China y la geopolítica de las tierras raras Rosa María Rodrigo Calvo es Licenciada en Estudios de Asia oriental y Máster en China contemporánea y Relaciones Internacionales

In Análisis by Xulio Ríos

Frente a la creciente amenaza del cambio climático, la comunidad internacional ha acordado limitar el calentamiento global por debajo de los 2°C y alcanzar la neutralidad en las emisiones netas de gases de efecto invernadero en la segunda mitad del siglo XXI. De hecho, ese es el principal objetivo del Acuerdo de París de 2015, un pacto global para luchar contra el cambio climático que entró en vigor en 2016, por el que los 197 países firmantes convinieron adoptar medidas para mantener el aumento de la temperatura mundial en este siglo por debajo de 2°C por encima de los niveles preindustriales y, de hecho, esforzarse por lograr que no sea superior a 1,5°C. Los compromisos de descarbonización aceptados a nivel global por estados y empresas están derivando en una transición energética en la que los recursos fósiles están siendo sustituidos de manera progresiva por renovables y se están realizando grandes esfuerzos para electrificar el sistema energético mientras se descarboniza el suministro de energía eléctrica. Nos dirigimos hacia un modelo descarbonizado, una transición hacia un sistema en el que las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por el consumo de energía deben ir desapareciendo progresivamente para reducir su impacto ambiental.

La sociedad en general, con la industria a la cabeza, se enfrenta a una serie de desafíos en los que la diversificación en la generación energética y la digitalización de las redes eléctricas tendrán un papel determinante en el modo de producir y consumir energía en el futuro. Esta tendencia ha llevado a una mayor demanda de fuentes de electricidad no emisoras de carbono como la energía eólica y solar y de tecnologías de almacenamiento de energía y, a su vez, ha aumentado la demanda de los componentes minerales y materiales de estas tecnologías, es decir, depende del suministro de una cantidad relativamente pequeña de materiales críticos.

Los tipos de recursos minerales que más van a necesitarse para la transición energética son el cobalto y el litio, necesarios para las baterías de iones de litio que se utilizan en los vehículos eléctricos; el níquel, el cobalto, el manganeso y el grafito, también cruciales para el rendimiento, la longevidad y la densidad de energía de las baterías; los boratos, galio, germanio e indio, ingredientes importantes en la energía solar fotovoltaica. Además, los elementos de las tierras raras como el neodimio, disprosio y praseodimio son esenciales para los imanes permanentes (imanes potentes que no pierden sus campos magnéticos), vitales para las turbinas eólicas y los motores, mientras que las redes eléctricas necesitan una gran cantidad de cobre y aluminio. Según un estudio del Banco Mundial, la demanda de componentes minerales como grafito, cobalto y litio, podría aumentar en más del 450 por ciento para 2050, desde los niveles de 2018, si se implementa la tecnología de energía limpia a un nivel compatible con el objetivo de 2°C del Acuerdo Climático de París.

Aunque estos minerales están disponibles en todo el mundo, algunos están muy concentrados en unos pocos países. Por ejemplo, aproximadamente la mitad del suministro mundial de cobalto proviene de la República Democrática del Congo (RDC); más del 80 % del suministro mundial de litio proviene de Australia, Chile y Argentina; y el 60 % del suministro mundial de manganeso proviene de Sudáfrica, China y Australia. Pero es de destacar que más del 85 % del suministro mundial de elementos de tierras raras proviene de China.

Las tierras raras, denominadas «oro industrial», son un grupo de 17 elementos químicos – el escandio, el itrio y los 15 elementos del grupo de los lantánidos – con características únicas que los convierten en componentes críticos en el desarrollo de la tecnología moderna. Aunque a menudo se discuten en grupo, cada uno de los elementos de tierras raras tienen cualidades individuales que los canalizan hacia usos y mercados específicos ya que cada utilización requiere un elemento distinto o una combinación diferente de elementos.

Los elementos de tierras raras son en realidad bastante abundantes en la naturaleza, pero es complicado encontrarlos en concentraciones adecuadas para su explotación. A diferencia de los minerales como el cobre y el oro, que se desarrollan en depósitos ricos que luego pueden extraerse fácilmente, los elementos de tierras raras tienen ciertas propiedades que los hacen dispersarse en la mayoría de los tipos de rocas, en lugar de agruparse. Si bien están en el suelo en concentraciones apreciables, es realmente difícil encontrarlos en grupos lo suficientemente ricos como para justificar económicamente la extracción, el procesamiento y la producción.

