El nacionalismo gallego no fue ajeno a las reflexiones y enseñanzas dejadas por los diversos procesos revolucionarios y de liberación nacional posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Especialmente, la larga marcha por la liberación y revolución democrática y popular en China, la revolución cubana y vietnamita, la lucha contra el colonialismo en Argelia y en el África portuguesa, la Revolución de los Claveles en Portugal … Y por supuesto, como antecedente de estos procesos, la Revolución Rusa, y en el plano teórico las aportaciones de Marx-Engels y Lenin.
Sin embargo, por diversos motivos, que van desde el debate que existía a principios de los setenta en el movimiento comunista y revolucionario internacional sobre la línea a seguir frente al imperialismo, hasta la experiencia personal de algunos militantes, han sido muchos los aspectos del proceso revolucionario de China que se tomaron en consideración en ese momento. También incidió el carácter fuertemente rural y una economía de autoconsumo como la de Galicia, y que características de la Edad Media se mantuvieran en el agro, aunque el capitalismo era el sistema dominante. Todavía recuerdo el impacto al leer el libro de Jan Myrdal, «Un pueblo de China popular»[i], especialmente por el papel que se les otorgaba a las cooperativas como alternativa al minifundismo y la propiedad privada. Era lógico que así fuera y se tuviera en cuenta el carácter comunal de zonas de la montaña y de algunas labores agrícolas en Galicia, y el hecho de que la lucha por la propiedad de la tierra y contra los foros fuera tan reciente. Estas debilidades y fortalezas de nuestra realidad fueron las que dieron impulso para que, en la política de masas, los métodos de trabajo y la necesidad de construir un frente popular de liberación nacional, Mao Tse Tung estuviera presente entre las lecturas necesarias.
Contexto económico y social
Galicia, con algo menos de 30.000 kilómetros cuadrados, en gran parte montañosa, con extensos bosques y una extensa costa, contaba en 1970 con 2.548.718 habitantes, el 7,65% de la población del Estado español (EE); en 2020 representaba solo el 5,6%. En aquella época el 68,98% de los habitantes vivía en lugares de menos de 2.000 personas, el 7,35% en entidades de entre 2.000 y 10.000 residentes, y el 23,68% en pueblos y ciudades de más de 10.000 habitantes (en el EE era del 55,42%). Una población repartida en más de 30.000 aldeas, unos cien pueblos y siete ciudades.
Una salida histórica al limitado desarrollo de las fuerzas productivas fue la emigración, que se dirigió muy temprano a España y Portugal, y adquirió un carácter masivo hacia América Latina a mediados del siglo XIX. Entre 1964 y 1973, 69.061 personas salieron de Galicia para España, 199.305 para Europa y 65.663 para el resto del mundo. A modo de comparación, las cifras de emigración de todo el Estado español fueron las siguientes: 838.511 a Europa y 167.989 al resto del mundo. Por tanto, la emigración gallega a estos destinos supuso el 23,77% y el 39% respectivamente del total del EE. Teniendo en cuenta que la población gallega era el 7,65% del EE, es evidente Galicia tenía en la emigración una salida a una economía subordinada y sin expectativas, a pesar del gran potencial del país en agricultura, pesca, silvicultura, minería …
Una emigración que utilizaba la lengua gallega y tenía los hábitos y comportamientos de una comunidad nacional, y que tuvo su propio Reino hasta 1833. No es casualidad que los emigrantes crearan cientos de «centros gallegos» en el extranjero, el primero en Madrid, pero sobre todo en América Latina, destino preferido de la emigración durante los siglos XIX y XX. De modo que en muchos lugares llamaron «galegos» a todos los que tenían la piel blanca y el pelo claro (noreste de Brasil), o «gallegos» a todos los que tenía origen en el Estado español en Argentina y Uruguay, o que ante las invasiones inglesas a Buenos Aires, en 1806, se formará un “Tercio de Gallegos” para oponerse a ellas.
En 1970, la población activa gallega alcanzaba las 1.097.655 personas (el 9,21% del conjunto del EE, cifra muy superior al porcentaje de población, 7,65%). De este total, el 48,99% se dedicaba a la agricultura y la pesca, el 14,28% a la industria, minería, energía y agua, el 8,88% a la construcción; y el resto a transporte, comercio, servicios. En ese momento, las personas dedicadas a actividades primarias en Galicia representaban el 16,9% del total del EE (más del doble de la media), y las que lo hacían en la industria solo el 5,2%. Los asalariados y asalariadas constituían el 45,49% de la fuerza laboral (en el Estado español, el 73,54%). En 1973, el paro registrado en Galicia era de solo 7.552 personas y en el EE de 128.774, una cifra aparentemente positiva para nuestro país, pero era consecuencia lógica del atraso en los modos de producción, el menor porcentaje de asalariados y la emigración masiva.
