Con frecuencia, los observadores extranjeros suelen vincular el éxito económico de China al ejercicio del autoritarianismo. Cuando se trata de comparar a China con los países occidentales, lo más socorrido es echar mano al consenso de Beijing y al consenso de Washington. El primero representaría la intervención del gobierno y el segundo, el mercado libre. (Por Yao Yang).
Sin embargo, el autoritarismo no explica el éxito económico de China, o de ninguna otra nación.
El éxito económico de China es, sobre todo, el resultado de sus tres décadas de reformas de mercado. Si la intervención del Gobierno fuera la clave para el desarrollo económico, China habría tenido éxito hace 30 años, cuando el Estado estaba por todas partes. China comenzó sus reformas económicas justo porque el viejo sistema del Estado omipresente no funcionó.
Hay quienes aceptan la importancia del mercado, pero a la vez creen que un gobierno autoritario es necesario para el éxito económico, porque ese tipo de administración puede movilizar grandes cantidades de recursos y tomar decisiones rápidas libres de interferencias no económicas, tales como los sindicatos. De ahí el elogio que dedicaron algunos economistas de Chicago al régimen militar del general Augusto Pinochet, en el Chile de los años 80.
Sin embargo, las experiencias internacionales demuestran que ninguno de estos regímenes autoritarios combinados con libre mercado duró mucho.
La razón básica de sus principales errores fue que, a la larga, sus gobiernos sirvieron solamente a los intereses de una exigua minoría, a menudo las élites que monopolizaron la economía y que finalmente se convirtieron en obstáculo a la innovación.
El Gobierno chino ha desempeñado un papel importante en la promoción del desarrollo económico del país, pero su raíz no es el autoritarismo. En su lugar, ha prevalecido la imparcialidad hacia la sociedad. Por imparcialidad se entiende que el Gobierno chino ha tomado una postura neutral en lo relativo a las competencias de intereses entre diversos grupos sociales y políticos.
Debido a esto, la autoridad puede asignar recursos según las capacidades productivas de diversos grupos, por lo que el desarrollo económico se logra con mayor rapidez. Sin embargo, un gobierno imparcial puede aparecer en un estado autoritario o en uno democrático, siempre y cuando se produzcan las condiciones sociales y políticas necesarias.
El autoritarismo no explica el éxito económico de China, ni caracteriza completamente al sistema chino. El sistema político chino es autoritario en su apariencia, pero una observación más profunda encontraría que tiene un grado de flexibilidad y que no carece de elementos democráticos.
En Occidente, la democracia se mide a menudo por el grado de libertad de asociación y la celebración de elecciones competitivas. Sin embargo, esta visión oculta los valores substanciales de la democracia, entre los cuales la responsabilidad y la sensibilidad son dos de las cualidades más importantes requeridas de un gobierno.
Si bien es cierto que es preciso consolidar las instituciones apropiadas, a los funcionarios chinos se les exige cada vez una mayor cuota de responsabilidad por sus acciones, ya sea a través de los canales formales que son consustanciales a los poderes establecidos, o por medio del clamor popular que emerge en los medios informativos y en Internet. En términos de sensibilidad, el Gobierno chino ha hecho incluso un mejor trabajo tomando iniciativas para mejorar la calidad de vida de 1.300 millones de personas.
Muchos regímenes autoritarios se ven en apuros para garantizar su sucesión, pero China ha logrado evitar tal coyuntura. Además, se han institucionalizado la legislación y buena parte del proceso de toma de decisiones del Gobierno. Calificar a China de estado autoritario es caer en una simplificación extrema.
Hasta cierto punto, esta simplificación es un resultado de la dicotomía que ha primado en el pensamiento político occidental desde la guerra fría. Hay elementos autoritarios incluso en los sistemas democráticos.
Por ejemplo, aunque los jueces del Tribunal Supremo de EEUU no son electos democráticamente, nadie niega que el Tribunal Supremo es una de las piedras angulares del sistema estadounidense. Un enfoque dicotómico del tema neutraliza una comprensión más rica de las sociedades humanas.
Algunos observadores internacionales vinculan el éxito económico de China al autoritarismo, intentando desacreditar el éxito del país asiático. Nadie disfruta del autoritarismo. Si el éxito económico de China fuera resultado de un régimen autoritario, entonces no sería un éxito en absoluto, sino que, por el contrario, sería el fruto de la represión y de la coerción, y como tal debería ser rechazado.
Para las mentes imparciales, sin embargo, este esquema no funciona, puesto que el pueblo chino disfruta de muchas más libertades que antes.
(Pueblo en línea)
22/06/2010