La base del dominio chino sobre las tierras raras comenzó cuando el gobierno abrió dos institutos de investigación básica en 1952 y 1963. El reconocimiento de China del valor estratégico de los minerales no combustibles y sus aplicaciones industriales se remonta al VII Plan Nacional Quinquenal para la Industria de Tierras Raras (1986-1990), que hizo que fuera una prioridad «desarrollar la investigación y la producción de aplicaciones de tierras raras y nuevos materiales (como imanes permanentes y láseres) para consumo interno y exportación». China ha seguido invirtiendo fuertemente en investigación sobre tierras raras y aplicaciones de mercado, y su éxito en la formación de generaciones de expertos en tierras raras es evidente.

La búsqueda de la descarbonización a través de la implantación de energías renovables para disminuir la huella de carbono de los combustibles fósiles presenta, sin embargo, algunos problemas ya que su producción y almacenamiento originan también emisiones de dióxido de carbono (CO2) que hay que contabilizar y la minería de tierras raras genera desechos radiactivos y libera otros contaminantes con graves efectos medioambientales. En China, la producción de tierras raras ha vertido contaminantes peligrosos en las aguas subterráneas y superficiales, por lo que es importante la monitorización continua de los desechos y el compromiso de realizar una explotación minera sostenible y eficiente. En este sentido, recientemente en Groenlandia, con vastas reservas de uranio y tierras raras sin explotar, se ha frenado un multimillonario proyecto minero en Kvanefjeld, impulsado por una empresa australiana y respaldado por inversiones chinas, ya que sus habitantes consideran que aumentaría las emisiones de CO2 del país en un 45% y el uranio extraído como parte del proceso de minería generaría desechos radiactivos que representarían un gran riesgo para el frágil ecosistema del territorio ártico.

China está compitiendo agresivamente con otras potencias globales en lo que se está convirtiendo en la gran carrera económica del siglo XXI: la búsqueda del dominio del mercado de una alternativa más limpia a los combustibles fósiles. China no ha ocultado sus intenciones de ser un líder mundial en la producción de baterías que alimentarán las necesidades de transporte del futuro y los sofisticados dispositivos electrónicos que potencialmente reducirán el alcance del cambio climático. Recientemente, el gobierno chino identificó «nuevos materiales«, como los imanes permanentes, para estar entre las diez industrias seleccionadas para el apoyo del gobierno bajo la iniciativa “Made in China 2025”, plataforma económica clave del presidente Xi Jinping para impulsar los sectores de fabricación de alta prioridad, como los semiconductores, la tecnología aeroespacial y la robótica.

China lidera el sector de tierras raras del mundo en términos de tecnologías de producción y refinación y se ha movido para aumentar la regulación sobre su producción, una medida que tiene como objetivo desarrollar y conservar estos recursos para satisfacer la creciente demanda interna y proteger el recurso estratégico en medio de una competencia global cada vez más intensa. El gobierno chino ha dejado claro que, considerando como requisito previo la protección medioambiental, la nación mantendrá las tierras raras bajo estricto control al reprimir la minería ilegal y el contrabando de empresas privadas a otros países.

El surgimiento de China como una fuerza importante a lo largo de la cadena de valor de la tecnología de energía limpia es, en parte, el resultado de su riqueza en recursos. Sin embargo, también representa la culminación de su política industrial a largo plazo. Cuando no tiene acceso a los recursos, China se asegura sus cadenas de suministro de minerales críticos e invierte en proyectos mineros en el extranjero, como en la extracción de cobalto en la RDC. O bien, en el lecho marino del Mar de China Meridional, que contiene un suministro abundante de pequeños trozos de minerales conocidos como nódulos polimetálicos, China ha desarrollado la tecnología de extracción de aguas profundas más avanzada del mundo, que le permiten recolectar esos nódulos polimetálicos y las tierras raras.

