La tensión que se anticipaba en los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing no se ha visto confirmada en el transcurso del evento. Quizá la crisis de Ucrania ha desviado la atención. No obstante, en general, Xi Jinping logró capitalizar el acontecimiento afrontando con relativa holgura sus dos principales desafíos.
En primer lugar, la pandemia. Ha impresionado el estricto sistema antiepidémico que ha evitado infecciones significativas dentro del circuito cerrado que albergó a más de 15.000 personas de todo el mundo, un ensayo de lo que serán los Juegos Asiáticos de Hangzhou 2022 donde se espera una mayor cantidad de participantes.
En segundo lugar, la politización. Aunque las autoridades chinas reclaman un deslinde entre el deporte y la política, lo cierto es que la politización es difícilmente evitable. Y no hay mano inocente en esto. Tampoco de parte china cuando el propio lema de estos juegos se asocia inevitablemente con la noción de política exterior de Xi de una comunidad de destino compartido. A fin de cuentas, quieren ser ejemplo del creciente poder blando de China pero también de su poder nacional integral. Para muestra, un botón: el PIB per cápita de Beijing aumentó de 9.075 dólares en 2008 a 28.500 dólares en 2021.
Las críticas a China por causa de los derechos humanos no alcanzaron la visibilidad, por ejemplo, que si lograron en los JJOO de verano de 2008. En la ceremonia de apertura, un joven atleta uigur encendió el pebetero para significar el «trato justo» de China y el respeto a las minorías. En réplica, Antonio Guterres urgió a permitir a la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, una visita «creíble» a China, que incluya una parada en Xinjiang.
El eco del boicot diplomático fue moderado y se vio solapado por las cumbres mantenidas por Xi con algunos líderes. En primer lugar, con Putin, claro está, elevando su nivel de compenetración estratégica. El encuentro con el mandatario ruso fue el primero de Xi con un líder mundial cara a cara en casi dos años. Pero también con líderes más cercanos a nuestra geocultura como Argentina o Ecuador. El presidente Fernández firmó la adhesión a la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Xi lo había intentado sin éxito con Macri en 2017. Y el ecuatoriano Lasso abrió las negociaciones para un tratado de libre comercio y una posible renegociación de la deuda de Quito con Beijing.
Son gestos importantes. No solo porque China demuestra una vez más su capacidad para abrir juego con independencia de cualquier prejuicio ideológico, sino porque, en el caso argentino, se trata de la primera economía de gran dimensión de América Latina que adhiere al plan de inversiones en infraestructura emblema del gobierno de Xi Jinping. En total, en la región ya suman la veintena de países. La incorporación de Argentina puede acelerar las negociaciones de Beijing para terminar de persuadir a otros importantes estados de la región como México, Brasil y Colombia para que den el mismo paso. Puede haber novedades este mismo año si Lula recupera el poder en Brasilia. Y quizá una hipotética incorporación de Buenos Aires al BRICS insuflaría otras expectativas en esta alicaída plataforma.
Ambos acuerdos suponen, por otra parte, un severo desplante a Washington en su “patio trasero”. Y no fue el único llamativo. De una parte, la intervención del COI en el caso Peng Shuai, aun sin disipar todas las dudas, diluyó las duras críticas de la Asociación de Tenis Femenino presidida por el estadounidense Steve Simon. Con la entrevista a L´Equipe, el caso, en gran medida, se desinfló. Y una de las principales estrellas del evento fue Eileen Gu, que nació como ciudadana estadounidense de padre americano y madre inmigrante china. Gu representó a EEUU en la Copa del Mundo de Esquí de Estilo Libre en 2019. Sin embargo, ese mismo año cambió su lealtad deportiva a China. En circunstancias normales, esta podría haber sido la elección personal de una esquiadora campeona del mundo, pero en un momento en que las tensiones entre Estados Unidos y China -ya sea en materia de comercio o de ideología- están aumentando, la elección de Gu tiene una reveladora implicación política. A diferencia de Beverly Zhu, una patinadora artística china nacida en Estados Unidos, muy criticada en las redes sociales por su «decepcionante» actuación, Gu es hoy objeto de especial devoción.
China se aseguró de que las críticas no ganasen la partida, básicamente, sin renunciar al habitual y exhaustivo control, recurriendo a un esfuerzo de organización y tecnológico que en su caso siempre despierta curiosidad y no acostumbra a decepcionar. Los Servicios de Transmisión Olímpica informaron que estos Juegos de Invierno de Beijing se han convertido en los más vistos hasta la fecha.
En cualquier caso, bien haríamos en reflexionar sobre la necesidad de avanzar en la consideración del deporte también como un bien público global que ayude a agrandar esa intersección que hoy necesitamos para alejar los fantasmas de la Guerra Fría y alentar la confianza estratégica y una mayor cooperación constructiva a nivel internacional.