Joe Biden y Taiwán Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China

In Análisis, Taiwán by Xulio Ríos

En los recientes comicios estadounidenses, a la hora de elegir entre Trump y Biden, autoridades y buena parte de la opinión pública taiwanesa se decantaron abiertamente por el primero. Puede decirse que es “imprudente” pero también lógico a la vista del cambio experimentado en los últimos años por parte de la Casa Blanca en relación a Taiwán, un clima naturalmente muy influido por el deterioro cáustico de las relaciones con Beijing. El Washington Post y otros medios estadounidenses informaron con claridad al respecto y los desmentidos oficiales sobre el “equilibrio” y la “neutralidad” como normas de la diplomacia taiwanesa adolecen de escasa credibilidad.

En la víspera del 3 de noviembre, las indagaciones a propósito de las posiciones de los candidatos en relación a Taiwán reflejaban hipotéticas consecuencias significativas de ganar uno u otro. En un reconocido contexto de apoyo bipartidista, el mayor compromiso de Trump frente a la relativa ambigüedad de Biden pavimentaban tendencias que para unos suponían que nada cambiaría drásticamente cualquiera que fuese el vencedor, mientras que para otros habría un parón en la actual tendencia al alza de reforzamiento de los vínculos bilaterales. El ministro de Exteriores Joseph Wu se apunta a la teoría de la persistencia de la relación privilegiada “gane quien gane”.

En plena pugna por el recuento de votos, trascendía la noticia de que la administración Trump había dado su visto bueno a una nueva venta de armas a Taipéi, la décima en cuatro años y la tercera en apenas dos semanas para irritación de China continental. Y ahora se anuncia para el 20 de noviembre la celebración de la primera ronda de negociaciones comerciales en el marco del Diálogo de Asociación para la Prosperidad Económica ….. Trump, en suma, ha encandilado a los taiwaneses pero estos saben también que en su agenda no es más que un peón que puede ser sacrificado en cualquier momento si los intereses de la America First así lo requieren (como hizo, por ejemplo, con las milicias kurdas en Siria). Con  Biden, en cambio, es más moderado pero sin duda también más profesional y experimentado, más cauto y pragmático -a diferencia de la impulsividad y espíritu provocador de Trump- lo que al final también puede ser más fiable.

Las especulaciones en torno a que Biden se mostrará menos agresivo hacia Beijing y menos activo a la hora de promover relaciones estrechas con Taipéi responden tanto a su trayectoria política en esta materia como al propio hecho de que el entorno de la presidenta Tsai no dispone de contactos cercanos con el presidente electo. Algunos han recordado ahora la oposición de Biden a un proyecto de ley para fortalecer la seguridad de Taiwán en 1999 como expresión de un “historial” poco alentador. Por el contrario, si puede presumir de un potente lobby en las filas republicanas.

El KMT ha criticado al PDP por el ejercicio público de una “preferencia indebida” por Trump y los republicanos. Sin abjurar de su postura pro-estadounidense, ha reclamado la reconstrucción de la relación con los demócratas como una urgencia de la política exterior de la isla. Los nacionalistas aplauden un cambio de guardia en la Casa Blanca confiando en que eso frustre los avances del PDP en los últimos años y quizá les ayude en su política de recuperación del favor electoral.

Tsai felicitó a Biden y Kamala Harris el 8 de noviembre. Lo mismo hizo el KMT a través de su presidente, Johnny Chiang. En tanto la situación no se clarifique en Washington, persistirán las dudas sobre el tono de las políticas a implementar por parte demócrata augurándose un paréntesis generoso en especulaciones. Este contexto tiene un primer beneficiario: Beijing. China dispondrá de mayor margen de maniobra para ejercer una mayor presión sobre Taipéi a la espera de que se decanten los acontecimientos.

En la estrategia de confrontación con China de los últimos años, la importancia geopolítica de Taiwán como corazón del Indo-Pacífico está fuera de toda duda y limita el abanico de posibilidades en cualquier ajuste.

En unas recientes declaraciones al programa radial “El show de Hugh Hewitt”, el aún secretario de Estado Mike Pompeo manifestó que “Taiwán no es parte de China”, recordando que las políticas que vienen aplicando los dos partidos políticos de Estados Unidos desde hace 35 años reconocen este hecho, digan lo que digan los tres comunicados conjuntos suscritos con China para establecer relaciones diplomáticas formales a finales de los años setenta, habría que añadir. Pompeo dijo también que la promesa de EE.UU. para con Taiwán “no está limitada a uno u otro partido político”…

Por su parte, Beijing ha recordado que por mayor que sea la voluntad política del independentismo o por más que esta se haga valer “contando con el apoyo extranjero”, hay una terca realidad histórica y geográfica: Taiwán está a un tiro de piedra del continente y su capacidad de imantación, de una u otra forma, acabará por imponerse más temprano que tarde.