Sinología Liska Gálvez, especialista panameña y doctora por Ren Min University of China (Universidad del Pueblo de China).

In Análisis, Sociedad by Director OPCh

Leyendo a “Mi país, mi gente” de Lin Yutang y a un exdiplomático chino, descubro que ambos enfatizan en cultivar la “célula literaria” y en abrazar la “expresión con naturaleza literaria” en la escritura, una apreciación del carácter tradicional literario chino y extensivo al conjunto de la sociedad. Otro día, al observar el significado del carácter He (hé) compuesto por un grano y una boca, indicando que satisfecho el segundo con el primero, se logra la armonía, traslado la acepción de este sinograma al patrón de desarrollo chino, extensible incluso a su política exterior con la Iniciativa de Desarrollo Global (IDG). No estaba allí fuera de lugar el precepto de que el presente influye en el legado cultural. Pero, ahí también se afirmaba la Sinología.

Dedicada al “conocimiento” del idioma chino y especialmente de antiguos textos, la Sinología nos recuerda la permanente cautivación por China, atractiva por el largo recorrido en su querencia por el conocimiento. Desde los primeros sinólogos, —diplomáticos, comerciantes y teólogos— como Francisco Varo, Joachim Gonzales, Jean-Pierre Abel-Rémusat, Leon Wieger, etc., una China remota del siglo 16-18th y centro de observaciones atrajo el interés por su filosofía, historia, literatura y erudición. Fascinados por la cultura, lengua, administración y el pensamiento filosófico durante las dinastías, estos conocimientos resultaron también de la colaboración con eruditos y pensadores chinos — como el estudio del mundo chino seguiría siéndolo.

Por muy antiguos que sean los tempranos conocimientos de la Sinología, por mucho que estén recluidos a un estricto pasado, el mundo hoy día sigue atento y desea conocer a China. Estamos vinculada a ella. Si pensamos la reforma y apertura, estrategia de Go abroad, la Franja y la Ruta y la IDG, todos reflejan la emergencia de China como sujeto histórico y sistémico con capacidad de influencia e impacto en la escena internacional, pero sobre todo son iniciativas con gran contenido de pensamientos e ideas de raíces culturales, y es en este contexto que la Sinología es a la vez oportuna y relevante.

Conocer qué está pasando en China, comprender cuáles son los conceptos que rigen su sociedad, visión mundial, way of thinking, la manera que la modernidad puede encontrar en China ideas, valores o tradiciones culturales universalizables, o cómo el pensamiento filosófico, las abstracciones y construcciones ingeniosas de su tradición literaria informan su conciencia actual, supone desplegar todos los recursos que la precisión de la lectura y la escrupulosidad en su escritura ofrece la Sinología clásica. Conceptos como el TianXia, el Arte de la guerra, los Métodos del Sima, el Wéiqí (Go), tanto clásicos como modernos, confucianos o taoístas, historiadores Han, Tang o Qing, o las fábulas de Chuang-Tzu, todos permiten un imaginativo conjunto de enigmas, metáforas y analogías que proveen un inmenso vocabulario heredado del pasado muy apreciado para pensar y entender con mayor precisión a China. Porque China es una civilización que mira el pasado como una forma de informar su visión del futuro. Así, la Sinología sintetiza una lectura holística de preguntas sobre China, no sólo del presente sino de sus orígenes complejos y el futuro global: cómo la sabiduría colectiva puede forjar valores comunes para sostener el orden global del futuro.

Ciertamente, la idea de la Sinología como ciencia es presuntuosa. La rigidez del examen por la comunidad académica sin duda concluirá que los fundamentos, la filosofía de la sinología o la teoría sinológica aún están por ser escritos. Pero esto no niega su ímpetu, porque al incurrir en la revisión de las cosas que aún se desconoce, la Sinología se asoma a la máxima del razonamiento científico. Conforme a esta paradoja y obedeciendo a una querencia de estudios desde lo antiguo contra una real y viva China, la Sinología se presenta así como un estadio intermedio, un proceso inconcluso formando especialistas en lo no especializado. Y es esta lógica, esta naturaleza in-between, el ser/no-ser, que sostiene la esencia flexible e integral de la Sinología y la apremia aliarse a otros científicos y especialistas a fin de procurar desarrollar un conocimiento sistematizado sobre China. Sinología clásica, Área de estudio o Nueva Sinología…la realidad es que a China se llega con un pensamiento ecléctico.

Esta última reflexión lleva a decir que la Sinología, desde luego, no se reduce solo al estudio científico y hazañas intelectuales. En ella acontece un encuentro intercultural. Nos quedaríamos sin raíces para comprender China al descartar la interculturalidad con la cual el sinólogo, desde una posición intermedia y con el espíritu Zhēng yǒu —un compañero que ve más allá del beneficio inmediato, a la base más amplia y firme para una sólida, profunda y sincera relación— es capaz de moverse entre culturas y sentirse cómodo en cada una. Al tejer esta interacción, el sinólogo es capaz de encontrar puntos comunes y estimular un diálogo franco y continuo que supere la observación de Occidente y Oriente como dos categorías opuestas, cerradas, contrarias entre ellas y así poder reconciliar opuestos o calibrar pulsos. Un acercamiento urgente ahora que los límites geográficos se tambalean y el mundo se achica.

Por muy densos e inabarcables que sean los textos clásicos, o la amplitud disciplinaria de los Estudios Contemporáneos Chinos y de la Nueva Sinología, el repositorio riquísimo del chino clásico y contemporáneo reposa vívido… a la espera de su traducción. Y lo están también aquellos que legaron cartas de navegación en francés, portugués o inglés (T’oung Pao).                Y en ese camino es posible que el Sinólogo o el Think-Tank especializado en China encuentre fascinante la sinofonía y los halagos del zhōngguótōng, pero es recomendable recordar que la Sinología no aspira a convertirse en un “China watcher”, ni estudiar el carácter monolítico e inmutable de la civilización china, mucho menos reescribir una China a intereses presentistas y reduccionistas. Más allá de una China exótica y milenaria, simplificada a objetivos inmediatos, el sinólogo, por encima de todo, está consagrado a un principio: que, el cariz experimental de la búsqueda del conocimiento entrelazado por conjuntos de elementos y conceptos del mundo chino, estimule la agilidad de imaginar y la flexibilidad intelectual para crear su propia interpretación de China.                 Lo mismo en sinólogos como Simon Leys, John DeFrancis y Geremie Barmé, que en Li Bai, Tufu, Sushi, Luxun, Qian Zhongshu, Mao Dun, Wang Meng, en todos esta la inspiración al estudio por el mundo chino, que no acaba nunca.