El PIB representaba el 5,55% del total del Estado español en 1973 y del 5,17% en 2019, un 10% menos que hace cuatro décadas, a pesar de la modernización productiva, las conquistas democráticas y la autonomía. Lo que refleja que aún pudo ser peor y que los logros no fueron suficientes; están pendientes. Claro que no se puede ignorar que este periodo gobernó siempre, menos 6 años, la derecha españolista. Se pone como ejemplo positivo que el PIB/habitante subió. Pero es un crecimiento con mucho de artificial, la respuesta a una evolución demográfica más regresiva que el aumento del PIB, la consecuencia de la fuerte emigración al exterior de gran parte de la población rural, y la caída de la natalidad. Un modelo de desarrollo dependiente que se agravó con la globalización neoliberal: depredación minera, explotación forestal con especies invasoras, retroceso de la diversidad productiva, que las empresas más dinámicas pasasen en su mayoría a manos extranjeras, que salga más capital del que ingresa, y que aún hoy se mantenga la emigración, a pesar de la baja tasa de natalidad y el retroceso demográfico. Esta tendencia tan regresiva se compensa, en parte, con la incorporación masiva de la mujer al trabajo asalariado y la entrada de mano de obra inmigrante para cubrir esencialmente los trabajos precarios y mal pagados.
El economista y político Xosé Manuel Beiras, entonces militante del Partido Socialista Galego, criticó a quienes huyeron o desvirtuaban un análisis objetivo de la situación: “de los recursos mineros (el binomio carbón-hierro) o en la lentitud de la concentración de la tierra. Como corolario: la gente emigra, las empresas no utilizan los recursos del país. Incluso las cosas son al revés, a pesar de todo lo que se dice. Una frustración social prematura, un éxodo centenario, raquitismo burgués, insolidaridad institucional, colonización financiera, son quizás las claves explicativas del actual atraso económico de Galicia ”[ii].
Por su parte, el economista Ramón López Suevos, organizado en ese momento en la Unión do Povo Galego (UPG), destacaba que: “las colonias internas del capitalismo central gozan, por regla general, de un nivel de vida superior a las colonias periféricas, pero su nivel relativo al proceder a una comparación entre sí con sus respectivas áreas económicas es similar; excepto en el caso de que exista una fuerte corriente migratoria de la colonia al centro de la metrópoli ”[iii].
Primeros pasos del movimiento nacional popular
En el número uno de Terra e Tempo, portavoz de la Unión do Povo Galego (UPG), publicado en el exilio en México, se anunciaron los diez puntos de lo que se definió como un Frente Político; eran los siguientes:
1) Galicia es una nación y como tal tiene derecho a la autodeterminación.
2) El pueblo gallego ejercerá el poder en Galicia.
3) Los medios de producción, distribución y crédito pertenecen al pueblo.
4) La colectivización de la agricultura comenzará con una etapa cooperativa como fase previa a formas más desarrolladas de socialización.
5) La pequeña empresa y la industria artesanal se concentrarán en unidades de producción superiores.
6) La gran empresa capitalista se socializará de forma inmediata.
7) La organización administrativa del campo gallego se basará en los grupos de tipo Parroquia, que se integrarán en la Comarca.
8) La educación estará al servicio del pueblo.
9) La lengua oficial de Galicia será el gallego, de educación obligatoria.
10) La liberación nacional gallega no descarta un vínculo federal de Galicia con los demás pueblos de la Península.
Quiero recordar que la UPG se constituyó en noviembre de 1963, según su vocero Terra e Tempo Nº5 (de la 1ª etapa y quizás publicado en 1966 en Venezuela; en otros textos se habla de julio de 1964 como el año de fundación de esta organización en Galicia). En este mismo número de Terra e Tempo (TT) hay un artículo que hace referencia a los antecedentes y origen de la UPG, que surge cuando un gran número de jóvenes, marxistas, no se sienten representados por el Partido Comunista de España ni por el “galleguismo ‘burgués’ que predicaba la abstención política” produciendo una ruptura que se acentuó con el fracaso del “Consello da Mocidade” (funcionó entre finales de 1963 y principios de 1964).
En el nº8 del TT, de 1968, se matizan las reivindicaciones elementales de la UPG a medio plazo, y se señala respecto al carácter de la organización, que en la práctica funciona como un movimiento, que: “No somos una organización reformista. Somos una organización revolucionaria que aspira a movilizar al pueblo contra sus explotadores (hoy el fascismo, mañana sus herederos). Por eso no podemos conformarnos con conseguir mejoras parciales (…) Nuestro fin último es la Revolución concebida al estilo marxista, como liberación de las alienaciones de la humanidad”. Estos últimos son objetivos del comunismo propios de un partido de la clase trabajadora. Se trata de textos que todo indica fueron realizados en Galicia, y que reflejan una posición más centrada en la lucha de clases. Lejos de la consideración que se hizo en uno de los primeros TT en los que se aclaraba que el papel de la UPG “no es la construcción del socialismo en Nuestra Patria”, lo que muestra un período de transición o reflexión en el que no estaba del todo claro qué papel debía jugar la UPG, si la de un partido o frente patriótico. Respecto a este tema había distintas posiciones, más teóricas que por la presión de la práctica.
