cooperación militar con América Latina, sino como integrantes de una estrategia destinada a competir por espacios de poder y protagonismo internacionales con los EE.UU…
Si tomamos los contenidos de los cuatro elementos principales que brindan sustento a la cooperación militar entre China y América Latina, se podrá inferir que los mismos en sí mismos no presentan particular relevancia, dado que la venta de equipamiento o armamento no constituyen el principal rubro de la vinculación.
En síntesis, estos cuatro elementos son entonces primordialmente funcionales a una política exterior dirigida a forjar relaciones cooperativas con actores que –aunque sólo ostenten peso medio o tengan poca incidencia en el sistema internacional- contribuyen al fin establecido por Beijing de desafiar el status quo vigente a partir del fin de la Guerra Fría. Por tal motivo, la preocupación evidenciada por algunos altos funcionarios de los EE.UU. sobre la naturaleza de esta cooperación, estaría más cercana a lo mítico que basada en la realidad.