Buena parte de la atención exterior en el quinto pleno que el Comité Central del PCCh celebró estos días en la capital china se ha centrado en deducir la existencia o no de alguna indicación a propósito de la continuidad o no de Xi Jinping más allá de 2022. ¿Se ha producido esa señal? A primera vista y a expensas de los nombramientos que puedan efectuarse de aquí a las dos sesiones de marzo de 2023, todo sigue igual. No obstante, en el comunicado final de la sesión hay al menos dos elementos que sobresalen. De una parte, la novedosa alusión al primer centenario de la formación del Ejército Popular de Liberación (EPL), a celebrar el 1 de agosto de 2027, es decir, en la víspera del XXI Congreso si los tiempos se respetan. El apego de Xi al EPL es bien conocido. La reforma militar que impulsó en 2016 se considera la de mayor calado desde la época de Mao, y la referencia en el comunicado a la impronta del xiísmo sobre la modernización militar, podrían sugerir que ese proceso va a ser pilotado directamente por Xi en un tercer mandato.
Por otra parte, otro signo de continuidad de su liderazgo nos lo ofrece el apostillado del XIV Plan Quinquenal que, por primera vez, se vincula al desarrollo de la “Visión 2035”, es decir, el tiempo al completo de la primera de las dos zancadas que el xiísmo ha definido para alcanzar el objetivo de la “modernización socialista” para 2049, centenario de la fundación de la República Popular China. Xi, nacido en 1953, superaría entonces, ligeramente, los 80 años.
Hasta ahora, los centenarios del Partido (2021) y de la República (2049) habían conformado los dos ejes estructuradores de la estrategia integral del PCCh para los próximos 30 años. La incorporación de un tercer centenario, el de la fundación del EPL, sugiere además, la importancia creciente que el factor de la seguridad nacional y la defensa va a adquirir en los próximos ejercicios en un contexto internacional de creciente complejidad y en el que el problema de Taiwán, a resolver antes de 1949 según el calendario del PCCh, asoma como desafío crucial.
Asimismo, las nuevas regulaciones sobre el trabajo del Comité Central coadyuvarán a salvaguardar la autoridad y el liderazgo de Xi, un movimiento para proseguir la concentración del poder del Partido en sus propias manos, asegurando su control y consolidando su posición. Las nuevas reglas, por tanto, fortalecerán las capacidades del secretario general respecto a las agendas y el funcionamiento último de la dirección política china, con lo cual, da un nuevo paso que allana el terreno para facilitar su continuidad.
En cuanto al XIV Plan, sus nervios estructurales abundan en las respuestas a lo que el PCCh y el xiísmo han definido como la contradicción principal de la “nueva era”: entre la demanda social y un desarrollo desequilibrado. La conjuración de esos desequilibrios impone un claro compromiso y voluntad de superación de las desigualdades sociales y la mejora de la cohesión territorial, el desafío ambiental, y la prosecución del salto tecnológico, considerado determinante para afianzar la singularidad de su proceso y la soberanía nacional. La medición de esta profunda transformación de la economía y la sociedad china va más allá del quinquenio y sus frutos deben apreciarse en los próximos quince años cuando China ya asomará en plenitud como la primera potencia económica del mundo. El XIV Plan será mucho más que un plan.