Taiwán: Lai Ching-te afrontará un escenario de alta presión Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China

In Análisis, Taiwán by Xulio Ríos

El valor e interés geopolítico de la isla de Taiwán está fuera de toda duda. Ello deviene en razón de la importancia de la ruta comercial del estrecho o de su posición estratégica en la conocida como primera cadena de islas, esa  especie de barrera geográfica que va desde el sur de Japón, pasa por Filipinas y corre hacia el mar del sur de China. En los últimos años y, sobre todo, desde la llegada de Donald Trump a la presidencia estadounidense, ese activo se ha revalorizado en atención a dos claves añadidas. De una parte, la resultante del impacto de la tensión EEUU-China en el contencioso general de Taiwán y en el auge de las aspiraciones soberanistas y, de otra,  el geoeconómico, derivado de la posición clave a nivel global de la industria taiwanesa de los semiconductores o chips en un contexto de aliento del desacoplamiento y de la reestructuración de las cadenas de suministro globales. A mayores, se enfatiza también la trascendencia política del hecho democrático en la isla que se contrapone a la reafirmación antiliberal del xiísmo en el continente.

Para China, no obstante, aun admitiendo la importancia de todos estos trazos identificativos, hay un valor supremo que es determinante en su enfoque del problema. Para el PCCh, la reunificación de Taiwán es irrenunciable porque se trata de la última pieza territorial que falta en el puzzle de la modernización. No se trata solo de cerrar las heridas de la guerra civil sino de poner fin a la larga decadencia iniciada en el siglo XIX y que, entre otras circunstancias, propició la entrega de Taiwán a Japón a resultas del tratado de Shimonoseki (1895). Recuperar el paso sin Taiwán no es imaginable. Y aunque China llegue a superar a EEUU y a afirmarse como la principal potencia del mundo en el siglo XXI, el proceso nunca estará completo si no consigue habilitar alguna fórmula integradora de Taiwán.

Esto explica que Taiwán sea un “interés central” o que las autoridades chinas no dispongan de holgado margen de negociación. Y también nos advierte sobre la disposición a sacrificar cuanto sea necesario para la resolución del problema. Cuando así lo afirman, no son palabras huecas. Modernización y unificación son las dos caras de la China del siglo XXI.

Años clave para vislumbrar una reunificación pacífica

Aunque se especula mucho sobre la disposición de Beijing a adoptar la vía armada para lograr la reunificación, la pacífica sigue siendo la prioritaria. Su viabilidad exige la colaboración activa entre el PCCh y las fuerzas unionistas de la isla. El escenario de división prácticamente a la mitad entre quienes apoyan a los “verdes” (soberanistas) o “azules” (partidarios de la reunificación) acentúa la complejidad de la cuestión y abriga expectativas de tensión a corto y medio plazo.

El signo de la tendencia predominante en ese largo pulso en que estamos inmersos determinará la prevalencia de una u otra vía para dilucidar la cuestión. El “Consenso de 1992” se ha erigido en el punto de encuentro entre los partidarios de la unificación, enfáticamente rechazado por el soberanismo.

Como consecuencia de las elecciones presidenciales y legislativas del 13 de enero de 2024, el nuevo escenario resultante, con una presidencia soberanista y un legislativo nacionalista, y con un poder local (elecciones nueve en uno de 2022) mayoritariamente “azul”, las expectativas continentales han mejorado en su análisis de la situación general, aunque sigue lejos de colmar las ambiciones de repetir el escenario 2008-2016, con el liderazgo de Ma Ying-jeou (KMT).

En este sentido, a sabiendas de que estos son años clave para incidir decisivamente en el rumbo del problema, la influencia en la opinión pública es un espacio vital así como la vertebración de un escenario que aísle internamente al soberanismo y que aísle internacionalmente a Taiwán. Si cabe esperar que la oposición incremente los mecanismos de control del poder ejecutivo, también que China exhiba un poder de intervención creciente que supedite de facto las capacidades de Taipéi.

Por el contrario, para el soberanismo, en su acción de gobierno, acelerar las actividades económicas y de desarrollo, crear más empleos y construir viviendas asequibles serán algunas de las principales prioridades internas para preservar cierto favor social. Ello se acompañará de una firme voluntad de empoderamiento militar y de mejora de los vínculos con otros países, en el afán de crear un espacio propio y especial para Taiwán en Asia y más allá. En el frente económico, el Taiwán de Lai Ching-te continuará tomando medidas bajo la Nueva Política Hacia el Sur para reforzar los lazos con los países del sudeste y sur de Asia, Australia y Nueva Zelanda. Para mitigar dependencias con el continente, habrá un nuevo pulo al señalamiento de India como destino alternativo a las inversiones en la Gran Tierra.

¿Qué hará China?

Tras las elecciones, los gestos adoptados por las autoridades continentales han proporcionado pistas claras de cuál puede ser el rumbo inmediato a seguir: aislamiento diplomático (Nauru), achicamiento unilateral de las rutas de vuelo en las inmediaciones del estrecho (avanzando sobre la línea media), persistencia cuando no incremento de la presencia militar naval y aérea, replanteamiento del AMCE (Acuerdo Marco de Cooperación Económica) firmado en 2010, etc.

