El reciente foro efectuado en Haikou, capital de la insular provincia de Hainan, para analizar tendencias y desafíos en la “integración urbano-rural”, me dejó con más preguntas que respuestas. (Por Li Xing)
A mi entender, esa consigna entraña el tendido de puentes para disminuir la brecha económica entre las ciudades y las aldeas, así como entre los residentes urbanos y los granjeros. De hecho, muchos eruditos identifican la frase como la clave hacia una nueva ronda de reformas rurales, según consta en el 12mo plan quinquenal (2011-2015). La meta de tal integración es garantizar que China dé otro paso hacia la modernización.
La modernización ha sido una meta de desarrollo dominante desde la fundación de la nueva China, hace casi 61 años. Para los padres fundadores de la república popular, dicha aspiración equivalía a alcanzar la industrialización, la mecanización de la agricultura, la modernización militar y los adelantos en la ciencia y la tecnología, llevándolos a los niveles internacionales.
Para el chino promedio, el concepto de modernización ha cambiado con los tiempos. En los primeros días de la nueva China, vivir en un edificio de apartamentos multifamiliar, con electricidad y teléfono, era el sueño ideal de vida moderna para muchos. No en balde, incluso hasta hace 12 años, apenas el 10 por ciento del país contaba con líneas telefónicas.
Actualmente, sin embargo, la industrialización ha ganado en ímpetu, y China se ha convertido en el mayor fabricante del orbe y casi segunda mayor economía del mundo. Consecuentemente, la definición de modernización se ha ampliado, para incluir la proporción per cápita del Producto interno Bruto (PIB) y el nivel de la urbanización, entre otros aspectos.
Después de todo, las principales economías del mundo han pasado por un período de urbanización. Hoy, el sector dedicado a la agricultura en EEUU es de solo 3 por ciento de su población total. Japón sólo dispone de 5 por ciento de su población dedicada a cultivar.
Según Peng Sen, vice presidente de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, si unos 10 millones de personas se agregan a la población urbana cada año de 2011 a 2015, y si estos nuevos residentes urbanos consumen tanto como el promedio urbano actual, los mismos podrían contribuir a incrementar el consumo doméstico total de China en 100 mil millones de yuanes.
Cada nuevo residente urbano puede generar inversiones cercanas a los 100.000 yuanes en activos fijos, según Peng. Si nos acogemos a este cálculo, la población urbana incremencial podría generar casi un billón de yuanes en inversión de activos fijos durante los cinco años próximos.
No debe estrañar entonces que la urbanización aparezca entre las prioridades de la agenda de muchos gobiernos locales en China. Los proyectos pilotos para “urbanizar” aldeas rurales marchan a todo tren. A este tenor, muchos granjeros se han mudado a edififcios altos de apartamentos, condominios, o incluso a casas independientes, que a menudo ya tienen instalados electricidad, línea telefónica, gas y agua corriente.
Pero aún así, los funcionarios y eruditos que asistieron al foro revelaron que el impulso a la “urbanización” ha creado muchos problemas de modo paralelo. Muchos agricultores que han perdido sus tierras luego de que las instancias locales del Gobierno les confiscaran las tierras colectivas para promover la extensión urbana o les “cambiaron” sus derechos al uso de la tierra por esquemas tales como el “nuevo campo, han quedado en desventaja con respecto a los residentes urbanos, en temas como salud, seguridad social y ventajas de pensión.
Por otra parte, muchos viven resentidos, viendo cómo se eleva el valor de sus tierras, sin que por ello reciban un centavo como reembolso adicional.
Incapacitados en muchos casos para hacer uso completo de sus habilidades agrícolas, estos labriegos se las ven negras para conseguir un trabajo decente en las ciudades.
Mientras tanto, se eleva el costo de la vida para ellos, ya carentes de su propio terruño para sembrar y criar ganado, lo que les pone en una precaria situación para cubrir incluso sus necesidades alimentarias.
Cuando muchas aldeas centenarias desaparecen ante el paso arrollador de los centros urbanos, los campesinos suelen ser víctimas de este proceso, no los beneficiarios.
Queda claro que no hay soluciones simples a todos estos problemas. Sería muy justo garantizar ventajas educativas y otras prestaciones sociales como la salud, pero los citadinos temen que es esta decisión conllevará una carga para los recursos de las ciudades, que verán reducido su propio bienestar.
Debemos trabajar con denuedo para encontrar soluciones a los problemas que representa la urbanización.
La modernización es una meta que vale la pena acometer, pero no al precio de sacrificar nuestro patrimonio rural, la base de la cultura y de la sociedad chinas, que se ha mantenido ininterrumpida por más de 5.000 años. (Pueblo en Línea)
16/08/2010