(ELECCIONES TAIWAN 2024)¿Por qué importan las elecciones taiwanesas? Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China

In Análisis, Taiwán by Xulio Ríos

El 13 de Enero de 2024, Taiwán celebrará elecciones legislativas y presidenciales. El futuro político inmediato de la isla está en juego pero también la estabilidad y la paz en el Estrecho de Taiwán. Las tensiones estratégicas entre EEUU y China planean sobre unos comicios cuyo resultado podría acelerar la decantación del signo hegemónico del siglo XXI.

La campaña electoral va tomando carrerilla. El 17 de septiembre finaliza el plazo para solicitar la recogida de firmas para la elección presidencial y queda alguna incógnita importante por despejar. Actualmente, en el Yuan Legislativo o Parlamento, de 113 escaños, el gobierno cuenta con el apoyo de 65 (62 del Minjindang o PDP-Partido Democrático Progresista, 2 independientes y 1 del Partido de la Construcción del Estado de Taiwán); la oposición suma 48 (38 del KMT-Kuomintang, 5 del PPT-Partido Popular de Taiwán, 3 del PNP-Partido del Nuevo Poder y 2 independientes).

Se acostumbra a representar en colores el mapa político de la isla. Así, el soberanismo se asocia con el verde y agruparía no solo a las fuerzas que apoyan al gobierno sino también al PNP; el azul, con los unionistas del KMT; el blanco, la tercera fuerza, representada por el PPT.

El sistema semipresidencialista de Taiwán hace girar buena parte de la contienda electoral en torno al ticket presidencial, que incluye un candidato a vicepresidente. De cara a los comicios de 2024, dado que la actual presidenta Tsai Ing-wen (PDP) no puede volver a presentarse al haber completado el máximo de dos mandatos, la disyuntiva continuidad o cambio incorpora una significativa dosis de renovación en el liderazgo que afecta a otras fuerzas relevantes como el KMT, ahora encabezado por el alcalde de Nueva Taipéi, Hou You-yi.

¿Por qué importan las elecciones taiwanesas?

En primer lugar, porque Taiwán es uno de los principales focos de atención geopolítica global. Desde el inicio de la guerra en Ucrania, algunos medios y analistas han reiterado hasta la saciedad la hipótesis de una grave crisis en gestación en el Pacífico que tendría a Taiwán como referente principal. Incluso se le ha puesto fecha: 2027, año en que se celebrará el centenario de la fundación del EPL (Ejército Popular de Liberación). Sería un “segundo frente” en la contienda entre “autoritarismo y democracia” que se desataría con el estallido de una guerra abierta entre China continental y Taiwán.

En segundo lugar, porque una crisis en el Estrecho tendría efectos enormemente desestabilizadores para la economía global teniendo en cuenta no solo la importancia de la industria clave de los chips de Taiwán sino por el involucramiento, quizá ahora sí directo, de las principales economías del mundo.

En tercer lugar, porque del signo resultante de estos comicios puede depender la viabilidad de una solución pacífica y el consiguiente afianzamiento del diálogo entre las partes, incluso abriendo paso a otra estrategia política desde el continente que tenga más en cuenta la nueva realidad taiwanesa o, por el contrario, alentar una solución de fuerza como opción prioritaria para lograr la reunificación. Para China, esta es irrenunciable. Si en un momento de debilidad histórica no pudo impedir primero su colonización por el Japón agresor (1895) ni tras la II Guerra Mundial y la guerra civil su conversión en el portaaviones insumergible del General McArthur, no permitirá ahora que ha recuperado su poderío que otros fabriquen un país donde el PCCh solo ve una isla cercenada de su territorio secular.

En cuarto lugar, por su impacto en las relaciones bilaterales sino-estadounidenses. Taiwán es una línea roja para China y probablemente uno de los talones de Aquiles principales del proceso de modernización. Si el resultado electoral permite retomar el diálogo entre Beijing y Taipéi, suspendido desde 2016, esto reduciría la capacidad de EEUU de afectar la estabilidad de China esgrimiendo el argumento de Taiwán.

Candidatos en liza

El PDP parte como favorito, según indican todas las encuestas. Su candidato, el vicepresidente Lai Ching-te, no puede ofrecer un balance de gestión espectacular en un contexto económico y pospandémico complejo y con una importante desafección por una política social claramente por debajo de las expectativas. Pero parte en mejor situación que Tsai Ing-wen en 2020, cuando solo la crisis de Hong Kong le permitió afianzar la renovación de la presidencia. Lai confía en que su defensa a ultranza de la soberanía y el apoyo de las democracias liberales principales le permita asegurar la continuidad del proyecto soberanista. En lo que llevamos de siglo XXI, el soberanismo ha gobernado Taiwán durante 16 años, primero con el doble mandato de Chen Shui-bian (2000-2008) y ahora el de Tsai (2016-2024).