China no reanudará el diálogo con el PDP. Por el contrario, partiendo de la convicción de que Lai es más soberanista que su antecesora Tsai Ing-wen, a relevar el 20 de mayo próximo, propiciará una vuelta de tuerca a su presidencia. En la relación con las fuerzas de la oposición, el diálogo PCCh-KMT debiera relanzarse mientras el tanteo con el PPT debiera converger en alguna fórmula institucionalizada de encuentro cuya expectativa mucho va a depender de las cábalas de su líder Ko Wen-je. Ese segmento de población de entre 18 y 34 años que en un 80 por ciento según las encuestas se consideran “más taiwaneses que chinos” es hoy su caladero electoral más preciado.

En esa estrategia, a China le interesa particularmente evitar dos tendencias: el acercamiento entre Taiwán y EEUU procurando desestabilizar sus acuerdos y el cercenamiento del apoyo paradiplomático de terceros países a Taipéi (en especial de la UE y de los países del entorno asiático). Complementariamente, la apuesta por convertir la provincia de Fujian en una zona de demostración para el desarrollo integrado a través del estrecho de Taiwán deberá evitar el alejamiento del continente favoreciendo los intercambios y la captación de talento.

El empeño en restringir la soberanía de facto, incrementando la presión sobre todos aquellos indicios o manifestaciones que puedan evidenciarla va a aumentar la significación de la reducción del espacio internacional de Taiwán. Si Tsai ha perdido 10 países con relaciones diplomáticas oficiales (que podrían ser más antes del 20 de mayo), Lai podría quedarse prácticamente sin ninguno. Ello tanto por la acción de China como también por haber “tirado la toalla” en esa ficción de disputar la representación de una China que les uniría a ambos y en la que no cree. Al soberanismo le interesa más intensificar la paradiplomacia con los países del G7.

En paralelo, cabe imaginar que el diálogo sobre la cuestión con EEUU seguirá siendo fundamental. Con un doble énfasis. De una parte, acotar su relación con Taiwán. De otra, dejar patente que haga lo que haga no podrá alterar el curso de los hechos y que por tanto no será capaz de garantizar la seguridad de Taiwán ni siquiera de proporcionarle una visibilidad internacional significativa. A más calado de ese mensaje en la sociedad taiwanesa, más probabilidades de avance de la reunificación pacífica.

¿Qué hará EEUU?

Si para China, el factor histórico-simbólico es determinante, en las consideraciones de EEUU pesan más los otros factores, de carácter más pragmático.

En un año electoral como el actual, sus gestos irán a más en todos los órdenes, especialmente donde pueda actuar con mayor rotundidad. Así, si en el orden diplomático es previsible que no logre impedir cambios que ya se avizoran en el horizonte, compensará esa frustración con medidas como el aumento de las ventas de armamento a la isla, o incluso la presencia militar directa a través de capacitadores in situ del ejército taiwanés y en suelo estadounidense. En la tenaza geoestratégica que avanza sobre China, el papel de Taiwán será clave en paralelo al incremento de las alianzas con los países vecinos. Tras las elecciones del 13 de enero, Japón y Estados Unidos han llevado a cabo ejercicios militares conjuntos señalando a China como un enemigo hipotético por primera vez. Las Fuerzas de Autodefensa de Japón y el ejército estadounidense fijaron una posible contingencia en Taiwán como escenario principal para su ejercicio militar de más alto nivel Keen Edge.

Por otra parte, para EEUU, en su competencia geopolítica con China, la industria de chips taiwanesa es un sector clave y pieza fundamental en su estrategia de frenar su desarrollo en el continente. El papel de Taiwán en la conformación de ese sistema multilateral de control de exportaciones para evitar que China acceda a tecnología avanzada de chips (tecnología centrales y talento destacado) seguirá destacando.

¿Será elegido Biden para un segundo mandato o regresará el expresidente estadounidense Donald Trump? El enfoque multilateral de Biden en las relaciones internacionales ha logrado asediar a China, pero si Trump regresa a la Casa Blanca, la guerra comercial entre Estados Unidos y China podría intensificarse. Trump ha propuesto imponer un arancel fijo del 60 por ciento o más a todas las importaciones chinas, lo que afectaría a las perspectivas económicas de China. Y en esa lógica, también las desavenencias sobre Taiwán podrían agravarse, ahogando el frágil consenso de San Francisco.

Conclusión

La dinámica de tensión no aflojará en 2024 y podemos asistir a momentos álgidos, en buena medida dependientes del calendario electoral estadounidense. Esto puede dar la impresión de que el conflicto armado es inevitable. Sin embargo, en paralelo, los activos continentales a favor de la vía pacífica podrían verse beneficiados en el nuevo escenario político taiwanés abierto tras los comicios de enero último.

(Para Tektonikos, https://tektonikos/website)