Los días 11 y 12 de diciembre tuvo lugar en Beijing la Conferencia Central de Trabajo Económico, la reunión de más alto nivel en esta materia que marca el rumbo de la economía china dando del tono principal de los objetivos de política en este orden a ratificar formalmente por la Asamblea Popular Nacional en su pleno de marzo próximo.
El encuentro ha estado precedido del recorte anunciado por la agencia de calificación Moody’s a primeros de este mes de diciembre de su perspectiva para la calificación crediticia de China de «estable» a «negativa», citando riesgos de una desaceleración de la economía, el aumento de las deudas de los gobiernos locales y una continua caída en el mercado inmobiliario. Además, también rebajó sus perspectivas crediticias para Hong Kong y Macao de «estable» a «negativas», citando los estrechos vínculos políticos, institucionales, económicos y financieros de los territorios con China.
La rebaja de las perspectivas fue la primera desde 2017, lo que refleja la visión pesimista de la agencia sobre las crecientes deudas de China y los efectos en sus perspectivas económicas.
Igualmente, rebajó los pronósticos de crecimiento para el próximo año y 2025 al 4 por ciento, en comparación con el objetivo de crecimiento anual del gobierno chino de alrededor del 5 por ciento para este año. La agencia estimó su crecimiento promedio para China en alrededor del 3,8 por ciento para 2030, lo que implica una perspectiva igualmente pesimista para la economía china en el largo plazo.
Según el FMI, la economía china crecerá un 5,4 por ciento este año, bajando al 4,6 por ciento en 2024, debido a la “debilidad continua” del mercado inmobiliario y de la demanda externa. Por su parte, la agencia S&P sugiere que el crecimiento podría caer al 2,9 por ciento en 2024, especialmente si la crisis inmobiliaria empeora.
El contraste con el tono de la Conferencia Central de Trabajo Económico, no podría ser mayor. Sin júbilo y exhibiendo un enfoque más moderado, en ella se ha reconocido tanto los avances como los desafíos, incluyendo “la falta de una demanda efectiva, el exceso de capacidad en algunos sectores, las expectativas sociales mediocres, ciertos riesgos y problemas ocultos y los cuellos de botella en la circulación interna, así como la creciente complejidad, gravedad e incertidumbre del entorno externo”.
Para seguir promoviendo la recuperación y el avance económicos, reconoce, las expectativas y la confianza son relevantes. Las proyecciones internacionales apuntan a la baja. Por el contrario, en Beijing, se ha hecho hincapié en «garantizar que los resultados finales se ajusten a las intenciones del Comité Central del PCCh». Por otra parte, la insistencia en la eficacia de la labor económica es una llamada a capítulo muy especial a los gobiernos y departamentos locales, quienes “no deben quedar rezagados” en cuanto al cumplimiento de los objetivos. La presión en este sentido, en un año determinante para el balance final del plan quinquenal vigente, se antoja crucial.
En la conferencia se ha destacado sobre cualquier otra consideración a futuro la trascendencia de la innovación científica y técnica, llamada a “liderar el desarrollo de un sistema industrial moderno». En la reunión se instó a fomentar la innovación industrial a través de la ciencia y tecnología y, en particular, a forjar nuevos sectores, modelos y motores con adelantos disruptivos y de vanguardia. El gasto en I+D de China llegó a los 3,09 billones de yuanes (430.000 millones de dólares) en 2022 desde el billón en 2012, según el Ministerio de Ciencia y Tecnología.
Otros puntos destacados se refieren a la necesidad de ampliar la demanda interna, profundizar la reforma en áreas clave, expandir la apertura de alto nivel, la prevención y solución de riesgos en áreas clave, no descuidar la atención a la agricultura, zonas rurales y agricultores, promover la integración urbano-rural y el desarrollo regional coordinado, el medio ambiente o las condiciones básicas de vida.
En lo político, la prevención de los riesgos sistémicos es la tarea principal para asegurar la estabilidad. En la reunión se mencionaron los riesgos del sector inmobiliario, las insolvencias de las administraciones locales y la crisis de las instituciones financieras como puntos negros más delicados a seguir afrontando con decisión.
El mensaje que traslada esta conferencia es la convicción de que, en efecto, China atraviesa un periodo crítico de desarrollo económico marcado por el tránsito de una economía de escala a una de alta calidad. Para cualquiera que haya experimentado una etapa de rápido crecimiento, su velocidad de avance volverá a un nivel moderado pero, se insiste, la previsión de crecimiento girará en torno al 5%, manteniéndose el objetivo de duplicar el tamaño de la economía para 2035.
El liderazgo integral del Partido se ha destacado como clave para expandir la economía. Y aunque dicho axioma es a menudo interpretado en el exterior como una manifestación de una clamorosa contradicción que abunda en la insostenibilidad del modelo a medio plazo y que, a la postre, al evitar la liberalización de las fuerzas del mercado y del sector privado y favorecer la primacía de la seguridad y el control, sitúa la economía china en fase descendente, nada indica que se vaya a abandonar. Al contrario.
Ello no impide al PCCh reconocer que su complementariedad es decisiva. De hecho, el 27 de noviembre, el Consejo de Estado dio a conocer su “Aviso sobre el fortalecimiento de las medidas de apoyo financiero a la economía privada”, que incluía una variedad de medidas para reactivar dicho sector. Se centraba especialmente en ámbitos como la innovación tecnológica y la asistencia a las pequeñas y medianas empresas. El plan aumentaría la disponibilidad de préstamos para empresas privadas, reduciría las tasas de interés y utilizaría herramientas financieras como bonos para aumentar la cantidad de crédito abierto a empresas privadas.
Aunque las dificultades, internas y externas, son muchas y no faltarán nunca los augurios tremendistas, lo más probable es que China prosiga la senda de la recuperación pospandémica. Y el carácter diferencial de su modelo frente a la absoluta prevalencia del mercado en las economías de Occidente representa su mayor ventaja estratégica.
Ese, y no otro, ha sido el modelo que le ha permitido a China pasar de ser la 32ª potencia económica del mundo en 1978 a la segunda actualmente. Es de suponer que nuestra insistencia en que cambie radicalmente ese modelo -que hasta ahora le ha funcionado- se debe a que queremos facilitarle el camino para que se convierta en la primera. ¿O quizá no?
(Para Diario Público)