El dossier de la venta de armas a Taipei por parte de Washington va camino de cerrarse con el visto bueno del Congreso. Abierto desde 2001, a pesar de las sucesivas rebajas que ha experimentado, incluye una de las ventas más importantes de la historia de las relaciones estadounidense-taiwanesas.
Hasta la llegada de Ma al poder, el KMT (Kuomintang) bloqueó desde el Yuan legislativo cualquier posibilidad de éxito de la compra. No obstante, el pasado 15 de junio dio luz verde a la adquisición. Razones de política interior justificaron en su día la negativa y probablemente ahora el cambio de actitud se explique por la necesidad de trasladar un mensaje de conciliación a las autoridades norteamericanas. El hecho se produce solo tres meses después de que el almirante Timothy Keating, jefe del estado mayor de las fuerzas americanas en el Pacífico, anunciara la decisión de la Administración Bush de congelar temporalmente las ventas de armas a Taipei.
Pero el mensaje también va dirigido a Beijing, que avanza poco y lentamente en la aprehensión de la nueva situación, limitándose a ampliar y tender nuevos puentes en las relaciones bilaterales, pero sin encarar con iniciativa y valentía los asuntos más sensibles en los que el KMT precisa concretar avances significativos. Posiblemente, un anuncio de Beijing (esperado) en relación a los misiles que apuntan a Taiwán hubiera hecho incomprensible esta compra, pero la lentitud de las autoridades chinas a la hora de impulsar progresos que generen confianza entre las partes, restringe poco a poco el optimismo inicial.
La compra incluye misiles antitanque, helicópteros Apache y Black Eagles, baterías de misiles Patriot PAC-3, varios submarinos diesel, aviones de lucha antisubmarina del tipo Orion y misiles mar-mar del tipo Harpoon. El valor estimado asciende a unos 6.500 millones de dólares.
Los cambios de actitud en Washington y Taipei reflejan la importancia estratégica de esta relación, crucial para ambas capitales, y poco afectada, al menos por el momento, por el nuevo entendimiento establecido entre la isla y el continente en numerosos dominios (desde la seguridad alimentaria a la coordinación de respuestas frente a la actual crisis financiera), pero que sigue encontrando obstáculos difícilmente salvables en orden a garantizar el “estatuto internacional” que se reclama desde la isla a pesar de su renuncia efectiva a agitar el concepto de independencia. El presidente Ma ha destacado que este compromiso de EEUU (que desmiente el supuesto desinterés de Bush por la seguridad de la isla) con una política de defensa activa pone fin a ocho años de turbulencias en las relaciones bilaterales y abre una nueva etapa de confianza mutua.
Como cabía esperar, Beijing ha condenado esta decisión con un torrente de declaraciones, recordando que “manejar apropiadamente la cuestión de Taiwán es la base política esencial de las relaciones sino-estadounidenses”, y reservándose el derecho a adoptar medidas de respuesta. En relación a Taipei, en lo inmediato, este episodio puede retrasar la visita prevista de Chen Yulin, presidente de la Asociación para los intercambios a través del estrecho de Taiwán, a la isla.
Por otra parte, la Corporación de Inversión de China (CICh), un fondo soberanos, confirmó la retirada de todas sus inversiones del Primary Fund, uno de los principales fondos estadounidenses en el mercado de dinero. ¿La primera respuesta? Bien pudiera ser.