Burguesía nacional inexistente
En el primer ejemplar de la segunda fase del TT (textos de 1969) se da un paso más en cuanto a la definición de las clases sociales que habían sostenido la liberación nacional: “podemos afirmar que, dadas las condiciones de opresión colonial, Galicia no conoció la revolución burguesa por eso nunca hubo una burguesía gallega autónoma”. Este avance en la caracterización de las clases sociales en el país, que excluyen la existencia de una burguesía propia, condicionará la futura formación del frente de clases para la conquista de la liberación nacional. Esta sería una alianza de la clase trabajadora con los autónomos/as, especialmente en los sectores de agricultura y pesca, y propietarios de pequeñas empresas. Es decir, en esencia, las clases populares. Se marcaba así una diferencia con el Frente Popular en China, formado por el Partido Comunista y el Kuomintang, como representante de la burguesía nacional (en contraposición a la burguesía «compradora» aliada del imperialismo japonés). Considerar la existencia de una burguesía gallega hubiera sido una reproducción esquemática de la realidad china, ignorando que cada país debe valorar correctamente su realidad para transformarla. Esto acercó la propuesta de la UPG al modelo de los movimientos de liberación nacional en Asia. Aunque no se podía obviar que la clase obrera gallega ya tenía en ese momento una mayor importancia numérica y política que en los países dependientes o colonias de ese continente, y que el campesinado y la clase obrera en Galicia constituía un porcentaje muy similar de personas, pero con una tendencia regresiva del primero.
La constatación de la inexistencia de una burguesía nacional gallega, aunque pudiera haber sectores de la burguesía que se sintieran parte de una identidad específica y que subjetivamente la consideraran imprescindible, fue una correcta caracterización de la realidad social y política por parte de la UPG. El proceso de asimilación por el «imperialismo español», ya sea directa o de manera subliminal, fue una corriente poderosa en la sociedad gallega, esencialmente en los últimos siglos, y generó un complejo de inferioridad y derrotismo en las clases subalternas, pero también en el mundo empresarial. Estos eran aspectos que no podían pasarse por alto, especialmente cuando tenían expresiones políticas, económicas, sociales y culturales tan fuertes. Por ello, a pesar del voluntarismo de algunas fuerzas, muy minoritarias, durante la transición y posteriormente no se consolidó un partido político «interclasista» nacional gallego, que es como normalmente se caracterizan a sí mismas las fuerzas que no cuestionan el capitalismo. No es lo mismo una organización interclasista que un frente de clases. Aun así, se propuso una economía mixta como alternativa para una primera etapa, en la que el sector público abarcase los sectores estratégicos, y se le diera impulso al cooperativismo (especialmente en el agro y actividades ligadas al mar), dada la existencia de una economía de subsistencia muy grande, y lo que implicó hacía muy pocas décadas la lucha contra los foros y por la propiedad de la tierra. La centralidad del sector público en esta etapa la cumplía el cooperativismo en el Partido Galeguista (1931-1950).
La indefinición de la UPG en cuanto al papel de la clase obrera y del partido en esta etapa se fue aclarando rápidamente, especialmente tras las huelgas obreras de Ferrol y Vigo, y la consolidación de estructuras de masas, como ERGA, Frente Cultural, Comisiones Labriegas, Sindicato Obrero Gallego, etc. En el fondo de esta ambivalencia inicial estaban los dos modelos más conocidos, el del FLN argelino, donde no había un partido obrero fuerte, o el de Vietnam, en el que el Partido Comunista era el corazón del frente, el Viet-Kong, que lideró el proceso de liberación. En resumen, el debate era si la clase trabajadora tenía un papel específico y vanguardista para asegurar el posterior avance pacífico hacia una sociedad socialista, o si este objetivo estratégico estaba desvinculado del proceso de liberación, y si durante este proceso las contradicciones de clase propias del sistema seguían vigentes y había que resolverlas en beneficio de la clase trabajadora.
El Primer Congreso de la UPG (agosto de 1977) apostó decididamente por definirse como un «partido comunista patriótico». La Asamblea Nacional Popular de Galicia (ANPG) ya había nacido como frente patriótico. Y como tal se especifica en el Libro del Congreso: “La UPG lucha por el socialismo, por la supresión de la propiedad privada de los medios de producción, contra la explotación del hombre por el hombre en el camino de la sociedad comunista (…) La clase obrera gallega hegemonizará la revolución nacional-popular y impulsará su transformación en revolución socialista ”.
Si bien, como puede verse, el impacto de la experiencia del PCCh fue parte del bagaje político previo a las huelgas generales de 1972, estas tendrían una relevancia importante para la creación por parte de la UPG de sus propias organizaciones de masas, como los CAL (Comités de Ayuda a la Lucha Labriega), ERGA (Estudiantes Revolucionarios Gallegos), Frente Cultural, UTEG (Unión de Trabajadores de la Enseñanza de Galicia, SOG, CCLL. etc. que permitieron que esta fuerza diera, como ya se ha dicho, un salto cuantitativo y cualitativo. Sin embargo, para entender este impulso es necesario recordar que la UPG desde su nacimiento fue una organización con un claro carácter popular que caracterizó a Galicia como una colonia y primó el papel de las instituciones públicas en la resolución de los problemas estructurales, pero también la participación y movilización social. Por este motivo se involucró en el conflicto agrario contra la construcción del embalse de Castrelo de Miño en 1966, así como en la huelga universitaria de Compostela en 1968. Estas experiencias permitieron que a mediados de 1971 tuviese una estructura más firme en la Universidad de Compostela. Pero, sobre todo, las huelgas obreras de Ferrol y Vigo, que supusieron un revulsivo social y político durante 1972, permitieron la posterior incorporación a la UPG de militantes provenientes del sindicalismo de Galicia Socialista y Organización Obreira.
