China y el significado histórico del año 1979 Alfredo Toro Hardy es un diplomático y académico venezolano

In Análisis, Sistema político by Director OPCh

El año de 1979 resultó una de esas fechas claves en la historia. Durante el mismo se iniciaron tres de los procesos que habrían de asumir mayor significación en las décadas siguientes: El emerger del islamismo, el despegue del fundamentalismo cristiano en Estados Unidos y la apertura económica china. Dichos procesos habrían de convertirse en marcos de referencia fundamentales en los años por venir.

El emerger de los fundamentalismos

Fue, en efecto, el año en el que la Revolución Islámica triunfó en Irán, desatando un movimiento que habría de cambiar la faz del Medio Oriente. Inicialmente identificado con la fe chiita, el islamismo se proyectaría también sobre los sunitas.

En 1979 surge también el llamado movimiento de la “Mayoría Moral” en Estados Unidos, en el cual habrían de converger las expresiones extremas de baptismo, pentecostalismo y demás manifestaciones de protestantismo disidente.

Tanto en el Medio Oriente como en Estados Unidos se producía un fenómeno que Karen Amstrong habría de sintetizar en los siguientes términos: “El asalto fundamentalista tomó a los secularistas por sorpresa. Estos habían asumido que la religión nunca volvería a jugar un papel relevante en la política, pero durante la fase final de los setenta se produjo una explosión militante de fe. En lugar de recurrir a algunas de las ideologías modernas, estos tradicionalistas radicales citaban los textos sagrados, así como a leyes y principios arcaicos que resultaban por entero ajenos al discurso político del siglo XX” (Amstrong, 2001, p. 276).

La apertura económica china

De los tres fenómenos referidos, sin embargo, el inicio del despegue económico chino sería el que habría de asumir mayor relevancia de cara a la historia. Ello, en la medida en que sentó las bases para la consolidación de ese país como una de las dos grandes superpotencias económicas y políticas del planeta. Esto, a su vez, habría de traducirse con el tiempo en una rivalidad con los Estados Unidos llamada a dar forma a una nueva Guerra Fría.

A partir de 1979, en efecto, Deng Xiaoping puso en marcha un proceso de cambio económico por fases, sustentado en una nueva lectura del orden internacional. La confluencia de ambos factores hizo que la naturaleza del cambio iniciado trascendiese a la mera transformación económica. En esencia, los dos pilares centrales de su propuesta eran los de dejar atrás la etapa de “guerra y revolución” y adentrarse en la “apertura económica sin cambio político”.

El período de Mao Zedong estuvo caracterizado por la convicción de que una guerra mundial era inevitable. Ello determinaba un énfasis en políticas económicas adecuadas para sostener una guerra en dos frentes. Es decir, con Estados Unidos de un lado y con la Unión Soviética del otro.

La convicción anterior condujo a la dispersión de recursos económicos, incluyendo la costosa localización de los factores productivos en espacios montañosos poco proclives para ello. Aparejó, a la vez, la subvaloración de los espacios costeros que históricamente habían sido los epicentros de su economía.

A partir de la observación del escenario internacional, Deng concluyó, sin embargo, que la hipótesis de la guerra mundial no lucía probable durante un período sostenido de tiempo. Bajo tales condiciones, era factible posponer e incluso abandonar la política maoísta de “guerra y revolución”, para adentrarse en una era de “paz y desarrollo”. Según Joshua Cooper Ramo: “Se trató de una de esas grandes intuiciones estratégicas por parte de un líder histórico, un coup d’oeil que sentó las bases para todo lo que habría de venir después” (Cooper Ramo, 2007, p. 28).

Un modelo autóctono

Ello se traduciría, ya en 1985, en una política exterior definida sobre la base de principios tales como los de no agresión, la no intervención y la coexistencia pacífica con todos los países. Ello, al margen de los sistemas políticos de aquellos.

Sin embargo, Deng no sólo asumió como prioridad la necesidad del desarrollo económico sino, al mismo tiempo, la de hacerlo en términos endógenos. Es decir, definiendo estrategias económicas sustentadas en las especificidades políticas, culturales y sociales de China.

