Tras el señalamiento de Rusia y China como rivales estratégicos por parte de EEUU en su recién adoptada política de seguridad nacional, es inevitable imaginar que China apostará por doblar el blindaje de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) para evitar que más frentes se sumen a las tensiones que ahora mismo debe gestionar, especialmente la militarización del Mar de China meridional.
Las críticas palabras del secretario de Defensa de EEUU, James Mattis, en el Diálogo de Shangri-La de hace una semana, precedidas de la retirada de la invitación a Beijing para participar en las maniobras RIMPAC, anuncian la persistencia de serios nubarrones en el horizonte inmediato. Ni las diferencias comerciales ni estratégicas se disiparán con facilidad.
Con la visita de Estado a China de Vladimir Putin en paralelo a la celebración de la cumbre de Qingdao, ambos países anudarán un poco más su relación, que sigue avanzando a paso sostenido y constituye la espina dorsal de la OCS. Putin fue agasajado con la primera Medalla de la Amistad concedida por el gobierno chino, dando cuenta del excelente momento que atraviesan sus vínculos. La seguridad y la estabilidad constituyen preocupaciones compartidas pero su acercamiento a la hora de evaluar la situación internacional y el impulso de las relaciones bilaterales cimentan la próxima fase del crecimiento de su asociación estratégica. Cuanto mayor sea el señalamiento de EEUU hacia ambos, más lógico parece que sus compromisos en el orden económico, político y militar se refuercen. Potencial hay de sobra. El comercio bilateral en 2017, por ejemplo, ascendió a 90 mil millones de dólares y con toda la OCS sumó 271.600 millones. El comercio de China con EEUU en el mismo año fue por valor de 636 mil millones…
La de Qingdao es la primera cumbre que la OCS celebra tras el ingreso de India y Pakistán como miembros de pleno derecho. La OCS suma ocho miembros, cuatro observadores y seis socios de diálogo. Cubre el 60 por ciento de Eurasia, abarca casi la mitad de la población mundial y representa más del 20 por ciento del PIB global. Dichos datos cabe complementarlos con la constatación de una vasta heterogeneidad y no pocas contradicciones internas, lo que sugiere una institucionalización progresiva que permita ensanchar los ámbitos de confianza en un contexto de mayor alcance. De lograrlo, puede aspirar a un incremento sustancial de su influencia.
Para China es de vital importancia elevar la significación regional e internacional de la OCS como concreción de su modelo de relaciones mundiales, trabajando a la par en el orden de la seguridad, de la cooperación económica y política o en el intercambio entre los pueblos. Su reestructuración para dotarse de mecanismos ágiles en la toma de decisiones constituye uno de los retos principales de la agenda.
Si la cooperación en seguridad motivó en gran medida su propio surgimiento, hoy día, la cooperación económica, con el impulso de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, representa la clave de bóveda para afianzar la nueva hoja de ruta.
Mientras, en la otra ribera del Pacífico, la crispación por la guerra comercial condiciona el encuentro del que antes era el G8-1 (tras la suspensión de Rusia en 2014) y que a partir de ahora podría ser el G6+1 (¿realmente suma Trump…?).