Cada país debe elaborar su estrategia
El nacimiento en el País Vasco de Komunistak, de orientación maoísta, y que se desarrollará por todo el Estado español con posiciones a la izquierda del Partido Comunista de España (PCE), acabará constituyendo el Movimiento Comunista (MC) que tendrá incidencia en Galicia y el movimiento nacional popular. Es así porque adhieren a esta línea algunos activistas de la UPG que convergen con otros que hacen entrismo en la fuerza soberanista de izquierda. El momento era propicio para un crecimiento de la UPG en la Universidad de Compostela en el curso 1971-1972, pero las divergencias cada vez más profundas con respecto a la autoorganización nacional gallega la fracturan y debilitan. El enfrentamiento se resuelve con la confrontación de la dirección local con la nacional y la expulsión de numerosos militantes; otros quedan desconectados.
El editorial de «Terra e Tempo» de la Navidad de 1972, inmediatamente posterior a las grandes huelgas obreras de Ferrol y Vigo, retrata acertadamente esta escisión (centrada en Compostela) y valora el salto cualitativo de la clase obrera gallega. Afirmaba lo siguiente: “El Partido Comunista o de los Trabajadores que construiremos y estamos construyendo es marxista leninista, y considera que el pensamiento de Mao Tse Tung es el marxismo leninismo aplicado a nuestro tiempo. Ahora bien, no tiene ninguna dependencia dogmática del PCCh (Partido Comunista de China). Pero hemos aprendido de él y de muchos otros partidos revolucionarios la lección de que la revolución la hacen los pueblos, que la solidaridad de los demás pueblos es necesaria, pero que ningún pueblo puede hacer la revolución sin elaborar su propia estrategia. Galicia rechaza el establecimiento de sucursales políticas en su territorio. El proletariado gallego, el pueblo gallego, es tan capaz de elaborar su propia revolución como lo fueron los pueblos cubano o chino. Eso es lo que pretende UPG; no copiar en materia de revolución porque es la muerte de la revolución (…) La UPG en cambio es también el germen de un Frente Nacional-Popular o Frente de Liberación Nacional (…) La alianza de las clases populares de un pueblo contra las clases opresoras (…) El proletariado se encuentra en los países subyugados con la obligación de formar parte del Frente y de liderar su lucha”.
Para lograr estos objetivos marcados ya con toda claridad por la UPG ayudará la fundación de ERGA en diciembre de 1972. En esta tarea, el autor de este artículo (usando el sobrenombre de «Ramón» dada la militancia política clandestina) fue encomendado por la UPG para reorganizar los contactos en la Universidad de Compostela y ganar nuevos militantes. El historiador Anselmo López Carreira, en aquel momento estudiante y activista de la UPG y ERGA, nos relata sobre este tema: “El año académico 1972-1973 comenzó con la protesta contra el asesinato de Chema Fuentes. Los viejos contactos actúan por inercia, pero la UPG ya tiene en mente la creación de un Frente Estudiantil (…) la llegada del compañero ‘Ramón’ acelera el proceso y le da consistencia y método, y la experiencia que trae desde Argentina ( …) permiten que en muy poco tiempo desde una clandestinidad y disciplina ejemplar, los militantes de la UPG que se quedaron logran diseñar bajo su indiscutible dirección un extenso campo de simpatizantes (…) se creó una organización de masas estrictamente nacionalista: Estudantes Revolucionarios Galegos (ERGA) (…) El éxito de la alternativa nacionalista se refleja inmediatamente en el rápido crecimiento de sus efectivos y algunas manifestaciones a principios de 1973 (…) se hace un esfuerzo considerable para publicar LUME (portavoz de ERGA) con 300 o 400 copias que se imprimen con una vietnamita (…) A ERGA se debió en gran parte a la propagación del nacionalismo entre amplios estratos de la población y entre sus militantes siempre hubo personas dispuestas y entusiastas que contribuyeron, alentadas por su origen popular, a toda labor de propaganda y organización que pudieran ayudar (… ) reforzar e incluso liderar la actividad del Sindicato Obreiro Galego, las Comisións Labregas, el Frente Cultural y la propia UPG ”[iv].
