Los resultados de las elecciones legislativas desarrolladas en la isla de Taiwán el 12 de enero aventuran un nuevo escenario político que podría confirmarse en las elecciones presidenciales del 22 de marzo próximo. El dato más sobresaliente es, sin lugar a dudas, la incontestable victoria del KMT (Kuomintang), quien ha ganado por partida doble: obteniendo más del 70% de los escaños del Yuan legislativo (que ha pasado de 225 a 113 miembros), y haciendo fracasar las propuestas de referéndum que con el 26% de participación han quedado muy lejos del 50% exigido para su validez legal. El KMT había llamado a la abstención.
La derrota en toda regla del PDP (Partido Democrático Progresista) que ha alcanzado el 24% y 27 escaños -13 mayoritarios y 14 por el reparto proporcional-, ha tenido ya una primera consecuencia: la dimisión de su presidente interino, Chen Shui-bian, quien ostenta actualmente -y desde el año 2000- la jefatura de la llamada República de China. La participación fue del 58,2 por ciento, ligeramente inferior al 59,2 % de 2004. De los 12 partidos que concurrían a estas elecciones solo cinco han accedido al Yuan legislativo: además del KMT y el PDP, la Unión Solidaria de Taiwán (próxima al PDP aunque con crecientes tensiones), el PPP (Partido el Pueblo Primero), aliado del KMT, y el Partido Nuevo (PN), partidario de la unificación con el continente. Los demás no han superado la barrera del 5%, acentuando así un bipartidismo de hecho que pudiera consolidarse en los próximos años.
Aunque algunos sondeos previos vaticinaban el triunfo del KMT (en torno al 60%, llegando en realidad al 72% y 81 escaños -61 distritales y 20 por el reparto proporcional), la escasez de su victoria en las elecciones municipales parciales celebradas en 2006 (en las cuales el PDP logró conservar la alcaldía de Kaohsiung y obtener un buen resultado en Taipei) hacían dudar de su capacidad para traducir el desgaste político de Chen y el PDP en votos de apoyo a su alternativa. Pero el KMT ha levantado el vuelo. Además, los diputados del PN (2) y del PPP (1), comparten idénticas posiciones políticas en cuestiones clave, con lo que su mayoría de 2/3 en el Yuan puede verse alargada con un entendimiento político-partidario aún mayor.
El presidente Chen ha sido el gran perdedor de estas elecciones, pero en la severa derrota del PDP han influido varios factores. A una mediocre gestión económica, se han sumado dos elementos importantes: la corrupción ha pasado factura, pero también el temor a un manejo irresponsable de las relaciones con el continente. Ahora le resultará difícil mantener la cohesión y la unidad interna, muy erosionada en los últimos meses por voces discrepantes que han abandonado su proyecto, disconformes con la estrategia y, sobre todo, con el apego al poder de Chen y el abandono de la más elemental ética política. Por otra parte, el electorado ha mostrado su preferencia por el statu quo y por una gestión de las relaciones con Beijing que permita a Taiwán beneficiarse del auge económico registrado al otro lado del Estrecho para lo cual es indispensable una mínima normalidad en el dialogo político, inviable con un PDP que apuesta por el alejamiento. La incomodidad manifestada por numerosos países respecto a la estrategia de Chen y el PDP para hacer de Taiwán un “país normal”, acentuaron el aislamiento del régimen de Chen y su política, circunstancia que también ha sido apreciada por los electores.
A poco más de dos meses de las elecciones presidenciales, el KMT recibe un espaldarazo importante, mientras el PDP deberá meditar su estrategia política ya que con estos resultados es totalmente inviable. Esa circunstancia constituye una oportunidad para Taipei y Beijing que deberán encontrar un lenguaje común que pueda ser aprovechado por ambas partes para relanzar la economía de la isla y normalizar los vínculos bilaterales.
La apuesta de Beijing por el KMT y por el entendimiento político está dando sus frutos. El alejamiento de la “independencia” y de la tensión es un triunfo de la política de Hu Jintao, más partidario de tender puentes y afirmar lazos que de lanzar misiles. Así las cosas, de confirmarse esta tendencia en las elecciones de marzo, habrá novedades importantes e inmediatas en las relaciones entre Beijing y Taipei, desactivando un frente de conflicto que de acentuarse podría tener consecuencias gravísimas para la región asiática y el mundo entero. Si a ello unimos la normalización con Japón y el nuevo rumbo en el litigio nuclear coreano, la estabilidad anhelada por Beijing en la región y en un año clave, parece un objetivo alcanzable.