Se dice que los números cantan, pero a veces también pueden engañar lo suyo. Estamos acostumbrados a recibir en aluvión mil y una cifras que dan cuenta del vertiginoso crecimiento de la economía china en todos los órdenes. Nadie pone en duda este hecho, aunque a juzgar por algunas evidencias recientes, más pareciera que se halla fuera de control.
Los escándalos en materia de seguridad alimentaria y farmacéutica (de comida para perros a dentífricos) que han inundado las páginas de los periódicos de todo el mundo, evidencian la falta de garantías en aspectos que consideramos básicos en una sociedad moderna, pero también el profundo deterioro de la ética profesional, que va mucho más allá del respeto a la propiedad intelectual, a la que parece dedicársele toda la atención, dentro y fuera del país. El control deficiente, las ansias de riqueza, la falta de escrúpulos, la polución, etc, multiplican sus efectos perversos y ponen en evidencia la fragilidad de la modernización china, una empresa loable pero aún con numerosas sombras. Al exterior llega menos información, pero los escándalos hospitalarios o los casos de envenenamiento no son fenómenos que pudiéramos tratar separadamente de otros como la falta general de higiene o el uso abusivo de pesticidas, dejando traslucir que no se trata solo de un problema de incompetencia y que difícilmente se puede resolver recurriendo a las condenas a muerte (como la reciente de Zheng Xiaoyu, ex director de la agencia china de alimentos y medicamentos).
La caída de las bolsas chinas, en principio debida a una sobrevaloración que el gobierno intenta corregir aumentando la tasa sobre las operaciones, da cuenta de otro tipo de inestabilidad, como si de un caballo desbocado se tratara. “El continuo crecimiento de las bolsas en los pasados 15 meses es irracional”, dicen los expertos chinos, al tiempo que tranquilizan sobre las expectativas futuras.
Pero las lecturas estadísticas que unos y otros hacen desde fuera están siempre tamizadas por las fuentes chinas, oficiales y si controladas, condicionando a posteriori cualquier tipo de análisis o proyección. Solo China podía “descubrir” de la noche a la mañana, como hizo en 2005, que en vez de la séptima era la cuarta economía del mundo. Qué otras sorpresas nos aguardan? En su “Mundo en Cifras”, la CIA insiste en que, en términos de paridad de poder de compra, China se sitúa ya detrás de EUA, adelantándose mucho a Japón e India. Según la CIA, en dos años sobrepasará a EUA y se convertirá en la primera potencia económica del mundo. Pero quien haya pisado China alguna vez, e incluso recientemente, convendrá en señalar que a este país, por mucha deuda estadounidense que suscriba o aún contando con sus ingentes reservas de divisas, le queda mucho trecho por recorrer para que, no ya su acervo tecnológico, sino el nivel de vida de sus gentes, pueda compararse con el de EUA.
Lo que da miedo no es una China moderna y poderosa, sino un país fuera de control en términos de crecimiento y de conductas. Quizás pensando en los JJOO del año próximo, China intenta presentar una imagen moderna y desprendida de la inseguridad y los complejos de antaño, pero choca con una realidad muy compleja y que escapa a su control. Ni el inmenso PCCh, que lo intenta a rabiar, es capaz siquiera de poner orden en las propias estadísticas oficiales (los intentos de “casar” las emanadas del gobierno central con las provinciales son un ejemplo), cuanto más va a lograrlo en aspectos que transcienden la cosmética burocrática. El poder territorial ya no obedece tan ciegamente las órdenes dictadas desde el centro y en su entorno las colectividades y los sectores más dinámicos, sean o no afines o miembros del PCCh, campan a sus anchas sin más ley ni objetivo que el de “crear riqueza” y no quedarse atrás en el desarrollo.