Treinta años después del inicio de la política de reforma y apertura en China, el presidente Hu Jintao aspiraba a convertir este otoño en expresión de una significativa profundización de dicho proceso, impulsando un nuevo giro centrado en la cuestión clave: la disponibilidad de la tierra. Ciertamente, la reforma china empezó en el campo pero lleva años estancada, cediendo protagonismo al medio urbano y costero desde 1984. El mandato de Hu, iniciado en 2002, tiene en el medio rural una de sus claves principales: eliminó impuestos, impulsó grandes inversiones sociales, protegió las tierras cultivables, combatió más la corrupción, pero, aún así, la percepción global del campesinado chino, casi el 60% de la población, no ha mejorado. La sombra de la inestabilidad en China tiene un claro acento rural.
La aprobación de la legislación sobre la propiedad privada, en marzo de 2007, dio respuesta, sobre todo, a las necesidades de la nueva clase media urbana, pero no arbitró medios de protección suficientes en el medio rural para que los campesinos pudieran enfrentarse a los funcionarios locales que han utilizado el interés público para expropiar sus tierras, adscribiéndolas a proyectos industriales o inmobiliarios que, en no pocos casos, les han abocado a una nueva pobreza. Numerosas voces llevan años reivindicando la regulación de la propiedad privada en el campo como instrumento indispensable para no solo promover una nueva ola de prosperidad sino también como medio de defensa frente a los abusos de los funcionarios locales. Enfrente se sitúan aquellos que siguen defendiendo a ultranza la naturaleza pública de la propiedad de la tierra, situando en ella una frontera infranqueable del llamado socialismo con peculiaridades chinas.
Las propuestas que Hu Jintao ha promovido sugieren una doble vía: mantenimiento formal de la propiedad pública de la tierra pero aligerando de hecho su contenido otorgando más derechos de disposición a sus titulares fácticos, iniciando así una segunda transición en el campo destinada a favorecer un cambio profundo en la gestión y explotación de las tierras agrícolas que debería permitir la reducción de las desigualdades entre el mundo rural y urbano y la emergencia de grandes explotaciones, lo que probablemente acelerará el éxodo rural y la urbanización.
Las lagunas del comunicado final del pleno de otoño del Partido Comunista han sembrado dudas sobre el grado de unanimidad existente en sus filas. El temor al resurgir de grandes propietarios terratenientes constituye un obstáculo a la reforma, pero esta será imparable si Hu Jintao promueve, en paralelo, un reforzamiento del papel del PCCh y sus cuadros locales.