Entre congresos, los quintos plenos del Comité Central del PCCh tienen una gran importancia. Ello es así en buena medida porque determinan el tono general que ha de presidir el inminente máximo conclave de la formación, en esta ocasión previsto para 2022 tras un 2021 que estará volcado en la conmemoración del primer centenario de su fundación (1921). De Mao a Xi, los quintos plenos, con su política de nombramientos, han dado señales claras respecto a un aspecto clave de la política china, la sucesión en el liderazgo. En el caso que nos ocupa, indudablemente, también.
A mayores, en esta sesión plenaria, al coincidir con la conclusión del XIII Plan Quinquenal y la formulación del siguiente, en un contexto internacional adverso marcado por la pandemia y las “guerras” múltiples que China enfrenta, la atención a propósito del rumbo que pueda tomar el país es mayor. La propuesta de “circulación dual”, formulada por primera vez en mayo, sugiere un cambio de escenario que si bien no encierra a China dentro de la Gran Muralla tendrá consecuencias significativas en su relación económica con el exterior. China no quiere depender ni de las exportaciones ni de las importaciones más de lo estrictamente necesario y avanza una estrategia para reafirmar su opción de desarrollo basada en la prevalencia de lo público y en el liderazgo del Partido sobre el conjunto de la economía. Lo que en este sentido se decida marcará el rumbo de la economía china, en principio, para los próximos 15 años (no solo el lustro del XIV Plan), la primera de las dos grandes zancadas que el xiísmo estableció en 2017 para culminar el segundo centenario (2049).
Lo normal sería también que en este plenario tuviéramos indicios a propósito de la sucesión. O no. Se ha conjeturado que Xi cambió las reglas del máximo de dos mandatos, que cumpliría en 2022, para perpetuarse en el poder. No obstante, esto puede revestir varias fórmulas. Puede que todo siga igual, con los tres poderes (secretaría general del Partido, presidencia del Estado y de la Comisión Militar Central) en su mano. Puede que se reserve solo uno de ellos. O puede incluso que se cree un nuevo cargo, el de Presidente del Partido, emulando a Mao, desde el que tutelaría todos los demás.
Deberíamos estar en condiciones de apreciar también algún indicio contundente de que Hu Chunhua será el próximo primer ministro en sustitución de Li Keqiang. Junto con Li Qiang, jefe del Partido en Shanghái, ambos podrían ser cooptados para el Comité Permanente del Buró Político, una fórmula extraordinaria que permitiría suavizar el tránsito intergeneracional ya que, salvo Xi, los actuales miembros de este órgano se jubilarán entre 2022 y 2023. Las últimas tensiones con el entorno del vicepresidente Wang Qishang dejan entrever también que su influencia del pasado no pesará lo mismo en el diseño del futuro por venir y probablemente será Wang Huning quien le sustituya a la hora de hablar al oído a Xi como incuestionable consejero y puede aspirar a la vicepresidencia del país en 2023. Li Shulei avanzaría con paso firme para sustituirle al frente del departamento ideológico. Cai Qi, jefe del Partido en Beijing, como Chen Min´er, en Chongqing, están bien posicionados para desempeñar funciones de relevancia en el nuevo sanedrín. El patrón común de los cambios obedece a una máxima, ya hablemos del Partido o del Estado: Xi hará avanzar a sus aliados cuanto pueda.
¿Peligros? La alteración de las reglas seguro que frustrará expectativas de unos y generará descontentos entre otros. Pero todo indica que la posición de Xi se verá fortalecida en todos y cada uno de sus términos, incluida la orientación económica que también cosecha detractores.
Más allá del cuadro de personal, en lo que se refiere a la política general, el PCCh se apresta a prepararse para un cambio de rumbo que le provea de los recursos necesarios para enfrentar tiempos complejos y difíciles en los que las presiones internacionales (ya sean guerras comerciales, tecnológicas o las apuestas por desacoplar las cadenas de suministro) intentarán influir en su proceso interno. La invocación a la autosuficiencia o a robustecer el mayor peso de lo público en la economía son llamamientos a fortalecer el músculo interno, basculando la orientación ideológica hacia el nacionalismo y reafirmando la determinación de no bajar la cerviz haciendo concesiones a una liberalización al gusto de las potencias desarrolladas de Occidente.