La estrategia china contra la Covid-19: tolerancia cero y exaltación sistémica Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China

In Análisis, Sociedad by Xulio Ríos

Cumplidos ya dos años del inicio de la pandemia de Covid-19, dos estrategias de combate principales han confrontado a gran escala en el escenario internacional: una pone el acento en la “tolerancia cero”, mientras otra apuesta a la convivencia con el virus. En ambos casos, ciertas variables persisten: la preocupación por la salud de las personas, los costes en el sistema de sanidad, las repercusiones en el crecimiento y el empleo, las consecuencias en la economía internacional… En lo que podríamos llamar el “mundo chino”, incluyendo China continental, Hong Kong, Macau y también Taiwán, ha prevalecido la primera estrategia con independencia de la diversidad sistémica existente en cada caso.

Internacionalmente, China, el país donde se detectó por primera vez el nuevo coronavirus, es el paradigma de la primera opción. Su alternativa se sustenta en el impulso de campañas masivas de test de diagnóstico PCR y restricciones a la movilidad cuando un caso se detecta. Desde marzo de 2020, las fronteras del país asiático están prácticamente cerradas para visitantes extranjeros no residentes. Todos los pasajeros que llegan a China deben pasar por una cuarentena de por lo menos 14 días, que pueden llegar a 21 en algunas ciudades, en hoteles pagados por los propios viajantes que son sometidos a pruebas periódicas.

Esta severa dinámica explicaría que, según datos oficiales chinos, desde el inicio de la pandemia, poco más de 105.000 personas se infectaron en el país y 4.636 han fallecido. Mientras, en el mundo, la Covid-19 ronda los 400 millones de contagios y provocó cerca de 6 millones de muertes.

Transcurridos esos dos años de ardua lucha contra la pandemia, el anhelo de regreso a la normalidad es evidente. Pero con la última variante, la ómicron, los contagios alcanzan nuevos máximos en todo el mundo aunque su letalidad parece menor a la de otras mutaciones. En los países más desarrollados y con vacunas a su disposición, la inoculación de varias dosis ha contribuido a reducir la gravedad de la enfermedad. Ello ha llevado a muchos, científicos incluidos, a pronosticar el fin de la pandemia este mismo año 2022.

En China, sin embargo, no se ve igual ni el presente ni el futuro inmediato. En línea con la política de “tolerancia cero”, se invita a la prudencia y la cautela. Para sus epidemiólogos, los efectos de la nueva mutación, la posibilidad de aparición de otras en el horizonte y la conciencia de la propia capacidad sanitaria del país, conminan a continuar con la misma política como mejor opción.

«Para marzo de 2022, una gran parte del planeta se habrá infectado con la ómicron», escribió Christopher Murray, director del Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud de Seattle en The Lancet el 19 de enero (1). «Después de la ola ómicron, la Covid-19 regresará, pero no la pandemia», apunta en el artículo, lo cual indicaría que se convertirá en otra enfermedad recurrente que los sistemas de salud y sociedades tendrán que manejar. El presidente español, Pedro Sánchez, habló de prepararse para la “gripalización” de la pandemia….

Los comentarios, que coinciden con otro similar del director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, en cuanto a que el 2022 será el último año de la pandemia, brindan un rayo de esperanza frente a una oscuridad que dura ya dos años. Parte del optimismo viene de la percepción que la ómicron, aún siendo más contagiosa, es más leve. Frente a ella, la OMS parece apostar igualmente por la reducción de la transmisión y una mayor cobertura de la vacuna ya que sigue siendo un virus peligroso, particularmente entre los no vacunados.

Según este criterio, siempre que no aparezca otra variante más poderosa, las tasas de mortalidad y hospitalización de esta variante alcanzarán el nivel de una gripe, lo que vendría a demostrar que la pandemia entrará en una nueva fase, una endémica o de brote estacional.