Las tecnologías de energía limpia juegan un papel importante en la mitigación de los peores efectos de la crisis climática global y se espera que crezca la demanda de sus componentes minerales críticos. Estas fuerzas, combinadas con la incertidumbre geopolítica derivada del ascenso de China y la fragilidad en las cadenas de suministro globales, aumentan la importancia estratégica de fortalecer las cadenas de suministro de minerales y materiales críticos. La tecnología de energía limpia se ha convertido en la última frontera de las rivalidades geoeconómicas y la seguridad de las cadenas de suministro en un tema geoestratégico.

Las principales economías están reexaminando sus cadenas de suministro de minerales críticos y refinando sus estrategias para mejorar su seguridad. China confía en que su monopolio se mantendrá durante al menos algunos años más debido a su política industrial cuidadosamente construida que le da una ventaja en tierras raras y crean un punto de estrangulamiento efectivo en las cadenas de suministro que de otro modo serían diversificadas internacionalmente.

Las economías clave con bases de innovación y fabricación que dependen de la importación de minerales críticos se enfrentan a una competencia geoeconómica por las cadenas de suministro de minerales críticos. Al menos a corto plazo, China tendría influencia sobre la producción de una multitud de productos, incluidos motores de automóviles eléctricos, satélites, misiles guiados, máquinas de resonancia magnética y otros. Los elementos de tierras raras son también fundamentales para el sector de defensa, lo que los convierte en un punto de vulnerabilidad para las cadenas de suministro en los Estados Unidos (EEUU), Japón y otros países. De hecho, en 2010, tras un incidente en el mar de China Oriental, un barco chino fue capturado por la guardia costera japonesa después de una colisión cerca de las islas Senkaku / Diaoyu. La disputa resultante sacudió a la región y China impuso una prohibición a las exportaciones de tierras raras a Japón, así como cuotas a las exportaciones de tierras raras al resto del mundo. Se produjeron enormes picos de precios de hasta un 2.000 %, pero la caída de la oferta atrajo a nuevos participantes al negocio de la extracción de tierras raras. El Departamento de Defensa de EEUU inició una investigación sobre su dependencia de los minerales chinos y decenas de empresas privadas se lanzaron al mercado. En lo que se conoció como la «Crisis de tierras raras de 2010-2012«, China aprendió que restringir la oferta o subir demasiado los precios erosionaría su propia posición en el mercado.

En este sentido, las denominadas naciones QUAD, compuestas por EEUU, Japón, Australia e India, planean cooperar en la financiación de nuevas tecnologías de producción y proyectos de desarrollo de tierras raras, así como liderar el camino en la redacción de normas internacionales. Sin embargo, es casi imposible deshacerse de su dependencia de la cadena de suministro de China en un período corto de tiempo. Se piensa que, en los próximos 10 años, China seguirá siendo un importante proveedor de estos recursos.

Con su know-how y una clara ventaja en toda la cadena de suministro, China parece reconocer su fuerza y la amenaza de convertir las tierras raras en arma geopolítica puede hacerse irresistible. Sin embargo, si el objetivo de China es controlar el suministro y el precio de las tierras raras durante un tiempo, librar una guerra sería contraproducente. Con la lección aprendida, pensamos que el objetivo de China no es desplegar su poder de mercado para erosionar el acceso global a las tierras raras y establecerlas como moneda de cambio en negociaciones con otros países. Creemos que China tiene como objetivo garantizarse un suministro constante y estable de tierras raras mientras continúa dominando el mercado global.

El cambio climático es global y es un multiplicador de amenazas que está exacerbando los conflictos existentes y tiene el potencial de generar otros nuevos de graves implicaciones geopolíticas. El clima cambiante está alimentando la competencia interestatal, pero es necesaria la cooperación para poder alcanzar los objetivos del Acuerdo de Paris. Las naciones se han impuesto alcanzar las emisiones cero y China, principal emisor de CO2 actual, se ha propuesto el objetivo de ser neutral en carbono para el año 2060 a través de la electrificación de su sistema energético. Es necesario, pues, un mantenimiento fluido de las cadenas de suministro de las tierras raras a nivel global que permitan los procesos necesarios para el desarrollo de la tecnología verde. Es por ello que creemos poco probable que China imponga restricciones comerciales estrictas a otros países para las tierras raras u otros minerales críticos, aunque pensamos que, posiblemente, Beijing continuará utilizando estratégicamente su ventaja comparativa para promover objetivos políticos y económicos que le favorezcan.