A finales de agosto, el gobierno taiwanés aprobó su proyecto de presupuesto. Según las cifras avanzadas, hasta un 20,1% se reserva para los gastos de defensa, el primer capítulo de gasto con un aumento del 16,4% cuando el monto global de las cuentas de la isla sólo crece un 7,6%.
Cabe esperar que dicho incremento se modere en el trámite parlamentario si, finalmente, dicho documento llega a aprobarse. De hecho, el presupuesto correspondiente a 2007 fue aprobado cuando ya había vencido la mitad del ejercicio, en buena medida por causa de los desacuerdos existentes entre las principales fuerzas políticas en torno a una compra de armamento propuesta por EEUU en 2001.
El considerable aumento del gasto en defensa es una respuesta al incremento registrado al otro lado del Estrecho (un 17,8% en el presente ejercicio). Pero, a diferencia de las facilidades que encuentra el gobierno de Beijing para hacer aprobar sus planes, en Taipei cabe esperar una aguda tensión política en torno a este tema que puede conducir a una nueva parálisis presupuestaria.
Por otra parte, en el mismo orden de asuntos, las tensiones entre Taipei y Washington a propósito de la convocatoria del referéndum sobre el ingreso de Taiwán en la ONU, no parecen haber afectado a la cooperación militar, aunque Taiwán, ante la hipótesis de la inminencia del peor de los escenarios posibles, siga quejándose de la inexistencia de canales de comunicación directos al más alto nivel, especialmente cuando existe la eventualidad de que puedan producirse situaciones de urgencia.
Recientemente, el pasado 12 de septiembre, el vice-ministro de Defensa taiwanés, Ko Cheng-heng, reclamó de Washington más ayuda para que Taipei pueda desarrollar mayores intercambios en materia de seguridad con otras potencias de la región. Participando en la sexta edición del encuentro anual Estados Unidos-Taiwán sobre la industria de defensa, insistió en la importancia de trasladar un apoyo efectivo que pueda quebrar el aislamiento internacional de la isla y disponer de la capacidad necesaria para gestionar la solidaridad en caso de crisis.
El pasado 17 de septiembre, pocos días después del anuncio de la venta de 12 aviones P-3C antisubmarinos y otras armas avanzadas (entre ellas, 144 misiles crucero) por parte de Estados Unidos a Taiwán, China hizo saber de nuevo su oposición, ya que ello añade más factores de tensión a una situación de por si en extremo complicada y supone el envío de una “señal errónea” a quienes promueven la secesión de la isla. Nada indica que EEUU tenga intención de dar marcha atrás en su tentativa como forma de presión sobre Taipei para disuadirle de llevar a cabo el referéndum, previsto para marzo de 2008, circunstancia que permite a Beijing acusar de nuevo a Washington de practicar la consabida ambigüedad estratégica.
Instalado en otro rumbo, Ma Ying-jeou, el candidato del KMT a las presidenciales de marzo, ha propuesto la supresión del servicio militar, que actualmente dura 16 meses, antes de 2014. En su programa incluye la profesionalización del Ejército y entre sus principios estratégicos en el orden defensivo excluye el recurso a las armas de destrucción masiva, así como la declaración del estrecho de Taiwán como zona libre de armas nucleares.
Pero pese a las buenas intenciones que algunos manifiestan, las espadas siguen en alto. La denuncia efectuada el pasado 4 de septiembre por el Pentágono acerca de supuestos ataques cibernéticos por parte de China, sin mencionarla expresamente (y desmentidos oficialmente), pudieran indicar que Beijing se está preparando para una guerra electrónica global que podría ser de gran importancia en el escenario del Estrecho. Su primer objetivo sería hacer inoperantes los sistemas de la flota del Pacifico de EEUU en caso de conflicto militar con Taiwán. Esa combinación de advertencias e indicios no debiera tomarse a la ligera.