Mao Zedong proclamó el nacimiento de la República Popular China desde la Puerta de la Paz Celestial (Tiananmen) de la Ciudad Prohibida de Beijing a las tres de la tarde del 1 de octubre del año 1949. Después de una cruenta guerra civil (1927-49), interrumpida para hacer frente a la invasión japonesa (1937-45), el Ejército Popular de Liberación, brazo armado del Partido Comunista de China (PCCh), conseguía derrotar al Kuomintang (Partido Nacionalista Chino) de Chiang Kai-shek y poner fin a la República de China (1912-1949). Los restos de las fuerzas nacionalistas, que superaban el millón y medio de personas, se retiraron de la China continental y buscaron refugio en la isla de Taiwán con la intención de establecerse de forma temporal y recuperar algún día el control del país.
El principio de una sola China
Se trata de la postura oficial de las autoridades de la República Popular China desde su fundación y hace referencia a que sólo existe un gobierno legítimo, el que tiene sede en Beijing, y que por tanto representa a todo el pueblo chino. Sobre este principio gira la política exterior china, ya que rechaza mantener relaciones diplomáticas con aquellos que defiendan la existencia de dos estados o simplemente establezcan relaciones diplomáticas oficiales con Taiwán (actualmente 179 países se atienen a este principio mientras que 15 mantienen relaciones diplomáticas con Taiwán).
Este principio fue el nexo de unión entre las dos orillas desde 1949, ya que también es defendido por el Kuomintang, hasta el año 2000, fecha en la que el Partido Democrático Progresista ganó las elecciones taiwanesas por primera vez. El hecho de que durante décadas se compartiera esta visión sobre China permitió que en ningún momento se pusiera en duda la soberanía china sobre Taiwán, ya sea vinculada a la República Popular China o la República de China, por lo que se trataba de un problema político que siempre conservó su esencia genuinamente china. Las autoridades chinas saben que únicamente es posible avanzar por el sendero de la reunificación alcanzando acuerdos con un partido que respalde el principio de una sola China.
Evolución de las relaciones
Las relaciones entre las dos orillas han superado varias fases, desde la tensión durante el periodo maoísta hasta diversos intentos de acercamiento y distensión por parte de Beijing.
Con el Gran Timonel al frente de la República Popular China se produjeron diversos cruces de amenazas, auspiciados por las injerencias de Estados Unidos en apoyo de Taiwán y la retórica belicista que también caracterizaba a su homólogo taiwanés, Chiang Kai-shek, rival durante la guerra civil china. A finales de 1949 y comienzos de 1950 la conquista china de Taiwán era prácticamente un hecho y Estados Unidos no tenía intención de impedirla. Sin embargo, el estallido de la Guerra de Corea (1950-1953) y la intervención china por medio de voluntarios supuso un cambio de postura en Estados Unidos, que incluyó a Taiwán dentro de su zona de seguridad, lo que garantizaría su supervivencia.
Desde el final del conflicto coreano la postura de Mao fue muy clara: mostrar que la República Popular China no iba a olvidarse de la reunificación nacional y advertir, mediante bombardeos específicos sobre islas en disputa, que no iba a retroceder.
Estos bombardeos generaron dos crisis en el estrecho de Taiwán, la primera en 1954 y la segunda en 1958, teniendo como objetivos islas fortificadas taiwanesas situadas muy próximas al continente (de hecho pueden vislumbrarse desde la costa continental), principalmente las conocidas como Kinmen y Matsu. La primera crisis del estrecho surgió aprovechando la retirada estadounidense de la Séptima Flota y el refuerzo de dichas islas por parte de Taiwán, lo que provocó el ataque de artillería chino sobre las islas más próximas al continente. La situación puso en alerta a todas las partes, llegando a sobrevolar el fantasma de la bomba atómica, pero a Estados Unidos no le interesaba un conflicto abierto por unas islas de valor insignificante que se situaban fuera de su área de seguridad para Taiwán. Mao, por su parte, dio orden de no atacar a las fuerzas estadounidenses, buscando con ella forzar la situación pero sin sobrepasar las líneas rojas. Como le dijo a su homólogo soviético, Nikita Kruschev, “Solo pretendíamos mostrar nuestras posibilidades. No queremos a Chiang demasiado lejos de nosotros. Nos interesa tenerlo al alcance. Si él sigue ahí [en Kinmen y Matsu] podemos alcanzarlo con las baterías de costa, así como por medio de la fuerza aérea. De haber ocupado las islas, no tendríamos ya la posibilidad de incomodarlo cuando quisiéramos”.