Este rápido crecimiento de la UPG en la universidad, y luego en los institutos de secundaria del país, se debió a que existían condiciones objetivas, que la mayoría de las personas contactadas eran de origen rural o provenían de los barrios obreros, que siempre usaban la lengua gallega (que en ese momento era la habitual en el 75% de la población, fundamentalmente en las clases populares; pero se consideraba perteneciente a las clases subordinadas por las élites y clases medias; y marginada por el régimen, especialmente en los centros de estudio). Estos aspectos no fueron secundarios, como tampoco lo fue la efervescencia revolucionaria en un contexto con un imperialismo en retirada por la Revolución Cubana y fuertes movimientos guerrilleros en América Latina, de Liberación en África, y la Guerra de Vietnam. Procesos que cuestionaron la apuesta por la convivencia pacífica de la dirección de la Unión Soviética en ese momento, y que en los sectores de vanguardia de la lucha contra el imperialismo afianzaron nuevas referencias: China, Cuba …
Organización, propaganda y movilización
También fueron relevantes los objetivos y métodos de trabajo utilizados en ERGA, que serían en gran parte un aporte de la aplicación del maoísmo en Argentina (específicamente por parte de la Vanguardia Comunista, en la que milité). Se trataba de crear “tendencias”, es decir, organizaciones de base vinculadas a la UPG con un doble objetivo: por un lado, que con la recuperación de la democracia fueran la base de los sindicatos de la clase obrera, el campesinado, la gente del mar, los estudiantes, y, por otro, granero de cuadros y militantes del movimiento nacional popular, y en especial de la UPG. El operativo fue clandestino en células, con estructura piramidal, por lo que si unas eran desmanteladas por las fuerzas represivas de la dictadura no cayeran las otras, algo esencial en un país donde las ciudades eran pequeñas, y la relación entre personas muy grande. Por eso, la discreción y la naturalidad en la vida personal eran necesarias para poder aprovechar la audacia y la iniciativa en tareas políticas (reuniones, asambleas, pintadas, reparto de panfletos o el portavoz «Lume» de ERGA).
También se incorporó el corte de tráfico en las calles como una forma de lucha, algo que no era común por parte de la izquierda que tenía como ámbito el Estado español. También pintar «cien veces» en las paredes UPG para que se gravase en la mente de la gente, como propaganda subliminal (como se hacía en Buenos Aires). Se trataba, a pesar de ser una organización pequeña, de no serlo en el imaginario colectivo, o al menos no para aquellas personas que pudieran simpatizar, o no ser contrarias, con la lucha por la liberación nacional y la justicia social. Y funcionó. Es decir, la propaganda y agitación eran una de las tareas importantes con el objetivo de incrementar la conciencia colectiva y crear un estado de ánimo proclive al cambio; como se diría hoy: para que se asumiese el relato (caracterización de la situación objetiva y subjetiva, proyecto alternativo, hoja de ruta, métodos de trabajo, etc.)
Por tanto, el trabajo político no era una diversión, ni una tarea rutinaria, ni una relación subordinada, tenía que ser una acción consciente y planificada, es decir, la praxis revolucionaria de todo/a militante. Otro aspecto de suma importancia fue poner en primer plano los problemas específicos, por ejemplo, del estudiantado, sin dejar de vincularlos en cada caso con el análisis global y las propuestas estratégicas, pero no al revés como lo hacían otros partidos en el ámbito estudiantil. Como fracción de la sociedad, el estudiantado tenía problemas y demandas propias.
Se le dio gran importancia al debate político, a la crítica y autocritica constructiva, combatiendo la práctica rutinaria. Es decir, a la discusión política en la célula sobre la situación concreta y los objetivos a corto y mediano plazo (tanto de ERGA como de la UPG, a diferentes niveles), para decidir cómo, cuando, para que, y con quien, para luego realizar asambleas, manifestaciones, pegada de carteles, distribución de panfletos y del boletín “Lume”… para posteriormente valorar los resultados, sacar enseñanzas de los aciertos y errores, y reflexionar sobre ellos con los sectores más amplios posibles de las clases populares. Esto constituía la praxis política de un partido comunista.
Era tan importante la protesta en la calle y la fábrica como la propaganda y la agitación y valorar el estado de ánimo, ya que existe una interrelación entre la conciencia política y la organización, para lograr el cambio consciente y duradero en la correlación de fuerzas. Como reflexionaba sobre el tema hace dos décadas: “Creo que es una etapa en la que el leninismo y el maoísmo están ganando más fuerza como corrientes teóricas, como se puede ver en el Terra e Tempo de la época. En las células del partido y de ERGA se debaten: El Estado y la Revolución, El imperialismo, fase superior del capitalismo; ¿Qué hacer?, Las cuatro tesis filosóficas de Mao… y también los libros de Frantz Fanon, que son parte de una base teórica anterior en la UPG”. En el partido se profundiza el debate teórico y se inicia la discusión de la creación de un partido comunista”[v]. En esta etapa nace el Programa Mínimo, con el fin de diferenciar el rol y objetivos del frente y del partido.