Sin embargo, esa declarada «victoria» conllevaría en paralelo un precio enorme, dado que debemos contar con que se dispararán los casos (en Europa y EEUU, sobre todo) obligando a  la formación de una inmunidad colectiva, pero en otras partes del mundo como África, con sistemas de salud débiles, los brotes continuarán. A día de hoy, mientras el nivel de infecciones se mantiene bajo en China, en Estados Unidos y ciertos estados europeos, las cifras se han disparado con incidencias acumuladas nunca vistas.

China, por el contrario, aún persiste en la política cero covid. Epidemiólogos como Zeng Guang, ex jefe de los centros de control y prevención de China (CDC, siglas en inglés) o Wu Zunyou, experto en jefe de los CDC, recuerdan que existen aún muchos riesgos desconocidos o que la ómicron contagia incluso a personas vacunadas y que su tasa de mortalidad es mayor que la de la influenza. Por otra parte, Beijing no puede ignorar que en materia de capacidad sanitaria, si bien mejorada en los últimos años, todavía posee una gran brecha: en Estados Unidos, por ejemplo, el número de enfermeras por cada 1.000 personas es aproximadamente siete veces mayor que en China. Por lo tanto, una flexibilización repentina de las medidas impondría una gran presión al sistema sanitario. La falta de acceso a los recursos médicos, débiles en muchas zonas del país, sobre todo las rurales, complicaría la respuesta a un incremento de contagios por ómicron, echando por tierra todo el enorme sacrificio llevado a cabo.

Con frentes abiertos en varias ciudades (Xi´an, Beijing, Tianjin, etc.), las críticas al modelo de respuesta chino por parte de los países occidentales ponen el acento en su “insostenibilidad”, es decir, es señalado como una «carga» que impide la recuperación económica tanto nacional como internacional. Pero lo cierto es que el impacto en la economía no es peor que en los países desarrollados; al contrario, esta estrategia ha ayudado a la sociedad a volver a la normalidad, le devuelve su movilidad sin restricciones y estimula el consumo a un mínimo costo para así evitar la trampa de un largo encierro. La economía china tuvo un crecimiento del 8,1 % en 2021 (EEUU, un 5,7% y la media de la eurozona fue un 5,2%).

Las medidas adoptadas en China minimizaron la propagación vírica y contuvo los brotes y las muertes sin tensionar en exceso el sistema de salud, mejorando sus capacidades y manteniendo la solvencia económica aun en un entorno muy complejo, dentro y fuera del país. Por tanto, en principio, cabe esperar que China flexibilice su postura solo cuando la pandemia baje fuera de sus fronteras o aparezca una solución definitiva contra ellas, como vacunas más efectivas.

Pero el debate está ahí y pone sobre el tapete la idoneidad no solo de la respuesta sanitaria sino acerca de cuál se revela la mejor alternativa de gestión y gobernanza frente a estas crisis. Bloomberg, por ejemplo, ha elaborado una clasificación de resiliencia ante la Covid-19 (2) que claramente exalta las bondades de las sociedades liberales, contrastando lo que llama “el estado de sumisión” con el “alto grado de confianza y el cumplimiento social” fomentados por los gobiernos democráticos. Sin embargo, como reconoce Helga Zepp-LaRouche, fundadora y presidenta del Schiller Institute, esto es discutible.

Los hechos (cifras de contagios y muertes) advierten no solo del pobrísimo desempeño de las más prominentes democracias del mundo sino sugieren también que la priorización de la salud pública sobre la libertad individual ha dado mejores resultados. Y no es solo el caso de sistemas políticos autoritarios, pues Taiwán, sin salirnos del mundo chino, con una respuesta similar a la de China continental (hacer pruebas, aislar, aplicar cuarentenas, etc.) es bien reconocida como una democracia liberal.

Y tampoco cabe reducirlo todo a la “docilidad” de la población a la hora de asumir llevar mascarillas (vistas por algunos en Occidente como el máximo exponente de la supresión de la libertad) o aceptar las vacunas sin rechistar. La confianza brilla por su ausencia. En los EEUU, prácticamente la totalidad de las bases políticas del anterior presidente, Donald Trump, adoptaron el discurso de no llevar mascarillas y de no mantener la distancia social como forma de demostrar sus ideas. La influencia del movimiento antivacunas en la población es alarmante. Mucha gente ha sido influenciada por salvajes teorías conspirativas sobre la supuesta intención de los gobiernos de retirarles sus libertades civiles e instaurar poderes autoritarios. Y a ello debemos añadir, paradójicamente, el acaparamiento, algo que deja a muchos países en desarrollo totalmente desprovistos de vacunas.