Cuatro años después, en 1958, Mao reemprendió los bombardeos sobre las islas más próximas a la costa, primero durante quince días y después durante otros veintiuno. Finalmente redujo la periodicidad a los días impares del mes, lo que definió como una “batalla política”. La finalidad de esta nueva crisis era forzar la apertura de nuevas conversaciones con Estados Unidos, demostrando la firmeza china y su situación como actor a tener en cuenta. Una vez más, Mao dio la orden de no atacar a las tropas estadounidenses aunque abrieran fuego contra el Ejército Popular de Liberación y se aprovechó del respaldo oficial de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas para reforzar su posición ante los estadounidenses, aunque realmente los soviéticos en ninguna de las dos crisis estuvieron al tanto de las acciones de sus camaradas chinos (de hecho Kruschev estuvo en Beijing poco antes de las dos crisis y Mao en ningún caso le informó sobre sus intenciones, lo que da pie a pensar que el líder chino aprovechó las visitas de Kruschev para mostrar un falso respaldo soviético). Mao resumió sus intenciones tras finalizar la segunda crisis: “Hemos librado esta campaña, con la que Estados Unidos ha estado dispuesto a hablar. Washington ha abierto la puerta. La situación no parece la mejor para ellos y su nerviosismo irá en aumento si no acceden a reanudar las conversaciones con nosotros. Vamos a hablar, pues. Es mejor para la situación global resolver las discrepancias con Estados Unidos mediante las conversaciones, es decir, por medios pacíficos, pues nosotros somos un pueblo amante de la paz”.
Uno de los puntos más destacados de estas dos crisis en el estrecho de Taiwán fue la publicación por parte de Mao de dos cartas a los compatriotas de Taiwán (ambas escritas en octubre de 1958). En la primera de ellas Mao, que se dirige directamente a la población taiwanesa, explica que los bombardeos son de carácter punitivo por las injerencias de las autoridades taiwanesas, manifiesta su respaldo al principio de una sola y hace un llamamiento a que no se fíen de Estados Unidos. La segunda carta destaca por reincidir en que los estadounidenses no merecen confianza y añade, como elemento diferenciador sobre la primera, que todos son chinos y que entre ellos deben resolver su futuro, sin las injerencias de terceros.
A modo de inciso durante el desarrollo de las relaciones sino-taiwanesas me gustaría destacar uno de los movimientos más esclarecedores que tuvieron lugar tras finalizar la guerra civil: la retirada de China del Acuerdo General Sobre Aranceles Aduaneros y Comercio por parte de Chiang Kai-shek. Esta acción, incomprensible a todas luces, contó con el respaldo de Estados Unidos. Con esta acción Chiang reconoce su derrota en la guerra civil contra Mao al no poder cumplir acuerdos internacionales como el citado, por lo que resulta desconcertante que siguiera reivindicando la soberanía de la República de China sobre la parte continental cuando motu proprio había perjudicado a su nación al tomar esa decisión. Una decisión que, por otro lado, fue ilegal al no estar capacitado para tomar decisiones en nombre de Estado alguno al ser un exiliado.
Tras el fallecimiento de Mao en 1976 las autoridades de Beijing cambian el discurso sobre la recuperación de Taiwán. Con el objetivo de conseguir un avance en la mejora de las relaciones modificaron su retórica: la “banda de Chiang Kai-shek” derivó en las autoridades taiwanesas y la “liberación de Taiwán” se rebajó a la búsqueda de una reunificación pacífica. Es en estos momentos cuando se produce la conocida como “ofensiva de paz”, que tiene su primera acción en el “Mensaje a los compatriotas taiwaneses” de 1979, un cambio trascendental (entre otros, el reconocimiento del statu quo vigente, un llamamiento a la cooperación, apertura de lazos de correo y transporte entre las dos orillas y el fin de los bombardeos sobre las islas cercanas a Taiwán). Es más, el propio Deng Xiaoping ofrece a las autoridades taiwanesas la reunificación ateniéndose al principio de “un país, dos sistemas” (al igual que se hizo con Hong Kong y Macao), respetando la autonomía plena judicial, económica y política, permitiéndoles conservar su ejército, y realizando a su vez una petición al Kuomintang para reemprender la tercera cooperación con el PCCh (las anteriores fueron en los periodos 1921-1927 y 1936-1945). Los avances anteriormente descritos se condensan en el “Libro Blanco sobre el problema de Taiwán y la reunificación de China” de 1993. Los últimos avances por parte de Beijing antes de la llegada al poder de Xi Jinping fueron los “ocho puntos” de Jiang Zemin, donde se aboga por alcanzar un acuerdo que ponga fin a las hostilidades históricas con independencia de otros acuerdos de mayor entidad, se ofrece diálogo al resto de fuerzas políticas taiwanesas y se propone la protección de las inversiones de los taiwaneses en la parte continental. Ante la victoria electoral del Partido Democrático Progresista (periodo 2000-20008) y temiendo el aventurismo taiwanés por la senda de la independencia, se aprobó la Ley Antisecesión de 2005, donde pese a mantener su oferta por la vía pacífica para alcanzar la ansiada reunificación en base al principio de una sola China, Beijing anuncia que no descarta el uso de las armas para lograrla en el caso de que Taiwán opte por la vía independentista.
