La revocación de Han Kuo-yu en Kaohsiung representa una derrota en toda regla de la estrategia seguida por el nacionalista KMT en los últimos tres años y cierra un ciclo en dicha formación. De estrella fulgurante del partido, capaz de quebrar el liderazgo del PDP en Kaohsiung, la tercera ciudad taiwanesa más grande de las seis municipalidades especiales, año y medio después de iniciar su mandato ha pasado a ser el primero en ser destituido de su cargo en la historia del poder local taiwanés.
Han llegó a la alcaldía a modo de muy inesperada e ingrata sorpresa para el PDP. Su victoria entonces se atribuyó a una campaña electoral orquestada desde las redes sociales con el apoyo a distancia de Beijing. Esa experiencia pesó mucho en la estrategia electoral del PDP de cara a las elecciones presidenciales y legislativas de 2020, con la atención puesta en el combate a la “infiltración” y a las fake news.
La consulta revocatoria instada por diversos movimientos afines al soberanismo tiró provecho del descontento generado por su decisión de concurrir a los comicios presidenciales de enero de este año, compitiendo con la reelegida presidenta Tsai Ing-wen. Para ello debió tomarse una licencia de varios meses en la alcaldía. Si entonces su derrota fue clamorosa (57,1% frente a 38,6%), en este caso no es para menos: casi 50.000 votos más en su contra de los cosechados en las elecciones locales “nueve en uno” de noviembre de 2018. Aunque la participación ha sido relativamente baja, del 42,14 por ciento, esa contundencia disipa cualquier atisbo de duda sobre la reprobación y aleja cualquier escenario de queja.
Han ya debió enfrentar una situación similar a inicios de los años 90. Siendo entonces diputado, varios grupos ambientalistas iniciaron una petición contra él por apoyar la construcción de una cuarta planta de energía nuclear. Aquella tentativa fracasó.
Considerado populista y pro-Beijing, la defenestración de Han supone un golpe más para el KMT. Al igual que ocurrió con Eric Chu, alcalde de Ciudad Nueva Taipéi, la maniobra del salto del poder local al presidencial (2016), resultó en fracaso. Inmerso en su renovación, el actual presidente del KMT, Chiang Chi-chen, se implicó poco en la campaña en defensa de Han. Lo contrario hizo el PDP a la hora de respaldar la petición de revocación y de movilizar a la opinión pública consciente de que una participación superior al 25% equivalía a la victoria. La derrota de Han, en cualquier caso, otorga un plus de crédito al afán de Chiang de procurar una mayor “taiwanización” del KMT para poder competir eficazmente con el PDP.
Las promesas de Han sobre inversiones, generación de empleo o políticas sociales y las expectativas de efectos positivos en la ciudad de su buena química con las autoridades continentales no han convencido. Tampoco el aumento de las exportaciones agrícolas o sus planes expansivos en materia de infraestructuras. Ni siquiera la buena gestión de la pandemia en la ciudad.
El fin de lo que se denominó como “ola Han” fue calificado por su colega y ex presidenta del KMT, Hung Hsiu-chu, de «feo drama que va en contra de todos los principios de la democracia». En Beijing, las campanas tocan a difunto.