En las encuestas, el apoyo a Lai nunca ha superado el 40 por ciento, mientras que alrededor del 60 por ciento de los taiwaneses muestran rechazo hacia su formación, el PDP. Por eso, quizá el mayor factor que puede aupar a Lai Ching-te a la presidencia es el estado de la oposición, dividida en dos opciones que podrían ser más. En el KMT, Hou You-yi, no acaba de despegar. Pese a su popularidad, las encuestas le sitúan en tercer lugar. El tercero en disputa (segundo en las encuestas), Ko Wen-je, ex alcalde de Taipéi y líder del PPT, le saca varios puntos de ventaja. Esta radiografía se ha mantenido a lo largo de varios meses pero no se descarta que puedan producirse cambios en dicha correlación de fuerzas en función de la identidad de los vicepresidentes que, por el momento, se ignoran, u otros factores.

Sobre ambos candidatos opositores planea la sombra de Terry Gou. El magnate, fundador de FoxConn y con importantes negocios en el continente, rechazado como candidato por el KMT tanto en 2020 como ahora, no acaba de descartar una candidatura independiente. De confirmarse esa opción, Lai tendría más asegurada una hipotética victoria.

Las posibilidades de entendimiento electoral entre Ko, Hou y Terry Gou son problemáticas en el orden presidencial, aunque no inviables en el caso de Gou, quien podría afianzarse en algún ticket como segundo. Los espacios electorales de Gou y Ko se superponen en gran medida.

La clave de la victoria de la oposición es agrupar a los campos no verdes. Hasta el 17 de septiembre, ese escenario está abierto y cualquier imposible es posible, incluido el emparejamiento o retirada de algún candidato. La fecha última para el registro como candidato es el 24 de noviembre.

En el frente parlamentario, es más viable una colaboración entre las diferentes fuerzas que habitan los dos segmentos principales del mapa político, incluso al margen del dictado de las diferentes formaciones, con el propósito de optimizar las posibilidades en cada una de las circunscripciones.

¿Paz o guerra?

El eje de la campaña gira ya, en gran medida, en torno a las relaciones a través del Estrecho. Beijing ha dado pistas claras al advertir del peligro de una victoria del PDP para la estabilidad de la zona y señalar a su candidato como un “alborotador de principio a fin”. El KMT suscribe esa tesis del alcance de la elección. Las acciones del Ejército Popular de Liberación (EPL), por mar y aire, podrían intensificarse en los próximos meses tratando de reforzar así la credibilidad de aquellas palabras. No obstante, no está del todo claro que sea la mejor estrategia para que el reconocido pragmatismo de la sociedad taiwanesa se decante a favor del unionismo, especialmente el tibio representado por el PPT. El Gobierno, por su parte, incrementa el nivel de control y presión sobre las fuerzas pro-Beijing denunciando supuestas  operaciones de infiltración y espionaje que la oposición, a su vez, denuncia como estrategias intimidatorias que buscan equiparar la defensa de las tesis unionistas con la “traición”.

Frente a la exhibición de músculo militar de Beijing, que podría combinar con anuncios económicos de doble signo (palo y zanahoria), el PDP previsiblemente hará gala del apoyo creciente de EEUU, en primer lugar, pero también de Japón y otros, con iniciativas que alcancen no solo el orden estratégico y militar sino también político y económico. Y en general procurará mostrar moderación para no dar pie a que Beijing “sobreactúe”….

Un escenario a cada paso más polarizado dejará poco margen para el debate de muchos asuntos más relacionados con la vida cotidiana (desde los salarios al empleo) que preocupan a una ciudadanía cuyos derechos cotizan a la baja. Muy atrapada en el altar de las grandes tensiones estratégicas, las cábalas sobre el futuro de la isla y los intereses de las grandes potencias se imponen a otras cuestiones más del día a día.

Expectativas

Una victoria de Lai Ching-te podría auspiciar un mandato no de 4 sino de 8 años del PDP que provocaría una reestructuración importante en el mapa político taiwanés, quizá aupando al emergente PPT, creado en 2019, y agravando la larga crisis de identidad del KMT, en claro beneficio de la formación de Ko Wen-je. Igualmente, las nuevas fuerzas surgidas al amparo del Movimiento Girasol (2014), en especial el PNP, podrían quedar fuera del parlamento.

Si coincide en EEUU con una hipotética victoria en 2024 de Donald Trump, además de la persistencia de las dificultades socioeconómicas en China continental, el riesgo de que se forme una tormenta perfecta no es baladí.

Para el PCCh, una victoria del PDP dejaría igualmente al descubierto las carencias de la política a través del Estrecho en los últimos años e intensificaría el debate interno sobre el rumbo a seguir: la opción de seguir primando la reunificación pacífica elaborando nuevas políticas susceptibles de seducir a la sociedad taiwanesa o pasar a considerar otras alternativas más incisivas.

Por otra parte, su cooperación con el KMT, articulada en 2005 sobre el eje del anti-independentismo, podría acabar por agrietarse del todo, erosionando un puente que ha sido el más determinante en las últimas décadas para encauzar las diferencias a propósito de este contencioso. La pérdida de esa condición referencial como interlocutor con el PCCh dejaría al KMT sin uno de sus activos principales ante la propia sociedad de Taiwán pero también privaría al PCCh de un par relevante con quien viabilizar propuestas y soluciones.

(Para CTXT)