Desde que la Casa Blanca, en tiempos de Trump, hizo pública, sorpresivamente para todos, la felicitación telefónica de la presidenta Tsai Ing-wen por su victoria en las elecciones, la cuestión de Taiwán no ha dejado de enturbiar las relaciones entre EEUU y China. En el lustro transcurrido desde entonces, las tensiones han ido en aumento en una espiral cuyo final no se vislumbra todavía. Al contrario, el escenario de un empeoramiento es más que verosímil en tanto la enrarecida atmosfera bilateral no se disipe. Y no se espera que lo haga en un futuro próximo.
Un claro ejemplo de esto es la reciente trifulca diplomática entre Vilnius y Beijing. Lituania, con relaciones diplomáticas con China bajo el reconocimiento del principio de “una sola China”, accedió a que la República de China abriera una representación en su capital incorporando la denominación “Taiwán” y apartándose notoriamente de las denominaciones habituales, que hacen mención a “Taipei”, ya sea como “Oficina económica y cultural” (caso de España), “Oficina de representación” u “Oficina de comercio e inversión”. La mención expresa de Taiwán se adapta a las pretensiones del soberanismo en la isla cuya máxima aspiración es transformar la República de China en República de Taiwán y convertir su soberanía de facto en una independencia de iure. Taiwán dispone de representación en 72 países en todo el mundo y de ellos un total de 57 no tienen relaciones diplomáticas. Hoy día, solo 15 países reconocen a la República de China.
La de Vilnius será la primera oficina de Taipéi en Europa que utilice el nombre de Taiwán. ¿Le emularán otros países? La UE reaccionó “lamentando” el turbulento episodio y añadiendo que, si bien se trata de un asunto bilateral, podría afectar a las relaciones entre la UE y China.
La reacción de China continental es la previsible, siempre haciendo equilibrios entre la proporcionalidad y la sobreactuación. A la advertencia y condena retórica siguió la orden de retirada de su embajador en Vilnius y la exigencia de retirada del embajador lituano en China. Para Beijing, la decisión del gobierno lituano viola el espíritu que inspira el reconocimiento diplomático mutuo (1991). Para China, se trataría de una “embajada de facto” y su airada respuesta es un aviso a terceros países que pudieran pretender emularle. ¿Llegará China a cortar los vínculos oficiales? No es descartable si no hay rectificación o si a este siguen otros pasos por parte de Lituania. En todo caso, rara vez China opta por una medida como esta. En 1995, lo hizo con EEUU cuando Washington concedió un visado al entonces presidente Lee Teng-hui.
¿Por qué Lituania? El acercamiento entre Vilnius y Taipéi se ha desarrollado en paralelo al alejamiento de Beijing. En mayo anunció su retirada de la iniciativa 17+1 de China (un foro que reúne a los PECO, incluyendo 12 países de la UE) e instó a otros países a seguir su ejemplo. En el curso de la pandemia, Taiwán y Lituania han realizado donaciones recíprocas. En la crisis de Hong Kong, Lituania también anunció planes para acoger a residentes de la ex colonia. En la agenda figura ya el establecimiento de vuelos directos. Por otra parte, las relaciones económicas bilaterales son débiles: su comercio total suma 1.400 millones de dólares y China es su duodécimo socio comercial. Las exportaciones lituanas a China ascienden a 299 millones de dólares. Las posibilidades de que China recurra a represalias económicas efectivas son por tanto muy limitadas. Por otra parte, el alineamiento de Vilnius con Washington es sobradamente conocido. No sorprende, pues, que también EEUU expresara su solidaridad “con nuestro aliado de la OTAN”…. Realmente, es EEUU el más beneficiado políticamente por crisis como esta que traban un poco más las relaciones China-UE, una grieta que la Casa Blanca quisiera agrandar.
EEUU y la UE reconocen a la República Popular China como el único gobierno chino legítimo pero afirman el interés de estrechar relaciones con Taiwán. Washington ha tomado seriamente la delantera en este aspecto reforzando los vínculos comerciales y militares a sabiendas de que esto incomoda a Beijing. ¿O lo hace para eso? El discurso que se va abriendo camino en ese Occidente que clama contra la “amenaza china”, aboga por que cada país interprete el principio de una sola China en función de su propio interés político. En la práctica, este desmarque podría significar el reconocimiento fáctico de la existencia de “una China y un Taiwán”, lo que Beijing interpretaría como una grave violación de su soberanía e integridad territorial.
En suma, cada vez más, Taiwán se convierte en el capote rojo que el torero EEUU exhibe para provocar al toro China. Un divertimento que, como en las plazas, puede acabar en tragedia.