A diferencia de lo ocurrido al inicio de la pandemia con la distribución de mascarillas, con las vacunas, China se ha mostrado básicamente prudente. No solo tomaba nota de que los países más desarrollados de Occidente optaban por “sus” farmacéuticas sino también reconocía los problemas de credibilidad de sus productos ante importantes segmentos de la opinión pública. De esta forma, la promoción china de sus vacunas se orientó en una doble dirección: la OMS a través del programa COVAX y el suministro a los países en vías de desarrollo. Todo bajo la premisa de considerar la vacuna “un bien público global”. Actualmente, China tiene dos autorizadas en el país y otra docena en en fase de ensayos clínicos siguiendo hasta cinco vías técnicas diferentes.
Sin embargo, las irregularidades en “nuestras” vacunas (dudas sobre su eficacia general, graves problemas de suministro), por no hablar de la irritante regularidad del multimillonario beneficio deducido con enormes subvenciones públicas de por medio, han abierto posibilidades a las vacunas chinas, en ocasiones avanzando en paralelo con la rusa Sputnik. El voraz acaparamiento por parte de los países ricos de buena parte de la oferta existente ha abierto otra hendidura moral en la gestión que no compensa suficientemente la descalificadora tipificación autoritaria de los rivales geopolíticos.
La pérdida de liderazgo de los países desarrollados en la gestión de la pandemia ofrece así una nueva evidencia. Esa desatención brinda a China la oportunidad de erigirse, junto a Rusia, en la tabla de salvación de los países menos desarrollados. Beijing ya los señaló como destinatario preferente de sus vacunas y hasta 53 países han establecido acuerdos en tal sentido, no siempre exclusivos, de forma que su proyección es notoria y en crecimiento. E incluso reveladora, como bien indican las adquisiciones de los países del Golfo Pérsico o de aliados de los EEUU como Colombia, en el otro extremo geográfico, por citar algunos.
La UE intentó redimirse de su fiasco profiláctico en la pandemia anticipándose con una acción planificada con las vacunas. Pero erró. En consecuencia, en medio de cierta desesperación e impotencia, cada vez más voces reclaman que además de “nuestras” vacunas, se tengan en cuenta otras, incluidas las chinas; de lo contrario, podríamos quedar a la cola en la vacunación. La grieta abierta por Hungría y una presencia cada vez más significativa en los PECO no comunitarios han sacudido el castillo europeo. Así las cosas, no es de extrañar que el propio Xi Jinping se decidiera a presidir la cumbre virtual que el día 9 de Febrero reunió a China con los países de la Europa central y oriental (CEEC, siglas en inglés). Cabe prever que habrá más vacunas para todos ellos.
Las inyecciones chinas son de bajo costo y se pueden almacenar y transportar bajo una temperatura de entre 2 y 8 grados centígrados, lo cual facilita el almacenamiento y transporte ya que no requiere de un sistema de cadena de frío; por eso, son más accesibles y adecuadas para frenar mejor la propagación en los países emergentes. Pero la seguridad, la eficacia y la accesibilidad de las vacunas desarrolladas por China han ganado el reconocimiento de muchos países como también su capacidad científica y la solvencia de sus mecanismos reguladores de salud. Todo ello representa un punto de inflexión y da cuenta de haber alcanzado cierta paridad.
El ministro de asuntos exteriores Wang Yi habla a diario con muchos de los homólogos de aquellos países interesados en las vacunas chinas. Y las más altas autoridades del estado receptor hacen gala públicamente de la inyección. Las vacunas avanzan al paso de su diplomacia, teniendo a su favor que el control de la propagación del virus en su propio territorio no hace tan apremiante la inoculación de la vacuna entre su población, que avanza a un ritmo más pausado y sin tantos apremios.
Rusia no es un competidor para China. Por el momento parece conformarse con cierto adosamiento a la Sputnik, de mayor notoriedad. Además de los competidores occidentales, el principal rival de China es India, que concentra su promoción en el Sudeste asiático y el océano Índico. Nueva Delhi, por ejemplo, tiene previsto suministrar 20 millones de dosis, muchas de ellas gratuitas, a sus vecinos -Bangladesh, Nepal, Sri Lanka y Afganistán-, así como a las Seychelles, Maldivas y Mauricio. En una segunda fase, la ofensiva de India contempla a determinados países de África, América Latina y Asia Central (Sudáfrica y Brasil ya han recibido entregas, aunque de escasa entidad). No hay que olvidar que India suministra globalmente el 60 por ciento de las vacunas del mundo y tiene una considerable capacidad de producción que puede poner al servicio de sus ambiciones internacionales. La competencia sino-hindú beneficia a algunos países como Nepal, Brasil o Maldivas, que ya han recibido donaciones de los dos gigantes asiáticos.
En resumen, por unas o por otras, China, una vez más, revienta los diques y va camino de apuntarse otro tanto en este largo pulso no solo sanitario, también geopolítico.