Si bien las relaciones se deterioraron con los gobiernos del Partido Democrático Progresista con Chen Shui-bian como presidente, la victoria del Kuomintang en 2008 permitió que el diálogo entre las dos orillas se reanudara. Comenzó lo que se consideró como una tregua diplomática, es decir, el compromiso de las dos partes a abandonar la búsqueda de aliados para establecer relaciones diplomáticas, lo que se traduce en la ruptura de relaciones con una de las partes. Las relaciones económicas, controladas durante los gobiernos del Partido Democrático Progresista, se intensificaron, firmándose diversos acuerdos encaminados a estrechar las relaciones entre la República Popular China y Taiwán: el Acuerdo Marco de Cooperación Económica (AMCE), un acuerdo económico similar a un tratado de libre comercio que intensifica las relaciones comerciales, además de acuerdos relativos al transporte, seguridad nuclear, facilitar el permiso para que los chinos continentales puedan viajar a Taiwán, incluso a nivel académico permitiendo el intercambio de estudiantes con ciertas limitaciones.
El 16 de enero de 2016 se celebraron elecciones generales en Taiwán, siendo elegida Tsai Ing-wen, del Partido Democrático Progresista. El regreso del soberanismo al gobierno ha supuesto un retroceso en las relaciones Taipéi-Beijing, dinamitando los logros alcanzados bajo el mandato de su predecesor y reavivando la guerra diplomática.
Beijing se ha visto obligado a endurecer el discurso ante la retórica del nuevo gobierno taiwanés, buscando con ello señalar nuevamente las líneas rojas que no debe cruzar Tsai Ing-wen bajo ningún concepto. Una demostración de fuerza y un pulso con el que Taiwán ha visto cómo sus apoyos internacionales han ido retrocediendo, reduciéndose de los 21 a comienzos del mandato de Tsai a los 15 actuales.
El gobierno de Tsai, reelegida presidenta en enero de 2020, se caracteriza por la búsqueda de una crispación controlada: si bien no ha dado paso alguno que suponga una ruptura del statu quo, sí que se ha esforzado por mantener un perfil muy definido en relación a la autonomía taiwanesa y a denunciar las injerencias de Beijing. Esta estrategia se ha visto respaldada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que ha mostrado su apoyo a Taiwán dentro de la guerra comercial que mantiene con la República Popular China.
Contactos no oficiales
Desde el proceso de reforma iniciado en 1978 se crearon diferentes mecanismos de relación entre las dos orillas encaminados a asentar las bases de una futura reunificación de forma paralela a los contactos oficiales. De estos mecanismos considero interesante resaltar los siguientes:
El primer avance tuvo lugar en Taiwán con el establecimiento de la Fundación para el Intercambio a través del Estrecho (21 de noviembre de 1990), una organización no gubernamental cuyo cometido consistía en tratar los asuntos civiles en los contactos entre las dos orillas. Un año después, el 16 de diciembre de 1991, vio la luz la Asociación para las relaciones a través del Estrecho de Taiwán, impulsada por la Oficina de Asuntos de Taiwán del Consejo de Estado y la Oficina de Trabajo de Taiwán del Comité Central del PCCh. Estos dos organismos debían mantener reuniones regulares acogiéndose al principio de una sola China. El hecho de no ser oficiales en apariencia ha permitido que trabajen con una mayor libertad en la búsqueda de soluciones para problemas derivados de la progresiva intensificación de las relaciones entre las dos orillas, como la inmigración clandestina o los asuntos pesqueros.
Durante el encuentro que tuvo lugar entre las delegaciones de los dos organismos en noviembre de 1992 en Hong Kong se alcanzó el acuerdo que se conoció desde entonces como el consenso de 1992. Las dos partes acordaron la existencia de una sola China, aunque existen divergencias en su interpretación. Como consecuencia de esta acción, un año después tuvo lugar el Encuentro de Singapur, la primera reunión entre ambos en condiciones de igualdad, alcanzando diversos acuerdos y estableciéndose un canal de comunicación estable entre Beijing y Taipéi.
