China y su crisis económica: Entre la moderación y la guerra Alfredo Toro Hardy es diplomático retirado, académico y autor venezolano

In General by Director OPCh

La noción de fenfa youwei, que podría traducirse como la persecución de grandes logros, ocupa un lugar central en idea de liderazgo que tiene Xi Jinping. La “resurrección” de su país bajo el tema central del “Sueño Chino de Rejuvenecimiento Nacional”, resulta un componente básico en su persecución de esos grandes logros. Tal sueño persigue la materialización de un país próspero y poderoso, lo cual a la vez entraña una posición puntera en materia militar y tecnológica, la expansión de la huella geopolítica china y un cambio en la geografía estratégica dentro de la cual se inserta la nación. Dentro de este contexto la reunificación con Taiwán, último vestigio resultante del llamado gran siglo de humillación y esencia de la “gran reunificación nacional”, ocupa un lugar de privilegio. 

Cita con la historia y ventana de oportunidad 

El año 2049, que marca el centenario de la fundación de la República Popular China, constituye la fecha en la cual China debe haberse reencontrado con su grandeza pasada, ocupando una posición primigenia en la jerarquía de poder global. Dentro de este marco de tiempo, sin embargo, Xi Jinping viene declarando reiteradamente desde 2017 que el mundo atraviesa por “grandes cambios no vistos en un siglo”. Tales cambios, a su juicio, no son sólo el resultado del poder creciente de China, sino a la vez de la decadencia y de la aparente auto destrucción de Estados Unidos. No en balde, tras la invasión del Congreso estadounidense por las huestes trumpistas en enero de 2021, Xi declaró que “el momento y el impulso se encuentran de nuestro lado”. De hecho, para el máximo líder chino los próximos diez a quince años resultaran vitales para inclinar a favor de su país la correlación de poder mundial. Así las cosas, si bien 2049 aparece como el momento clave para la cita de China con la historia, el gran empuje en esa dirección se sitúa dentro de una ventana abierta de oportunidad que se encuentra en cuenta regresiva. Los próximos años resultarán por tanto vitales para dar forma a las grandes transformaciones. Máxime, porque dentro de la premisa del fenfa youwei, Xi aspira a ser el artífice de los grandes logros históricos. Particularmente en lo referente a la gran reunificación nacional. 

Relentizamiento del crecimiento económico 

Ocurre, sin embargo, que tanto esa ventana de oportunidad como la posibilidad misma de ver materializado el gran sueño chino para 2049, podrían encontrarse en entredicho. Ello no sólo porque bajo Biden Estados Unidos ha reconstituido sus alianzas internacionales y ha definido una clara estrategia de expansión económica, sino fundamentalmente porque la economía de China parece haberse adentrado en una etapa de relentizamiento de su crecimiento. Lo cierto es que la combinación entre los efectos de una rígida e interminable política de cero-Covid, una sobre regulación del sector privado con particular referencia al área de la alta tecnología, la imposición de barreras a los inversores extranjeros y el estallido de la burbuja de un sector inmobiliario sobredimensionado, ha impactado seriamente a su economía. Tanto el consumo privado de bienes durables como las inversiones privadas han caído de manera sustancial en relación al año 2015, con estas últimas evidenciando un decrecimiento de dos tercios con respecto a dicha fecha. Ni consumidores ni inversores privados confían en la marcha de la economía y optan por resguardar su dinero en los bancos, no exponiéndolo así a lo que visualizan como la imprevisibilidad derivada de un manejo autocrático de la misma. A la vez, innumerables fábricas se han mudado a países del Sudeste Asiático o a México, o simplemente han regresado a Estados Unidos, ante la desconfianza que genera un régimen capaz de cerrar su economía por meses y meses, sin tomar en cuenta el impacto causado sobre las cadenas de suministro globales. El abandono de la política del cero-Covid no ha traído la reactivación esperada y su economía evidencia un importante frenazo en sus tasas de crecimiento, con exportaciones e importaciones cayendo al mismo tiempo. Más preocupante aún, China está experimentando una deflación que trae a la memoria la espiral de precios en caída iniciada en Japón en los años noventa. Con una deuda estimada en el 282 por ciento de su producción nacional anual, sus autoridades no pueden ya recurrir al expediente del gasto público indiscriminado con el que estimularon a su economía en el pasado. De hecho, las opciones para superar la crisis a disposición del gobierno lucen cada vez más limitadas. Más aún, la falta de credibilidad inspirada por las medidas económicas de un oficialismo al que se percibe como errático, autoritario y dado a los excesos, tiende a generar una desconexión profunda entre el Estado-Partido y el ciudadano. Ello limita aún más el margen de maniobra a disposición de las autoridades. A todo lo anterior se une el bloqueo a tecnologías que le son vitales, como resultado del reto frontal que ha planteado a Estados Unidos. Así las cosas, de la misma manera en que cuatro décadas de alto crecimiento económico proporcionaron a China las bases de su liderazgo actual, una erosión significativa de ese crecimiento afectaría seriamente el logro de sus ambiciones (Adan S. Posen, “The End of China’s Economic Miracle”, Foreign Affairs, August 2, 2023; Paul Krugman, “Why Is China’s Economy Stumbling?”, The New York Times, August 10, 2023; Peter S. Goodman, “China’s Stalling Economy Puts the World on Notice”, The New York Times, August 11, 2023). 

