Xi y el xiísmo a la enésima potencia Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China

In Análisis, Sistema político by Xulio Ríos

Lo ocurrido ante los medios de comunicación con el ex presidente Hu Jintao en el recién clausurado XX Congreso del PCCh constituye un hecho absolutamente anormal. Puede que, en efecto, se haya debido a una repentina indisposición, pero, de ser verdad, no habría razón para ocultarla ante la opinión pública del país. En los medios chinos no se han emitido esas imágenes, al menos por el momento. Ello alimenta una interpretación política de lo acontecido mucho más alambicada.

Si unimos tal circunstancia con la inesperada no reelección de Wang Yang (la del primer ministro Li Keqiang no sorprende tanto a la vista del efectivo cumplimiento de sus dos mandatos), a la espera de conocerse la composición del nuevo Comité Permanente del Buró Político, el máximo órgano dirigente del PCCh, bien podríamos hallarnos ante la práctica liquidación de los tuanpai, la corriente asociada al ex presidente Hu, con un modus operandi tan abochornante como dramático.

En los últimos años, Xi había concentrado su artillería en la liquidación del clan de Shanghái asociado al ex presidente Jiang Zemin (96 años), quien no estuvo presente en el XX Congreso. Lejos de complementar esa “victoria” con un esfuerzo integrador con las huestes de Hu, Xi daría un golpe de mano que, en la práctica, le puede permitir establecer un máximo órgano dirigente totalmente afín.

A ello deberíamos añadir la modificación estatutaria aprobada, de signo netamente ideológico, abundando en la exaltación de Xi como líder incuestionable y del xiísmo no solo como pensamiento orientador en esa delicada etapa que se fija 2049 como norte motivador, también con una posición de supremacía sin par en la jerarquía, solo equiparable al maoísmo.

Por tanto, lo que en realidad se estaría finiquitando en toda regla no es otra cosa que el denguismo (1978-2012), señalado como responsable del “desarrollo desequilibrado”  del país en las últimas décadas y que Xi se apresta a “rectificar” de forma contundente. Y supone una vuelta de tuerca más a la resolución sobre la historia aprobada el pasado año que ya le elevaba sobre el común de los mortales. Y, por último, un mensaje a toda la militancia del PCCh, reiterando la lealtad sin fisuras como la virtud máxima de este tiempo.

Instalado en esta dinámica, aprestémonos a contemplar un PCCh imbuido de “espíritu de lucha” y dispuesto en formación tortuga para acelerar el curso de la historia con ese primer horizonte cifrado en 2035. Si las circunstancias lo permiten, el propio Xi espera liderar el PCCh hasta esa fecha, sobre todo si, como parece, no se visualiza un sucesor claro.

Los riesgos asociados a este enfoque de la reorganización de la cúpula del país, ya sea en términos de institucionalidad del liderazgo como de línea política, abren importantes interrogantes que trascienden la mera cuestión sucesoria. ¿Qué China puede esperar el mundo –y su propia sociedad- si quien la gobierna presume de ser un “bloque de acero”?

(Para El País)