Ello implicaba un modelo autóctono, alejado de las terapias de choque que había puesto tan de moda, por aquel entonces, el llamado Consenso de Washington y que tanto daño producirían por doquier. Implicaba, al mismo tiempo, un proceso de apertura económica bajo control político. Ello difería radicalmente del experimento de apertura económica y política simultánea que, por aquellos mismos años, adelantaba Rusia. Experimento que habría de conducir al colapso de su sistema.

No en balde, ya en 1989, Deng preferiría la represión sangrienta del movimiento estudiantil que reclamaba la democratización del país, antes que permitir la pérdida de control político del proceso de cambio por parte del régimen del Partido Comunista Chino.

Al mantenerse entre los extremos representados por el Consenso de Washington y la Perestroika, Deng logró el éxito de su modelo de apertura económica. Un modelo altamente pragmático que permitía la experimentación y el error y que, de acuerdo al aforismo de Deng, “cruzaba el río sintiendo las piedras del fondo”. Se trataba de un proceso de etapas

progresivas y de políticas transitorias que actuaban como puentes entre una etapa y otra.

En palabras de Martin Jacques: “El proceso de reforma ha sido gradual y pragmático, introduciendo etapas progresivas que permiten ir construyendo y ajustándose en base a las fuerzas del mercado. Se trata de un modelo incremental”. (Jacques, 2009, p. 13).

La gradualidad del proceso

La gradualidad del proceso se manifestaba a través de sus exportaciones y de sus industrias manufactureras. Las primeras se canalizaron a través de sus áreas especiales, las cuales fueron expandiéndose, mientras que las segundas fueron sometidas a una reducción gradual de sus tarifas proteccionistas.

Con el establecimiento en 1979 de las Zonas Económicas Especiales se inició el proceso de apertura económica. Su punto de partida se encontró en el Sudeste del país, teniendo como bases a las recién creadas ciudades de Shenzhen, Zhulai y Shantou en la provincia de Guandong y a la de Xiamen, en la provincia de Fujian. En 1983 se establecieron ocho zonas especiales adicionales en el área Pekín-Bahía de Bohai,

Shanghai, Wuhan y el Delta del Río Perla. En 1984, catorce ciudades costeras fueron abiertas a la inversión extranjera y a la exportación, mientras que, en 1985, cincuenta y dos ciudades adicionales se sumaron a este proceso en los deltas de los ríos Perla y Yangtze. Y así sucesivamente. (Toro Hardy, 2013, p. 22).

El paso siguiente fue la adhesión de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 2001, con lo cual se iniciaba una cuenta regresiva para la total apertura económica. De hecho, las tarifas domésticas habían venido cayendo de manera progresiva, en función de la capacidad de las empresas localizadas en China de hacer frente a la competencia extranjera. En 1982 estas se situaron en 55%, en 1996 en 24%, en 2003 en 12%. Al materializarse en 2006 la plena entrada en vigencia de las normas de la OMC, las tarifas chinas se situaron en 6%. (Toro Hardy, 2013, p. 23).

El mayor crecimiento económico en la historia humana

Ahora bien, la gradualidad del proceso no debe hacer perder de vista la velocidad del mismo. Se trató, ni más ni menos, del crecimiento más rápido de una economía en la historia documentada de la humanidad. En el proceso el PIB

chino se ha duplicado en varias oportunidades, mientras 800 millones de seres humanos fueron sacados de la pobreza. China.

En Poder de Paridad de Compra el PIB chino superó al de Estados Unidos hace ya varios años y se esperaba, antes de la crisis económica que actualmente experimenta ese país, que con el cambio de década el PIB chino, medido en términos absolutos, habría de pasar también al primer lugar mundial. Si bien un fuerte retorno al estatismo y la manifiesta subordinación de la economía a la política por parte de Xi Jinping, han creado numerosos problemas a la economía de ese país, nadie puede negar la magnitud de lo alcanzado desde 1979.

A no dudarlo, de los tres procesos que se iniciaron ese último año, la apertura económica china fue el de mayor significado histórico.

 

Referencias:

Amstrong Karen (2001). The Battle for God. London: HarperCollinPublishers.

Cooper Ramo, Joshua (2007). Brand China. London: The Foreign Policy Center.

Jacques, Martin (2009). When China Rules the World. London: Allen Lane.

Toro Hardy, Alfredo (2013). The World Turned Upside Down. New Jersey: World Scientific.