A pesar de que el crecimiento demográfico se ha estabilizado, el debate sobre la vigencia de las políticas de control de la natalidad abierto en China en 2004, ha sido zanjado recientemente por el Consejo de Estado y el Comité Central del PCCh. En los últimos tiempos, la relajación en la efectivización de dichas políticas había abierto un amplio espacio para la discusión pública y entre especialistas, y no pocos disgustos.
En el cuestionamiento de esta política general que China viene aplicando desde hace tres décadas han pesado diferentes factores: la bonanza económica en algunas zonas del país, cierto aflojamiento en la severidad administrativa, la relativa inutilidad de las políticas sancionadoras con ciertos segmentos de la población, el hecho de que la primera generación de hijos únicos se encuentre ahora en su momento ideal de procreación e, incluso, el pánico con el año del Cerdo, cultural y ancestralmente favorable a la procreación.
Según fuentes oficiales, de aquí a tres años se producirá un nuevo baby-boom. Según Zhai Zhengwu, profesor del Instituto de la Población de la Universidad del Pueblo de Beijing, el número de nuevos nacidos podría alcanzar la cifra de 17 a 18 millones anuales, y el apogeo de este nuevo pico de nacimientos se produciría en 2010, cuando la cifra de nuevos nacimientos podría superar los 20 millones de personas. Actualmente, la tasa de natalidad se mantiene en el 1,7-1,8 por ciento, lo que supone entre 8 y 10 millones de nacimientos al año.
El aumento de la natalidad ha tenido en China tres referencias temporales muy marcadas. La primera, en los años cincuenta, cuando la población pasó, en muy pocos años, de 500 a 700 millones de personas. La segunda se produjo entre 1963 y 1976, ante la ausencia de políticas de control y cuando la economía experimentó una mejora relativa. La tercera, entre 1985 y 1990, la protagonizaron las zonas rurales.
Lo cierto es que hoy día, menos del 40 por ciento de la población china está sujeta a la política del hijo único, buque insignia de la estrategia planificadora de Beijing. Las nacionalidades minoritarias (11 por ciento de la población) no se ven afectadas por estas limitaciones. Además, en numerosas zonas rurales, las parejas pueden tener dos hijos si el primero es una niña. Esta regla se aplica en torno al 52 por ciento de la población china.
Para reducir la presión democráfica interna, algunos expertos han sugerido el fomento de la emigración. Aunque representa el 20% de la población mundial, la población emigrada china equivale al 1%. No obstante, expertos de la Academia de Ciencias Sociales han alertado del hecho de que la abundante mano de obra a bajo coste, uno de los factores que explican el elevado desarrollo económico de las últimas décadas, podría empezar a disminuir a partir de 2010. Actualmente, el número de trabajores menores de 40 años de edad es de 52 millones. Pronósticos anteriores la cifraban entre 100 y 150 millones. La falta de mano de obra llevará consigo una demanda de elevación de salarios, lo que podría desviar inversiones a terceros países con costes laborales más bajos. De todos modos, conviene tener presente que esta situación es muy desigual: en las zonas costeras escasean los recursos humanos, pero abundan en las zonas centrales del país. Se calcula que el crecimiento cero de la mano de obra se producirá en 2015. La pérdida de competitividad de la economía china derivada del coste de la mano de obra exigirá una mayor atención a la mejora de los métodos de producción e incidirá en la plasmación del nuevo modelo de desarrollo anunciado por las autoridades chinas.
Por otra parte, las cifras de población incidirán también en el proceso de urbanización. El aumento de población urbana china proviene principalmente de los enormes movimientos de los habitantes rurales y crece a un ritmo de 18 millones de personas anuales. El 61% de esa cifra tiene su origen en la inmigración interna y no obedece a un aumento natural. Las proyecciones indican que en torno a 2030 los residentes urbanos rondarán en China los 900 millones, un 64% de la población (20% en 1980). En esa fecha, la población china ascenderá a 1.500 millones de personas.
La política de planificación familiar tiene claras consecuencias en materia de envejecimiento de la población –exigiendo medidas audaces en la universalización de determinados servicios sociales- y, más preocupante aún, en el desequilibrio de sexos en los nuevos nacidos, que en algunas zonas alcanza la proporción de 118 hombres por cada 100 mujeres, una realidad que puede ocasionar muchos problemas sociales en los próximos años. Cerca de 100 millones de hijos únicos han nacido desde el inicio de la política de planificación familiar.
Desde la Comisión Estatal de Población y Planificación Familiar se recuerda que sin planificación, China contaría con 400 millones de habitantes más. Pero el mayor problema al que se enfrentan las autoridades es la existencia de dos varas de medir. Funcionarios, magnates y celebridades tienen más de un hijo, incumpliendo la ley haciendo uso de sus privilegios administrativos o de su riqueza. Para ellos, pagar la multa no es problema. Las medidas coercitivas del Estado han perdido fuerza respecto a aquellos ciudadanos que ya no dependen de la economía pública, que son cada vez más. En Guangxi se han producido recientemente protestas graves contra la parcial severidad de los responsables locales. En Hunan, varios miles de funcionarios han sido expedientados por incumplir esta política.
Dado que los próximos 30 años serán decisivos para culminar el proceso de reforma en China, la estabilidad de las actuales políticas demográficas permanecerá invariable, se podía leer esta misma semana en el Renmin Ribao, pues se considera indispensable para lograr el objetivo de construir una sociedad acomododa y armoniosa. Ni más estricta, ni más relajada, aunque sin perjuicio de que se puedan introducir ajustes puntuales.