El Kuomintang (KMT) celebrará el próximo 7 de marzo un cónclave decisivo para su futuro político inmediato. De entrada, debe elegir al sucesor de Wu Den-yih, quien presentó su dimisión tras la derrota electoral del 11 de enero, pero lo verdaderamente importante es el debate acerca de su orientación política.
Una de las claves que explican la holgada victoria del soberanismo en los pasados comicios presidenciales y legislativos fue la caracterización del KMT, el principal partido de la oposición, como “pro-chino”. El diputado Johnny Chiang, que se postula a la presidencia, recordaba estos días que “el KMT siempre se opuso al PCCh y dio la bienvenida a los EEUU”, en un intento de desembarazarse de aquella acusación.
Probablemente, el origen inmediato que catapultó la credibilidad de las acusaciones que sitúan al KMT como un adlátere del PCCh hay que remitirlo al inicio de la “tercera cooperación”, cuando en 2005, ambas formaciones pactaron en Beijing un nuevo entendimiento para contener el auge independentista y poner proa a una reunificación pacífica basada en el “Consenso de 1992”. Este marco evaporaba la confrontación histórica mantenida entre el PCCh y el KMT desde los años veinte. El mandato de Ma Ying-jeou (2008-2016) derivó en complicidades importantes que fueron dinamitadas por el Movimiento Girasol en 2014.
Las tensiones internas abundan en la crisis de identidad del KMT, una formación que se instaló en la isla de Taiwán huyendo del continente y con un bagaje militante integrado por militares, funcionarios, líderes corporativos, etc., que aun se deben a la República de China. Sus descendientes, “taiwaneses naturales”, con el corazón partido entre el ideario tradicional y una realidad sociopolítica más compleja, viven en primera persona la resolución de esta encrucijada.
Hau Lung-bin, el ex alcalde de Taipéi que también se postula para la presidencia del KMT, lo tiene claro: la filosofía central del KMT es defender la República de China y oponerse a la independencia de Taiwán. Eso no debe cambiar. La reforma debe discurrir por otros senderos: desde la mejora de la comunicación al efectivo relevo generacional, eludiendo el terreno sugerido por su rival Johnny Chiang, el de los valores y las políticas del partido.
El resurgimiento del PPT (Partido Popular de Taiwán), que partiendo de la nada logró 5 escaños (el 11,2 por ciento), más cerca del ideario del KMT que del PDP, amenaza con erosionar la base electoral de la formación nacionalista, una circunstancia que podría agravarse si logra consolidarse como una opción a futuro.
Para los más veteranos, que el KMT imite la política del PDP equivaldría a un suicidio. La senda a seguir debe centrarse en la recuperación de la unidad interna, la actualización del discurso y las reformas, sin dar facilidades al PDP para que le acusen de coludir con Beijing para “degradar la soberanía”, como le espetan a menudo
El número de miembros que han pagado sus cuotas ha aumentado notablemente en los condados de Changhua y Pingtung, así como en Kaohsiung y la ciudad de Nueva Taipéi. Las facciones locales espabilan su movilización. La facción Huang Fu-hsing, que agrupa a más del 20 por ciento de la militancia, ha llamado a filas para que no se dejen intimidar ni siquiera por el COVID-19. Aun así, se espera que participen en las elecciones internas unos 100.000 militantes menos.