En el presente artículo se argumenta que el actual desarrollo industrial de China tras cuatro décadas de «reforma y apertura» capitalistas, así como la profunda reversión social tras la ascensión de Deng Xiaoping en 1978, serían impensables sin la industrialización del período socialista. Este proceso constituyó una lucha en dos frentes: el de la modernización de una economía atenazada por el atraso feudal y la dominación de las grandes potencias, y el de la fundación y desarrollo de nuevos y más
igualitarios modos de organización y de motivación laboral y social. El nuevo «gran salto» industrial tras la reversión de 1978 tendría bases sociales muy distintas, con otros gestores y otros beneficiarios.
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