Casi al límite de su vencimiento temporal, Washington y Moscú decidieron renovar el Tratado New START o START III por cinco años más. Fue una de las primeras -y acertadas- decisiones del nuevo presidente Joe Biden. El ex presidente Donald Trump pretendía la adhesión de Beijing al tratado y en tanto esta no se produjera, lo guardaría en el cajón. De esta forma, Estados Unidos y Rusia seguirán limitando el número de armas nucleares. Este es el último acuerdo vigente entre Moscú y Washington en tema de armamento. Trump también decidió en su día la retirada de los EE.UU del tratado de armas nucleares de mediano alcance (conocido como INF, siglas en inglés) suscrito en 1987 por Gorbachov y Ronald Reagan.
China dio la bienvenida a la extensión, que siempre consideró necesaria. Al tiempo, Beijing reiteró la negativa a adherirse a dicho tratado salvo que Moscú y Washington decidieran aceptar la paridad nuclear. ¿Por qué? Su pequeño arsenal no es comparable ni de lejos al de Rusia y EEUU. ¿Qué supondría la paridad? Para llegar a una paridad nuclear entre las tres potencias, Washington y Moscú deberían reducir su arsenal en un 90 por ciento. EE.UU posee 3.800 cabezas nucleares; Rusia, 4.312 y China, 320. Además, las de Beijing no están listas para ser utilizadas, a diferencia de buena parte de las ojivas rusas y estadounidenses. Solo si Moscú y Washington reducen el número de ojivas nucleares hasta quedar al mismo nivel de China estaría Beijing dispuesto a entrar en un acuerdo de este tipo. Y sería un excelente punto de partida para lograr el “utópico” desarme nuclear general y completo.
Al tiempo de anunciar la extensión del acuerdo, la nueva administración estadounidense indicó que “trabajará para reducir los peligros que plantea el moderno arsenal nuclear chino, cada vez más vasto”. China, sin embargo, rechaza enfáticamente unas acusaciones que considera infundadas: el peligro que representa su «moderno y creciente arsenal nuclear» sigue estando a años de luz de los de Estados Unidos y Rusia. Y recuerdan en Zhonanghai que también se han comprometido a no usar armas nucleares primero en ningún tiempo o bajo ninguna circunstancia, prometiendo incondicionalmente no usar ni amenazar con usar armas nucleares en contra de Estados no poseedores de armas nucleares o de zonas libres de armas nucleares. Es el único Estado con armas nucleares que ha suscrito tal compromiso.
La “modestia” nuclear de China se complementaría con la disposición a participar en las discusiones sobre temas relacionados con la estabilidad estratégica dentro de marcos como el mecanismo de cooperación de los cinco Estados poseedores de armas nucleares, la Conferencia sobre Desarme y la Primera Comisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, y a mantener comunicación con todas las partes sobre asuntos relacionados con el control de armas nucleares a través de canales bilaterales.
Los datos ameritan la posición de China, comprensible desde el punto de vista político, militar y estratégico. Rusia ha manifestado en reiteradas ocasiones que no tiene intención de presionar a Beijing en este aspecto. El Kremlin, indispuesto con Estados Unidos y la Unión Europea, prima una asociación estratégica con Beijing que a ambos sirve para equilibrar la hostilidad del “mundo libre”.
La prórroga del acuerdo facilita mantener la estabilidad estratégica global; aun así, es mucho lo que resta por hacer para reducir la significación del poder nuclear en las políticas de seguridad nacional de sus titulares. El tratado START III establece un límite de 1.550 artefactos nucleares operativos a disposición de los EE.UU y Rusia. Cierto que el desarrollo de armas hipersónicas y de drones de ataque guiados por sistemas de inteligencia artificial hace que las armas nucleares sean aún más letales pero, realmente, desentendiéndose las grandes potencias un poco más generosamente del cambio climático, por ejemplo, serían totalmente prescindibles las armas nucleares como último recurso para cargarse el planeta. Todo ello, dicho sea de paso, sin el menor afán de ignorar la gravedad del peligro nuclear. Basta leer en el número de febrero de Proceedings, la revista mensual del Instituto Naval de Estados Unidos, lo que dice Charles Richard, jefe del Comando Estratégico de Estados Unidos: “una guerra nuclear entre Estados Unidos y China o Rusia se ha convertido en una posibilidad muy real».