Frente a la postura del Kuomintang, que reconoce este consenso, se alzan las voces del Partido Democrático Progresista, que rechazan la existencia de este consenso. En noviembre de 2016, durante una reunión entre Xi Jinping y Hung Hsiu-chu, líder del Kuomintang, ambos recalcaron la importancia de la adhesión al consenso de 1992 para mantener el desarrollo pacífico de las relaciones entre ambas orillas. La relación entre los dos partidos quedó reforzada, recibiendo el partido taiwanés el reconocimiento de Xi por la labor realizada en relación a mejorar las relaciones entre las dos orillas del Estrecho, así como su oposición a la independencia de la isla. El hecho de que las autoridades chinas consideren que el Kuomintang es un interlocutor válido a la hora de conversar sobre la evolución de las relaciones entre las dos orillas del Estrecho podría considerarse un toque de atención para que la actual presidenta, Tsai Ing-wen, no intente realizar maniobras que pongan en entredicho la relación entre Beijing y Taipéi.
Xi Jinping y la cuestión de Taiwán
Xi Jinping analiza la cuestión de Taiwán en su obra “La gobernación y Administración de China”. Hace referencia a la problemática existente con la isla de Taiwán en cuatro puntos: “Crear conjuntamente un hermoso porvenir para la nación china”, “Considerar la situación general de las relaciones a través del estrecho de Taiwán desde la perspectiva de los intereses globales de la nación china”, “Cumplir juntos el sueño chino de la gran revitalización de nuestra nación” y “Asumir la importante misión de ampliar las relaciones a través del Estrecho y realizar la gran revitalización de la nación china”. Los tres primeros puntos hacen referencia a conversaciones mantenidas con miembros del Kuomintang (la primera con Vincent Siew, presidente honorario del Consejo de la Fundación del Mercado Común a través del estrecho de Taiwán, y las dos siguientes con Wu Poh-hsiung y Lien Chan, presidentes honorarios del Kuomintang) y la última con James Soong Chu-yu, presidente del Partido Primero el Pueblo. Los dos partidos taiwaneses muestran su apoyo al principio de una sola China y el segundo en cuestión es favorable a la reunificación, por lo que se trata de conversaciones con políticos que respaldan las tesis de Beijing con relación a la soberanía de Taiwán.
En estos apartados Xi apela al mismo origen étnico de las dos riberas del Estrecho, recordando que todos son chinos, y convierte el principio de una sola China en el concepto de «una sola familia», apelando fundamentalmente a los sentimientos y a avanzar en las relaciones que se han implantado en los últimos años, garantizando su disposición a mantener consultas de igual a igual. También recalca que forman parte de la misma nación china y que son una unidad indivisible, reafirmando el compromiso chino de avanzar en el desarrollo pacífico de las relaciones para encarar la reunificación.
Al respecto del asunto de Taiwán los medios de comunicación se hicieron eco de unas declaraciones de Xi Jinping en enero de 2019 con motivo del cuadragésimo aniversario de la carta a los compatriotas de Taiwán de Deng Xiaoping. En un momento de su alocución Xi anunció que «No prometemos renunciar al uso de la fuerza y nos reservamos la opción de tomar todas las medidas necesarias”, lo que fue interpretado como una amenaza.
La República Popular China en ningún momento renunció al uso de la fuerza para lograr la reunificación, considerándolo, al igual que lo considera actualmente, como el último recurso en caso de fracasar los esfuerzos diplomáticos y se produzca una declaración unilateral de independencia por parte de Taiwán: «Toda la población de Taiwán debe reconocer claramente que la independencia sólo traería un profundo desastre para Taiwán. Estamos dispuestos a crear un amplio espacio para una reunificación pacífica, pero no dejaremos espacio para ninguna actividad separatista». Taiwán es a ojos de la República Popular China una provincia rebelde que debe reunificarse con sus compatriotas continentales, por lo que los movimientos encaminados a la independencia contarán con una respuesta firme por parte de las autoridades chinas.
Taiwán no deja de ser, como se diría coloquialmente, la guinda del pastel para la consolidación nacional de la República Popular China. La retórica continental al respecto no rebajará el nivel al tratarse de un asunto de importancia incuestionable en su agenda que cada día se encuentra un paso más cerca de lograr.
En el futuro más próximo encontramos dos fechas marcadas en rojo en el calendario del PCCh: en 2021 el Partido festejará su primer siglo de vida y en 2049 el pueblo chino celebrará el primer centenario de vida de la República Popular. Es probable que entre estas dos celebraciones Beijing quiera acelerar el proceso de reunificación, buscando cerrar las heridas históricas y asentando el proyecto modernización de la nación china.