Una vez consolidada ERGA se trasladó esta experiencia al mundo del trabajo, en lo que ayudó tanto al momento histórico, ya que CC.OO. se debilitó mucho y Organización Obreira fue aplastada por la represión de la dictadura. Además, el PCE estaba desacreditado frente a los sectores rupturistas por su propuesta de «Pacto de la Libertad» y posteriormente los “Pactos de la Moncloa” con los que buscaba un acuerdo con la facción más tecnocrática del régimen. Todo ayudó a la UPG a dar el salto para crear el “Frente Obrero” primero e impulsar la ING (Intersindical Nacional Gallega) en la llamada “transición democrática”. Contaba con algunos activistas en las empresas, con los contactos que aportaban los militantes de ERGA, y con la incorporación de Galicia Socialista con base en Citroën de Vigo. El historiador Bernardo Máiz nos dice sobre el tema: “El Frente Obrero de la Unión do Povo Galego nació con la elaboración a finales de 1972 del Informe Nº1 y tras varias reuniones a lo largo de la primavera y verano de 1973, siendo Xosé Ramón Reboiras Noia “Moncho” su principal responsable (…) Consideraron reformista la línea que tomó CCOO y no vieron en ese sindicato, el PCE y otras fuerzas políticas, un proyecto para Galicia (. ..) Nacieron en A Coruña y Vigo las primeras células del nuevo sindicato gallego, obra del propio Moncho Reboiras, Manuel Fernández, Xosé Paz, Elvira Souto, Manuel Mera y pocas personas más…”[vi].
En 1974 surgieron los “xermolos” (brotes) sindicales en varias ciudades y pueblos gallegos. De su fusión nació el Sindicato Obreiro Galego (SOG). La UTEG, un sindicato de la educación se fundó en mayo de 1975. Durante la etapa de los “xermolos” hubo diferentes voceros sindicales por cada comarca donde se había logrado un cierto desarrollo (Xerme, Galego, Obradoiro, Ferramenta, Adiante) y un boletín de formación sindical nacional, o Eixo, que luego sería el nombre del vocero del SOG. En cuanto a la estructura de clases, en el nº3 de este boletín, de marzo de 1975, se destacaba: “hay un proletariado industrial propio de un sistema capitalista, mezclado con un semiproletariado, mitad proletarios mitad campesinos y marineros (…) también sobreviven modos de producción precapitalistas”[vii]. El texto enfatizaba que en las colonias y países dependientes los mecanismos de explotación capitalista se superpusieron a los precapitalistas.
Con la «transición democrática» se consolidó el «pluralismo sindical» y el SOG y varios sindicatos de sector (UTSG de la sanidad, SGTM del mar, UTBG de la banca, UTEG de la enseñanza) formaron una central sindical que se legalizó en mayo de 1977, la Intersindical Nacional Galega (ING), antecedente de la Confederación Intersindical Galega (CIG), que hoy es la primera central sindical de Galicia en delegados/as en las empresas, en capacidad movilizadora y en número de afiliados/as. Con la ING se consolidaba uno de los objetivos que tenían en la clandestinidad los «frentes de masas», que era crear estructuras que se convirtieran en sindicatos o asociaciones representativas de la sociedad civil autónomas en todos los ámbitos, rompiendo con el carácter subalterno de las clases populares a todos los niveles.
Por lo tanto, la UPG fue modificando paulatinamente, como producto de la práctica política, su papel inicial de aglutinador de todo el nacionalismo gallego para convertirse en una fuerza de cuadros de la clase trabajadora, por lo que creó una nueva organización que cumplía la función de frente patriótico, la Asamblea Nacional Popular Galega (ANPG). Esta nació en abril de 1975, y pretendía acoger a grandes sectores populares, siendo el antecedente de lo que hoy es el Bloque Nacionalista Galego (BNG). Si bien en la ANPG la afiliación fue individual, y en el BNG esta es de dos tipos, ya que sigue siendo personal, pero también están representados los partidos que apoyan el Frente. En los textos de su Primer Congreso (1977), la UPG valoró muy positivamente esta iniciativa, ya que destacaba que: “en los años que lleva de existencia, la AN-PG ha demostrado ser la organización movilizadora de masas más importante que opera en Galicia”.
Sobre este Frente Patriótico y sus características, Ramón López Suevos nos dice: “El carácter interclasista de la lucha anticolonial no significa que el Frente sustituya a las organizaciones partidarias; la lucha anticolonial no excluye la creación de un movimiento obrero independiente (…) en la concepción de Mao, es el pueblo y el conjunto de clases sociales los que en un país y en un momento determinado asumen de manera progresiva la contradicción principal (…) cuando la lucha popular es una lucha antiimperialista el pueblo se convierte en nación ”[viii]
Partido Comunista y maoísmo
Bernardo Máiz, en relación a la construcción de organizaciones de base por parte de la UPG, hace el siguiente relato de este proceso: «el pueblo gallego sufre tanto la opresión nacional como la explotación económica de las clases trabajadoras (…) esta lucha es, por tanto, nacionalista en la forma y democrática en contenido popular, como vía hacia el socialismo (…) Hacemos nuestras las palabras del camarada Mao en su panfleto sobre la Dictadura Popular Democrática, en el que nos dice: “En el interior del país, despertar a las masas populares. Esto significa unir a la clase obrera, el campesinado, la pequeña burguesía urbana y la burguesía nacional, formando un frente único bajo la dirección de la clase obrera (…)” En línea con esta y otras formulaciones complementarias extraídas del maoísmo y el anticolonialismo (alianza de las clases populares gallegas para la liberación nacional y social), la Ejecutiva de la UPG, renovada en mayo de 1973 (Bautista Álvarez, Casal, Xosé González, Manuel Mera, Ramón Muñiz, Moncho Reboiras, Francisco Rodríguez …) y fracasados los intentos de acercamiento al PSG, se modificó la estrategia (…) se definió en lo teórico (utilizando como herramienta de análisis el marxismo-leninismo pensamiento Mao Tse Tung) y se impulsó una mayor expansión (“Necesitamos tener organizaciones de masas propias)”[ix] .
