Las elecciones legislativas y presidenciales en Taiwán ya tienen fecha. Las primeras se celebrarán el 12 de enero, con un ligero retraso respecto a la previsión inicial (diciembre), y la segundas, el 22 de marzo. Ma ya ha elegido a su vicepresidente, el economista Vincent Siew. Por su parte, Hsieh no desvelará la identidad de su segundo hasta mediados de agosto (podría tratarse de Yeh Chu-lan, ex viceprimer ministro, o de Su Tseng, ex primer ministro). Lee Teng-hui, fundador de la UST (Unión Solidaria de Taiwán) a raíz del fracaso del KMT (Kuomintang) en 2000, ha valorado positivamente la elección de Siew, quien fue su primer ministro entre 1997 y 2000. Siew es nacido en la isla, a diferencia de Ma, un hecho que en el contexto político local, tiene hoy día una particular importancia. Sin duda, esa elección puede permitirle alargar su base electoral y arañar algunos votos al PDP (Partido Democrático Progresista) y sus aliados, entre los cuales se cuenta la UST.
En medio de nuevos intentos de formación de más fuerzas políticas, como el liderado por el antiguo responsable de las juventudes del PDP, Jou Yi-cheng, o de las agrupaciones empresariales del sector agrícola, la convulsa agenda política se deshace en exhibiciones de transparencia y rigor. Recientemente, el ministerio del Interior ha hecho públicas las cifras de la “riqueza” de los cuatro principales partidos políticos de la isla, con claro liderazgo del KMT y llamativa bancarrota del PDP. Por su parte, la fiscalía ha abierto una investigación relativa a eventuales irregularidades cometidas por Frank Hsieh cuando era alcalde de Kaohsiung, entre 1998 y 2005. Su principal rival, Ma, ha comparecido hace unas semanas ante un tribunal, por séptima vez, en un juicio por cargos de corrupción. Las elecciones celebradas recientemente en Kaohsiung han sido anuladas en primera instancia, estando a la espera de un veredicto definitivo que podría obligar a abandonar el cargo a Huang Chun-ying. La ventaja de este ha sido mínima, algo que se repite con reiterada frecuencia en comicios claves. El 19 de julio, en una sesión extraordinaria del Yuan legislativo, se aprobó una enmienda a la legislación electoral, en virtud de la cual, se dispone el recuento obligatorio de los sufragios si en el escrutinio presidencial la distancia que separa a los dos primeros candidatos es inferior al 3%.
En el orden internacional, después de que Costa Rica cambiara de bando y el Vaticano multiplique sus gestos en relación a Beijing, en el entorno del PDP aumentan los síntomas de angustia, ante el justificado temor de recibir nuevos reveses de sus aliados diplomáticos. Peng Ming-min, antiguo consejero presidencial, ha reclamado en Bruselas el apoyo de la UE a la democracia taiwanesa y a sus intentos de ingresar en Naciones Unidas. Frank Hsieh, el candidato presidencial, proclamaba en una entrevista concedida a un diario singapureño, su deseo de que Japón pudiera adoptar una ley similar a la Taiwán Relations Act, que sirva para institucionalizar el marco de las relaciones bilaterales. Y si la vicepresidenta Annette Lu viajó recientemente a la República Dominicana, Paraguay, Panamá y Guatemala, con el propósito de cerrar filas, el ministro de Relaciones Exteriores, James Huang, también fue de gira por cinco naciones africanas (Suazilandia, Gambia, Burkina Faso, Malawi y Santo Tomé y Príncipe), con idéntico objetivo. En septiembre se celebrará en Taipei la primera cumbre Taiwán-Africa, en medio de anuncios de cancelación de deuda a una decena de sus aliados, los “menos prósperos”, señalaron fuentes del ministerio de Economía.
Pero al margen de la preparación de ambos comicios, la mayor atención se centra en la celebración simultánea de un plebiscito sobre el ingreso de Taiwán en la ONU, por ahora en entredicho, después de varios dictámenes contradictorios. El presidente Chen ha reiterado su intención de organizar el referéndum para que la isla pueda presentar su candidatura a las organizaciones internacionales bajo el nombre de Taiwán. EEUU le ha hecho llegar su oposición a esta idea, pero Chen la considera un “derecho fundamental garantizado por la Constitución” y aún a riesgo de irritar a Washington, quien considera que la medida puede interpretarse como un intento de alterar el statu quo de forma unilateral, y de contradecir sus anteriores promesas, la consulta podría llegar a celebrarse. En 2000 y 2004, Chen anunció que si China no muestra intención de usar la fuerza militar contra Taiwán, no declararía la independencia, ni cambiaría el nombre del país, no incluiría la “teoría de los dos Estados” en la Constitución, ni convocaría un referéndum de “independencia o unificación”. China, con los Juegos Olímpicos a la vuelta de la esquina, no duda de que Chen aprovechará el momento para intentar legitimar democráticamente su proyecto soberanista.
Si hasta hace pocas semanas, era el PDP y los verdes quienes, en solitario, defendían el cambio de nombre de la República de China, la adopción de una nueva Constitución o la petición de ingreso en la ONU bajo el nombre de República de Taiwán, ahora, es Ma, candidato del KMT a la presidencia de la República, quien también se ha mostrado favorable a una revisión de la Constitución, aunque no antes de 2010. Ma se desmarca de utilizar la revisión constitucional para proclamar una nueva República y desea abordar otros aspectos, pero se ha mostrado de acuerdo con una nueva definición territorial de la República de China, que vendría a coincidir con el perímetro de la actual Formosa y sus islas adyacentes.
En junio, por otra parte, Ma recordó que no es tiempo de discutir acerca de la unificación o de las “dos Chinas”. Si bien la independencia no es una opción para el KMT, la unificación tampoco está en su agenda. La alteración del statu quo actual con vistas a la unificación es imposible sobre la base de las constituciones actuales de ambas partes que, entre otras aseveraciones, niegan el reconocimiento mutuo.
En el progresivo cambio de actitud de Ma, cada vez pisando más el discurso de Chen, pesan las diferentes encuestas que indican un creciente grado de taiwanización en la opinión pública taiwanesa. Según varios estudios de opinión, por término medio, entre un 39 y un 60% de los habitantes de la isla se identifican como taiwaneses, mientras que entre un 10 y 17 por ciento lo hacen como chinos. Y entre el 71 y el 92 por ciento prefiere el statu quo a la unificación. Por otra parte, entre el 71 y el 79 por ciento, apoya la propuesta de solicitar el ingreso de Taiwán en la ONU bajo ese nombre.
En su pre-campaña, Ma, a remolque de las propuestas del PDP, intenta llevar el debate a otros escenarios: la reforma de la agricultura, la protección de las capas sociales más desfavorecidas, los lazos aéreos directos, etc, pero le es difícil no verse arrastrado a un terreno en el que le resulta complicado llevar la iniciativa. Por el momento tiene ventaja, pero la audacia y el atrevimiento de Chen, especialista consumado en dar la vuelta a las encuestas en el último momento, le augura una campaña larga y compleja.