Alabar acríticamente el enfoque liberal de la respuesta a la pandemia cuando dicho modelo ha supuesto la muerte para millones de personas y la sobrecarga extenuante de unos sistemas de salud muy lastrados por las ondas privatizadoras y de recortes de los últimos años, se antoja cuestionable. El Edelman Barometer señalaba en su último índice que el nivel de confianza de la sociedad china en sus autoridades ascendía al 83%, subiendo 11 puntos en el último año, mientras que en EEUU no superaba el 43%. (2)

¿Se mantendrá China en sus trece?

La Cámara Europea de Comercio en Hong Kong ha advertido de que la actual política de “semi-cierre” no remitirá, al menos, hasta 2024 y que eso puede tener consecuencias graves en materia de expatriación de personal cualificado como de empresas que estarían estudiando trasladar sus representaciones a otras ciudades asiáticas. Otro tanto podría ocurrir en Macau, la otra región administrativa especial de China. Todo indica que, a corto plazo, no habrá cambios sustanciales.

Además de advertir sobre los graves riesgos de conceptuar la Covid-19 como una “influenza fuerte”, Beijing se justifica llamando a la prudencia y la observación. El epidemiólogo Zeng Guang, por ejemplo, ha alertado de que para China sería “una catástrofe” hacer ahora otra cosa, contrariando el llamamiento de la OMS a la relajación en nombre de la eficacia. Para Zeng, si los países occidentales aligeran es únicamente por razones de carácter social y económico pero no se basan en juicios científicos sobre la salud pública.

Aunque más del 86 por ciento de la población china recibió dos dosis de alguna vacuna nacional, algunos especialistas apuntan a una menor eficacia de las vacunas así como la falta de inmunidad de grupo debido al bajo número de infecciones. Por tanto, la prevención sigue siendo la base de la respuesta mejorando el dispositivo técnico. Por ejemplo, la capacidad diaria para realizar pruebas de ácido nucleico se elevó a 42 millones en enero de 2022.

La variante ómicron, por otra parte, le ha complicado la gestión al gobierno chino, sobre todo por la  reticencia de algunos ancianos a vacunarse. Nueve meses después del inicio de la campaña de vacunación para mayores de 60 años, 50 millones de ancianos siguen sin recibir la vacuna. En algunas provincias, la tasa de ancianos no vacunados es inferior al 50%. A veces, mientras que el 90% de los estudiantes han recibido varias dosis, sólo el 30% de los mayores de 80 años se han vacunado. El 30 de noviembre, en una rueda de prensa, Zheng Zhongwei, jefe de investigación médica de la Comisión de Salud Pública, señalando que los mayores de 60 años en China estaban menos vacunados que en Japón o Estados Unidos, reiteró que los mayores serían la prioridad de la próxima campaña de vacunación.

Pero hay debate. Aunque la estrategia oficial es no cambiar nada y atender mejor los flecos que se resisten, el doctor Zhang Wenhong, un experto virólogo que se ha convertido en una figura pública, ha abogado abiertamente por una relajación del método. Especialista en enfermedades infecciosas y quizás uno de los virólogos más populares de China, ya en enero de 2021 había expresado sus reservas contra la «estrategia de fortaleza» de «Covid cero», que comparó con «una caza de ratones en un bazar chino».

En lo inmediato, no obstante, la propuesta de relajación de la estrategia «Covid cero» no tiene ninguna posibilidad de triunfar. Por al menos dos razones.

La primera es la práctica unanimidad de la comunidad virológica china. Hablando con una sola voz, se alinearon con la opinión de la Comisión Nacional de Salud, considerando que el método chino para evitar un resurgimiento masivo de la epidemia sigue siendo el mejor.

