(TAIWAN ELECCIONES 2024) Que vota Beijing en Taipéi Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China

In Análisis, Taiwán by Xulio Ríos

Beijing tiene clara su prioridad: evitar que el soberanista PDP continúe al frente del gobierno en Taipéi. Es más, teme a una hipotética radicalización en el supuesto de una victoria del tándem Lai-Hsiao, a quienes conceptúa como más independentistas que la saliente Tsai Ing-wen. Por esa misma razón, en China continental se han visto con simpatía los intentos de la fragmentada oposición por llegar a un acuerdo, la coalición “blanquiazul” que, tras el abandono del independiente Terry Gou, reuniría al PPT y al KMT. Esta posibilidad fracasó.

¿Tiene preferencias el PCCh entre KMT y PPT? Lo lógico sería pensar que si, y esa es el KMT con quien el PCCh mantiene un acuerdo de cooperación desde 2005, lo que se conoce como la “tercera cooperación” tras las históricas de los años 20 y 30 del siglo pasado que, por cierto, no acabaron nada bien. Se fraguó en tiempos de Chen Shui-bian y su sustento principal es la lucha común contra la independencia.

En esta campaña, las narrativas del KMT y del PCCh convergen en la advertencia del peligro de una exacerbación de las tensiones que pueda desembocar en un conflicto bélico. La elección entre guerra o paz es un axioma común que el PDP fustiga sin miramientos.

El KMT comparece en estos comicios con una alianza interna de sus dos almas principales. Si a Hou podríamos asociarle con la “taiwanización” del KMT, su candidato a vicepresidente, Jaw Shau-kong, refuerza la proyección continental clásica de la formación. La presencia de Jaw en el ticket de Hou, auguraría una pronta recuperación del diálogo a ambos lados del Estrecho.  Y la persistente influencia del ex presidente Ma Ying-jeou apuntaría a un restablecimiento de su política (2008-2016) que permitió importantes avances en la relación a través del Estrecho, incluyendo su encuentro en Singapur en 2015 con Xi Jinping, imposible con cualquier líder del PDP.

En un encuentro organizado por la Asociación Nacional de Estudiantes de la Universidad Chengchi con los candidatos, Jaw Shau-kong se expresó con la claridad que le caracteriza: “la estrategia del PDP es pro-Estados Unidos y anti-China, mientras que la estrategia del KMT es pro-Estados Unidos y se relaciona con China”.

La huida de la etiqueta pro-China y una trayectoria que en el continente se estima errática, explica también porque el PCCh no se fía del todo del KMT. En cualquier caso, su victoria sería, con diferencia, el menor de los males. Caso de derrota y más aun, de quedar en tercera posición, podría desembocar en una grave crisis de la formación, hoy por hoy la única con la que puede entenderse de forma más fluida, a expensas de cual pudiera ser el recorrido del PPT, una formación renacida en 2019. El PCCh parece comprender en todo caso que el estado de ánimo de la sociedad taiwanesa exige al KMT un peculiar cuidado en la expresión del entusiasmo unificador.

Compartir el principio de una sola China y el Consenso de 1992 constituye, sin embargo, una importante garantía para China. Sin duda, cabe prever, que la tensión, incluida la militar, se rebajaría y en coherencia con las tres D de Hou (disuasión, diálogo y desescalada), podríamos asistir a una muy significativa moderación de los desencuentros.

En el PPT, a la vista del ticket Hou-Jaw, su candidato Ko Wen-je acusó al KMT de «alinearse rápidamente con China», asegurando que esa percepción pro-China, reflejada en la denominación de la propia formación (Partido Nacionalista Chino) de la que no logra desembarazarse, es su “pecado original”.

Cuanta más influencia y proyección gane el PCCh en Taiwán, en la misma proporción socava la impronta de EEUU. Esa perspectiva general influiría también en la percepción de otros países de la zona apreciando el avance de las ambiciones continentales que EEUU tendrían más difícil de frenar con el riesgo de que la escalada de tensión se traslade del Estrecho al Mar de China meridional.

A pesar del mayor compromiso económico, político y defensivo mostrado por EEUU en los últimos años y que aspira a renovar gobierne quien gobierne en Taipéi, una victoria del KMT podría leerse como un fracaso de la estrategia estadounidense en el Estrecho. Sin embargo, no debiera interpretarse como una garantía plena de apertura de una nueva fase de unificación acelerada. El propio KMT está lejos de compartir las prisas expresadas en tal sentido por el presidente chino Xi Jinping.

En cualquier caso, gane quien gane, la  dura pugna de influencias entre EEUU y China está asegurada. Y si es el KMT, los temores a un horizonte bélico esgrimido por el Pentágono como argumento para convertir la isla en una especie de puercoespín armado frente a una invasión del Ejército Popular de Liberación, se disiparían en gran medida.