El Presidente Hu Jintao de China, que esta semana se encontrará en Estados Unidos, fue calificado por la revista Forbes como la persona más poderosa del planeta. ¿Qué tan válida es esta afirmación? Si fuese en función del Estado que representa, esta categorización resultaría prematura. Su anfitrión en la Casa Blanca se encuentra a la cabeza de una nación que, aún por varias décadas, detentará la primacía mundial. Ahora bien, mientras Obama se ve cercado por un Congreso de signo contrario y fuertemente limitado en su acción por triángulos de hierro, grupos de presión y una aguerrida prensa, Hu podría detentar un poder mucho más amplio en su país. ¿Es este el caso?
Para comenzar hay que decir que la autoridad en China se ejerce hoy en forma mucho más colectiva de lo que ocurría en tiempos de Mao. Diversas instancias burocráticas e institucionales son responsables de las grandes decisiones. Las mayores corporaciones estatales, de su lado, se convierten cada vez más en centros autónomos de poder. Por si lo anterior fuera poco, el Presidente debe convivir con unas inmensamente poderosas Fuerzas Armadas, lo que lo obliga a asumir la jefatura de la llamada Comisión Militar Central, cargo adicional al de la propia jefatura del Estado, como mecanismo para mantener su influencia sobre éstas. Por lo demás debe coexistir con otra instancia de poder paralela a la suya, la del Primer Ministro, cargo que no emana de su autoridad sino de las mismas fuentes partidistas que lo eligen a él. Bajo tales circunstancias es evidente que el Presidente, más que un gran decisor, resulta un articulador privilegiado entre los diversos círculos concéntricos de poder prevalecientes al interior del sistema.
Pero más allá de la compleja dinámica anterior, cada Jefe de Estado está en capacidad de proyectar su impronta de manera más o menos nítida. Jiang Zemin supo hacerlo con indudable fuerza. La pregunta a formularse, por consiguiente, sería: ¿Cuán grande es el peso de Hu dentro del sistema? La respuesta desde luego no es fácil, habida cuenta de la opacidad que prevalece al interior del mismo. Sin embargo, un conjunto de elementos podría aportar pistas en este sentido.
En 2012 Hu abandonará la presidencia, conservando aún por un tiempo otros cargos, como es la costumbre. Aunque él deseaba dejar como su sucesor a una de las dos figuras fulgurantes de de la generación de relevo, el Vice Primer Ministro Li Keqiang, su aspiración se vio frustrada. Quien resultó designado por el Comité Central del partido para hacerlo, fue la otra gran figura de esa generación: el ex Alcalde de Shanghai y ex Gobernador de Fujian y Zheijiang: Xi Jinping. Este último, como ha reseñado la prensa en varias ocasiones y como al parecer quedó en evidencia en un reciente contacto con Angela Merkel, no escondería su lealtad hacia el antecesor de Hu: Jiang Zemin.
El pasado 12 de enero, cuando el Secretario de Defensa norteamericano Robert Gates visitó Beijing, las Fuerzas Armadas chinas flexionaron sus músculos a través de una prueba pública de su avión J-20, lo más moderno de su parafernalia bélica. Hu no habría estado al corriente de ese hecho, a decir de Gates tras su encuentro con aquel. Ello confirmaría, según muchos analistas, la sospecha de que el actual Presidente no mantiene la influencia sobre la institución militar, que caracterizó a su antecesor.
De acuerdo al ex Comisionado de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Chris Patten, existiría un marcado contraste entre el estilo cauteloso y políticamente sofisticado de Hu y las torpes controversias sostenidas con los países vecinos en los últimos meses. A su juicio, ello evidenciaría importantes concesiones del Presidente hacia los sectores duros del partido (The Straits Times, 13 enero). El International Herald Tribune de fecha 18 de enero va más lejos, al sugerir que un poder militar autónomo echó por tierra años enteros de laboriosa diplomacia.
A pesar de las seguridades dadas por Hu a Estados Unidos, de que se dejaría apreciar progresivamente el renminbi, ello sólo ha ocurrido en mínima medida. Esto podría ser expresión de su incapacidad para forjar un acuerdo entre las posturas divergentes involucradas. De un lado el Banco Central, que desea la apreciación de la divisa para mantener a raya la inflación y, del otro, aquellos sectores dentro del gobierno, el partido y el sector productivo que desean mantener las exportaciones baratas, como garantía de estabilidad del aparato industrial. Más aún, el propio Ministro de Comercio pareciera ir a contracorriente del Presidente en esta materia, a través de sus declaraciones públicas (International Herald Tribune, 18 de enero, 2011),
La afirmación de que Hu es la persona más poderosa del mundo no se vería sustentada en los hechos. Ello no quita sin embargo que el liderazgo colectivo de China haya resultado, hasta ahora, extraordinariamente efectivo en la consecución de sus objetivos. No obstante, es inevitable preguntarse por cuánto tiempo más lo logrará, habida cuenta de que las presiones centrífugas se van haciendo cada vez mayores, a medida que el modelo aumenta en complejidad, y ante el debilitamiento evidente de su principal instancia arbitral.