El dictamen se basa en un estudio del Centro de Control de Enfermedades Infecciosas publicado a mediados de octubre de 2021. Sostiene que una relajación de la «Covid  cero» en favor de una estrategia más flexible que acepte la idea de la coexistencia con la enfermedad tendría el efecto de fomentar una explosión del número de casos. El riesgo, según el estudio, es que se supere el pico de la primavera de 2020, con «un impacto devastador en el sistema sanitario, pudiendo provocar una gran catástrofe».

La segunda razón detrás de la prevalencia de la estrategia de “Covid cero” es política y se compara con los fracasos occidentales para glorificar las «características chinas» y el sistema de gobierno del Partido Comunista que este otoño debe celebrar el XX Congreso con el país en estado de revista.

En clave de gobernanza sistémica

Zhou Xinfa, investigador de la Academia de Ciencias Sociales, apunta, por ejemplo, que las dificultades de los países occidentales para implantar cuarentenas eficaces, cuestión central en sus fracasos para contener la propagación, se deben fundamentalmente a las deficiencias de su modelo de gobernanza.

En estas condiciones, en las que la estrategia de «Covid cero» es el marcador político y la prueba irrefutable de la superioridad del sistema político chino frente a las carencias de las democracias liberales, no hay posibilidad por el momento de que el Partido afloje el corsé de los estrictos confinamientos en cuanto aparezcan los primeros temores de un rápido y descontrolado episodio de contagio.

Y no solo por circunstancias internas; también porque el éxito de la política antiepidémica de Beijing es una de sus principales palancas de influencia en los países en desarrollo, especialmente en África, donde son muchas las capitales que dirigen su mirada hacia su experiencia (y auxilio).

Así, mientras en Occidente se ha abandonado la ilusión de una erradicación total de la enfermedad en favor de la idea de que en lo sucesivo habrá que cohabitar con ella, la polémica en torno a la pertinencia de la estrategia china de «Covid cero» se convierte en un instrumento paralelo de legitimidad sistémica en función de su predilección y capacidad para preservar las libertades.

Los argumentos de unos y otros, atrapados en la adaptación a las «características chinas» y la defensa a ultranza del liberalismo, derivan hacia la competencia sistémica entre China y Occidente. Y Beijing saca pecho con sus cifras a la vez que desautoriza como falacia hipócrita el aparente clamor por los derechos humanos cuando, a la vez, se es capaz de torcer la cara cuando se trata de proteger el bien más preciado de cualquier persona, el derecho a la vida.

Occidente confía en su política mientras que para China, la suya es una opción incuestionable. Pero, otra vez, no solo. Cruzando el estrecho, en la vecina y disputada Taiwán, el doctor Lee Ping-ing, coordinador del comité asesor de inmunización del Ministerio de Salud, alertó también que es demasiado pronto para el abandono de la política de Covid cero y empezar a convivir con ómicron. Lee citó los ejemplos de Australia y Reino Unido, con tasas de vacunación similares a Taiwán, pero cuya decisión de convivir con ómicron ha llevado a un aumento de los contagios, hospitalizaciones y muertes. Y, atención, con esta política, la economía de Taiwán creció un 6,28 por ciento en 2021.

¿Se trata de una cuestión cultural? Puede influir, pero no es necesariamente determinante. Países como Singapur, Vietnam, Australia o Nueva Zelanda han aplicado, en mayor o menor medida, una política similar y con buenos resultados. Cada país tiene sus circunstancias y las respuestas deben adaptarse en la intensidad y en el tiempo.

¿Quién lo hace mejor? ….

 

Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China (www.politica-china.org). Su último libro “La metamorfosis del comunismo en China” (Kalandraka, 2021).

(1) Murray, Christohper (2022), Covid-19 will continue but the end of the pandeminc is near, en The Lancet, accessible en: https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(22)00100-3/fulltext (fecha de acceso: 1 de febrero de 2022).

(2)  Se puede consultar en: https://www.bloomberg.com/graphics/covid-resilience-ranking/

(3)  Apoyo interno a Beijing en el punto más alto, al contrario que en el exterior, en Asianews, 18 de enero de 2022

 

(Texto para Anuario CEID, Argentina).