Entre los aspectos de mayor incidencia del maoísmo en la formación de la militancia de ERGA destacaría el análisis de las contradicciones y lo referente a la formación de la conciencia revolucionaria. En relación con esta última cuestión, es decir, la adquisición del conocimiento, las “Cuatro tesis filosóficas de Mao” fueron un tema de debate obligatorio para los nuevos cuadros. Especialmente “Acerca de la práctica”, que trata de la relación entre el conocimiento y la práctica, entre conocimiento y acción. Nos dice sobre el tema Mao Tse Tung: “el conocimiento lógico se diferencia del conocimiento sensible en que abarca aspectos aislados de las cosas y fenómenos, su apariencia externa, la relación externa de los fenómenos, mientras que el conocimiento lógico, dando un gran paso adelante, llega a las cosas como un todo, y la esencia y relación de las cosas se eleva para resaltar las contradicciones internas del contexto que nos rodea, y así podemos llegar a comprender el desarrollo del mundo en su totalidad (…) Tal teoría, materialista, dialéctica, del proceso de evolución del conocimiento, basado en la práctica, pasando de lo superficial a lo profundo, antes del marxismo nunca fue expuesto por nadie ”[x]
El historiador Núñez Seixas ve la incidencia del maoísmo muy centrada en ese período histórico: “En lo que se refiere al marxismo-leninismo, la UPG venía reivindicando desde principios de los años setenta la necesidad de que el proletariado lidere la lucha de las clases populares gallegas. (…) Desde diciembre de 1972, el partido se definió claramente como comunista, con una explícita orientación maoísta, lo que se reafirma en los Estatutos Provisionales publicados en mayo de 1974, donde la UPG se confiesa seguidora del “marxismo-leninismo pensamiento Mao Tse Tung” (…) Dado que la UPG partía de la premisa de que Galicia era una nación colonizada, con un peso débil de la población obrera, el maoísmo parecía ser la guía ideológica adecuada. Sin embargo, desde 1975, la antigua devoción al maoísmo iría desapareciendo de los textos ideológicos de la UPG, aunque han sobrevivido las referencias explícitas a los ideólogos de los movimientos de liberación nacional del Tercer Mundo de inspiración marxista”.[xi]
Recordemos el contexto político del momento: en 1968 paro en la Universidad de Compostela, en 1972 huelgas generales en marzo en Ferrol y septiembre en Vigo, en abril de 1974 la Revolución de los Claveles en Portugal, en agosto de 1975 es asesinado Moncho Reboiras, dirigente de la UPG, en noviembre de 1975 muere el dictador Franco, en julio de 1976 asume la presidencia Adolfo Suárez, comienza la “transición democrática”, agosto de 1976 decreto de amnistía política, abril de 1977 legalización de los sindicatos, diciembre de 1977 se restablecen as autonomías y se firma el Pacto de la Moncloa, en diciembre de 1978 se aprueba la Constitución… Por lo tanto, este fue un periodo de luchas del movimiento obrero, el campesinado y el estudiantado gallegos, en el que se aceleraron los cambios. La UPG tenía propuestas a corto y medio plazo, y tomó la iniciativa, por lo tanto, aprovechó la situación logrando una expansión inimaginable, desplazando al PCE como principal fuerza de la izquierda transformadora.
Tanto en ERGA como en las células que se formaron de la UPG a partir de los militantes más activos, y que tenían una mayor empatía con el proyecto, se le dio importancia al debate de estos textos de Mao. El análisis de las contradicciones sirvió de base teórica para la interrelación entre la soberanía nacional y la lucha contra la explotación de la clase obrera ya que la izquierda estatal subordinaba la emancipación del país y por tanto la autoorganización del pueblo gallego a la conquista del socialismo. No menos importante fue lo relativo a relacionar el conocimiento primario sensible e intuitivo con el conocimiento lógico y razonado, porque Mao vincula claramente tanto con la práctica como con la transformación de la sociedad. Y eso implica que deben ser parte del debate interno, el discurso, el panfleto, el artículo, es decir, no se debe substraer de la práctica cotidiana, aunque se ponga más énfasis en un aspecto u otro. Lo concreto y lo estratégico, según el momento y el lugar, ambos deben ser siempre parte de la tarea partidista, sindical … Es una cuestión imprescindible para que las clases populares sean protagonistas conscientes a la hora de dar un salto cualitativo en la conciencia individual y colectiva, y no simples partícipes circunstanciales de un conflicto, acto, charla, movilización …
Otro de los aspectos que tuvieron su importancia en esta etapa, en la que incidieron las propuestas del maoísmo, fueron la proletarización de un cierto número de activistas que provenían del ámbito estudiantil, lo que ayudó mucho en la expansión de los distintos frentes de masas, el nivel de sus cuadros y la vinculación de lo concreto con el proyecto estratégico. Y además, que el “foquismo” como forma de lucha contra la dictadura fuese cuestionado, cuando menos por parte de la militancia. O sea, la mínima posibilidad de que un pequeño grupo de vanguardia diese un salto cualitativo en la conquista de la liberación nacional y social, con la hipótesis de que sería arropado por la mayoría, sin contar previamente con un gran cuerpo social organizado y movilizado a todos los niveles. Por lo tanto, se rechazaban las propuestas elitistas.
