En las revueltas aguas asiáticas, no solo Filipinas o Japón alzan su voz en los diferendos con China. También Vietnam se suma a la greña. La adopción de medidas defensivas por parte de Hanói en las islas disputadas en el Mar de China meridional sugiere un nuevo y peligroso escalón en las tensiones con China. Hanói ha instalado recientemente cohetes y misiles que podrían alcanzar las pistas y bases bajo control de Beijing. El traslado de lanzamisiles a sus propias bases plantea a China el nivel de respuesta y eleva el grado de militarización de las Spratly/Nansha. Se trata de la iniciativa de mayor alcance por parte de Vietnam en los últimos tiempos.
Tras el fallo de julio de la Corte Permanente de Arbitraje (CPA) de La Haya, que negó validez a las pretensiones chinas, la situación tiende a empeorar. Mientras cierta esperanza de diálogo avanza entre Beijing y Manila para reparar los desperfectos, Vietnam, ante el temor de una reacción china que ya ha apuntado maneras con planes para reforzar sus posiciones, quiere contrarrestar el avance de la proyección continental en la zona y reducir su vulnerabilidad.
Las tensiones vienen de lejos. Aun siendo países vecinos y, más aún, aliados ideológicos, la sucesión de incidentes enumera una larga lista. Desde la breve guerra de 1979 a las escaramuzas de 1988, China fue ganando terreno tanto en las Paracel/Xisha como en las Spratly/Nansha, dos de los principales archipiélagos de la región, en una estrategia que se mostró más incisiva desde comienzos de la década setenta. Desde entonces, a la par que su poder económico, las capacidades militares chinas han mejorado sustancialmente.
En 2002, ambas partes suscribieron un código de conducta que recomienda la negociación para resolver los desacuerdos y excluye por tanto el recurso al arbitraje o la mediación internacional. En 2011, en el transcurso de una visita del entonces vicepresidente Xi Jinping, ambas partes pactaron acelerar la delimitación de las aguas territoriales y negociar la explotación conjunta en la zona de Paracels/Xisha muy frecuentada por los pescadores vietnamitas. En 2013 sus respectivas marinas, por primera vez, mantuvieron encuentros y escalas y en 2014 iniciaron un diálogo de defensa. No obstante, esta positiva tendencia naufragó en mayo de 2014, al explotar la cólera vietnamita contra China en razón de la instalación de una plataforma petrolífera en el entorno de las Paracel/Xisha. Aquella ola de violencia se saldó con varias decenas de muertos y centenares de heridos, edificios asaltados y fábricas destruidas. Varios miles de chinos debieron ser evacuados a su país con toda urgencia. En el Mar de China Meridional puede haber unos 11.000 millones de barriles de petróleo y 5,4 billones de metros cúbicos de gas.
El planteamiento del contencioso a la CPA de La Haya evaporó la confianza. Después de Filipinas, Vietnam se convirtió en el segundo país de la ASEAN, de los cuatro con litigios en la zona con China, que opta por la demanda internacional. Como en el caso filipino, de poco le valdrá a Beijing apelar legítimamente a la cláusula de reserva que prevé la convención de Montego Bay porque esto no evitará la adversidad de una sentencia que se aventura contraria a los intereses chinos. Beijing reclama la soberanía sobre el 90 por ciento de la zona con base en argumentos de naturaleza fundamentalmente histórica que son contestados por otros países ribereños. El reciente desarrollo de los acontecimientos acercó a Filipinas y Vietnam, poniendo fin a décadas de desconfianza. Japón e India incrementan su proyección en la zona. Y también Rusia intenta recuperar la influencia perdida tras la disolución de la URSS. En los años ochenta, Vietnam recibía la tercera parte del total de su ayuda a los países en desarrollo.
El amigo americano
En mayo de este año 2016, Obama se convirtió en el tercer presidente estadounidense en visitar Vietnam (tras Clinton y Bush). En esa visita, adobada con el previo ingreso de Hanói en el Acuerdo Transpacífico que lidera EEUU y el levantamiento del embargo sobre la venta de armas que pesaba sobre el país, podría decirse que Washington daba por finiquitada la etapa de fabulación de una cierta neutralidad en los diferendos del Mar de China meridional. El número uno del Partido Comunista de Vietnam, Nguyen Phu Trong, visitó Washington en julio del año pasado.
Instrumentalizando a conveniencia la obsesión territorial de Beijing y el nacionalismo vietnamita, EEUU sumó a Hanói al eje conformado con Manila, Seúl y Tokio. Desde 2003, sus navíos de guerra hacen escala en Vietnam con una frecuencia muy superior a la china.
Frente a esa lógica militarista que parece imponerse, urge un apaciguamiento de las tensiones entre China y Vietnam a propósito de las querellas de soberanía en el Mar de China meridional. El fracaso en este empeño y en la gestión compartida de sus propios intereses, por más vitales que sean, solo da alas a las políticas de contención y formación de bloques que pueden arruinar las expectativas de la región, sometiéndola a imperativos ajenos.