La disyuntiva de Xi Jinping 

Para Xi Jinping una ventana de oportunidad que amenaza con cerrarse mucho antes de lo anticipado pareciera plantear una disyuntiva. O bien concentrarse en resolver los serios problemas de su economía, con miras a contener ese cierre prematuro. O bien acelerar la materialización de algunos de los objetivos del sueño chino antes de que resulte demasiado tarde para lograrlo. El tema Taiwán asume importancia primordial en ese sentido. ¿Deberá ponerse en pausa indefinida la gran reunificación nacional o, por el contrario, deberá aprovecharse la fortaleza de la que aún dispone Pekín para precipitar la incorporación de Taiwán a su seno? Habida cuenta que desde el momento en que Xi impuso su impronta autoritaria sobre Hong Kong cerró por extensión la opción de una reunificación pacífica y consensuada con Taiwán, la única forma de incorporación planteada radicaría en una invasión a la isla. Decisión ésta que, muy posiblemente, podría acarrear una guerra también con Estados Unidos y Japón. Así las cosas, la disyuntiva confrontada por Xi Jinping sería entre priorizar la economía o priorizar la guerra. 

La invasión a Taiwán 

Existe la importante posibilidad de que Xi opte por esta segunda opción. Ello, pues el fenfa youwei que caracteriza a su mandato se aviene mucho mejor a la tarea histórica de unificar a la nación china, que a la tediosa y lenta labor de recomponer el deshilachado tejido de su economía y devolver la confianza en sus autoridades. Máxime, cuando su poco interés por los temas económicos quedó evidenciado en ocasión del Vigésimo Congreso del Partido Comunista bajo su égida, donde ninguno de los 7 miembros del Comité Permanente o de los 24 miembros del Comité Central electos, posee experiencia económica. Por el contrario, el tema Taiwán y su ambición a cerrar este capítulo durante su mandato, constituyen una auténtica obsesión para Xi. Sin embargo, habría una razón adicional que apuntaría en dirección a una invasión a dicha isla. La misma radica en el hecho de que la legitimidad del Partido Comunista Chino se sustenta en la dualidad crecimiento económico-nacionalismo. La importancia de lo primero fue descrita por Tim Marshall en los siguientes términos: “El acuerdo existente entre los líderes del Partido y la población es claro: ‘Nosotros les brindamos prosperidad y ustedes siguen nuestras ordenes’. En tanto la economía siga creciendo este contrato durará. Sin embargo, si ese crecimiento se detiene o entra en reversa, el acuerdo llega a su fin” (Prisoners of Geography, London: Elliot and Thompson Limited, 2015, p. 51). A su vez, la relevancia del nacionalismo fue explicada así por Robert D. Kaplan: “Existió el temor de que ‘China fuese desmembrada y dejará de existir como nación’…El énfasis chino en su estrategia de expansión de espacios es testimonio de que nunca más dejará que los extranjeros se aprovechen de ella, como lo hicieron en los siglos XIX y XX” (Asia’s Cauldron, New York: Random House, 2014, p. 21). En momentos en que uno de los componentes de este binomio de legitimidad entra en crisis, la opción más atractiva para el liderazgo chino podría ser la de energizar al otro. Es decir, compensar por vía de una exacerbación nacionalista las limitaciones de su economía. Sobre todo, porque resolver el fondo de la problemática económica representaría un proceso de varios años, donde sería necesario bajar los decibeles de la retórica y de la asertividad nacionalistas. Ello, bien  podría generar un paréntesis de vulnerabilidad en el que ni las aspiraciones económicas ni las nacionalistas se verían satisfechas. Más aún, Xi Jinping se ha acorralado a si mismo por vía de sus constantes llamados al sector militar y a la opinión pública con respecto a la recuperación de Taiwán, generando una sinergia en movimiento que difícilmente podría controlar. Así las cosas, la invasión a Taiwán pasaría a convertirse en el antídoto de legitimidad requerido en momentos en que el pilar económico flaquea seriamente.

A no dudarlo, los problemas económicos chinos auguran un incremento notorio del riesgo de guerra en esa parte del mundo, abriéndose un período de mucha inestabilidad internacional.