Si bien se trató de una etapa corta en la que los textos de Mao jugaron un papel esencial en la formación militante, hay que tener en consideración que es un período en el que se fundaron las diversas estructuras de masas del “movemento nacional popular galego”, de modo que se hiciese una distinción tan clara entre contradicción principal y fundamental (liberación nacional y eliminación de la explotación). Además, que ambas reivindicaciones se mantenían en la etapa de democracia popular, conquistada y liderada por el frente patriótico, construyendo la vía para que la hegemonía del partido de la clase obrera pudiese avanzar sin grandes contratiempos en la implantación del socialismo. Por lo tanto, el maoísmo fue y sigue siendo parte del aporte teórico a la construcción del proyecto de emancipación de las clases populares gallegas. El maoísmo como reflexión teórica sobre la realidad china y las medidas a implementar para la liberación y construcción del socialismo, fueron considerados como una experiencia, nunca para realizar una repetición mimética de los pasos dados en China, como tampoco lo hizo este país con respecto a otros procesos revolucionarios. Eran, y son, realidades diferentes, tanto históricas, como culturales, demográficas…
Por supuesto que no fue China, ni la etapa de Mao Tse Tung, la única contribución, ya que los textos de Marx y Engels, así como los de Lenin, tuvieron un gran impacto, pero también los análisis de Gramsci, e incluso de Frantz Fanon y Albert Memmi. Así como las teorías sobre la dependencia que estaban surgiendo en ese momento en América Latina con gran fuerza, reinterpretando el marxismo para y desde la periferia. Cabe destacar en este aspecto a Mauro Marini, aunque en ese momento no estaban publicados sus textos, si los de Gunder Frank[xii]. Estas aportaciones ya estaban presentes en algunos de los militantes, como el que realiza este artículo a través del partido Vanguardia Comunista en Argentina. Dando fuerza a la idea de que había que conocer todas las experiencias revolucionarias y recoger sus análisis y conclusiones, pero que cada país tenía que hacer su propia caracterización de la realidad, del proceso histórico, de la correlación de fuerzas, del estado de ánimo y los pasos que eran necesarios dar para poner fin a la explotación y la opresión. Hacerlo era el primer síntoma de cambio en una nación dependiente. Esta idea fue compartida por la gran mayoría de militantes de la UPG, motivo por el que esta organización no es una copia, por lo que tiene un perfil propio muy marcado, y, por otro lado, guarda similitudes con diferentes procesos, porque todos somos parte de la humanidad, sobre todo si estamos comprometidos en la liberación nacional y social de las clases populares…
En definitiva, China, nación con la que hoy Galicia mantiene importantes relaciones comerciales, hace más de cinco décadas ya era un referente para un sector de la sociedad gallega que tenía inquietudes transformadoras. Ya se consideraba al Partido Comunista de China y la lucha de liberación nacional como un salto cualitativo en el proceso revolucionario internacional, y al mismo tiempo como un aporte a la praxis para avanzar en la construcción de una sociedad libre y justa.
Referencias:
[i] Myrdal, Jan, Una aldea de la China Popular, Seix Barral, Barcelona 1969.
[ii] Beiras, Xosé Manuel, O atraso económico de Galicia, Galaxia, Vigo, 1972.
[iii] López Suevos, Ramón, Do capitalismo colonial; Edicións Cerne, Galicia, 1979.
[iv] López Carreira, Anselmo, ERGA, o lume que prendeu, Cuadernos A Nosa Historia nº5, A Nosa Terra, Vigo, noviembre, 1988.
[v] Leira, Xan, Manuel Mera, a paixón militante, Edicións Xerais, Vigo, 2000.
[vi] Máiz, Bernardo, Sindicalismo Nacionalista Galego 1972-1982, CIG, Vigo, 2003
[vii] “Que é un sindicato de cras, sindicato galego de cras”, Eixo nº3, marzo 1975
[viii] López Suevos, Ramón, Do capitalismo colonial, Edicións Cerne, Galicia 1979.
[ix] Máiz, Bernardo, Sindicalismo Nacionalista Galego 1972-1982, CIG, Vigo, 2003
[x] Mao Tse-tung, Cuatro tesis filosóficas, Editorial Anagrama, Barcelona, 1974
[xi] Beramendi, Justo G., Núñez-Seixas, Xosé Manuel, O nacionalismo galego, Edicións A Nosa Terra, Vigo, 1995
[xii] Frank, Guner, Capitalismo y subdesarrollo en América Latina, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1966