Ante el 70 aniversario de la República Popular China, entrevistamos a Seán Golden, ex Director del Centre d’Estudis i Recerca sobre Àsia Oriental de la UAB.
1.- Este año se cumple el 70º aniversario de la fundación de la República Popular China. Independientemente de la valoración que se tenga de China o de su papel en el mundo, ¿es posible comprender el presente sin las repercusiones de esa revolución?
Tal vez deberíamos recontextualizar el concepto de la «revolución» en el caso de China. La revolución republicana de 1912 no ha terminado aun y la revolución socialista tampoco. La fecha del 1 de octubre de 1949 sirve para temporalizar una parte de la revolución socialista, pero esta revolución empieza mucho antes, con el movimiento de la Nueva Cultura alrededor del 1915 y el movimiento del 4 de mayo de 1919 o la fundación del Partido Comunista de China en 1921. Hace 70 años se fundó una república «popular», basado en un concepto de «nueva democracia» como alternativa a la «democracia liberal». A diferencia de la democracia creada para favorecer la burguesía, la democracia popular había de favorecer los intereses del los campesinos y los obreros. Esta parte de la revolución socialista decayó en un radicalismo simplicista y extremista entre los años 1956-1976. Se ha recuperado en parte durante lo que Eugeni Bregolat llama la «segunda revolución». La revolución maoísta ha marcado de manera fundamental la historia del siglo XX para bien y para mal. Propuso un ideal igualitario que no se ha consolidado todavía, pero falló en la generación de una riqueza suficiente para repartir de manera igualitaria. Hay que añadir que la revolución liberal no ha consolidado un reparto igualitario de la riqueza tampoco. Si consideramos que la revolución socialista china no ha acabado aun, podríamos compartir la temporalización de la revolución que propone Xi Jinping, es decir, los 30 años del maoísmo, seguidos por los 30 años del denguismo (de Deng Xiaoping), y los 30 años que han de proyectarse a partir del liderazgo actual. No podemos entender las luchas de liberación nacional del siglo XX sin tener en cuenta la revolución maoísta. No podremos entender lo que pasará en las próximas décadas sin tener en cuenta el «consenso de Beijing». Si buscáramos salidas al conflicto anunciado del 1% versus el 99%, deberíamos estudiar la evolución de la revolución socialista china de manera crítica con sus defectos, a la vez que receptiva a sus posibles lecciones positivas.
2.- Suele situarse el inicio del actual y fulgurante crecimiento chino en las reformas emprendidas en los años ochenta bajo el impulso de Deng Xiaoping. Pero, ¿en qué medida los fundamentos de dicho crecimiento chino se fraguaron en los años posteriores a la fundación de la RPCh en 1949?
El marxismo-leninismo-stalinismo fue atractivo para los países en vías de desarrollo a lo largo del siglo XX por dos razones principales. En el ámbito ideológico, se presentaba como un conjunto de principios científicos, no como una teoría. Si fuera verdad que se trataba de leyes científicas, no haría falta discutir estos principios, simplemente haría falta aplicarlos. Karl Marx se parece a Adam Smith en este sentido. Los dos fueron hijos de la Ilustración europea; los dos dieron por supuesto que la «Razón» era única y universal, y que ellos tenían razón. Esta primera premisa, la cientificidad del marxismo, junto con la práctica desarrollada por el leninismo-stalinismo en la URSS, justificaron un modelo de desarrollo económico basado en la industria pesada y dirigido por el Estado. Es esta la segunda razón principal por la cual los países en vías de desarrollo encontraron atractivo el marxismo-leninismo. Un país pobre con una economía agrícola no cuenta con «capitalistas» y, por lo tanto, debe ser el Estado quien ponga el capital necesario para fomentar la industrialización, en teoría, de manera beneficiosa para el conjunto del pueblo, y no para una minoría de capitalistas. Dicho todo esto, si no fuera por la primera «acumulación primitiva de capital» de Mao, no hubiera sido posible la segunda acumulación iniciada por Deng.
3.- ¿Qué importancia concedes a la reconciliación del PCCh con el pensamiento tradicional tras décadas de hostigamiento sistemático, especialmente durante el maoísmo?
Una de las aportaciones más importantes del pensamiento Mao Zedong ha sido el concepto de «las características chinas». Mao se dio cuenta que no era posible llevar a cabo en China una revolución basada en un proletariado que no existía. La historia y las circunstancias de China eran distintas a las de un país europeo. Había que matizar los principios «científicos» del marxismo con la realidad local (otra aportación de la revolución socialista china al desarrollo de revoluciones populares en el siglo XX). Mao condenó el pensamiento tradicional por clasista y feudal y quiso erradicarlo. No pudo eliminarlo por completo porque el pensamiento tradicional formaba parte también del imaginario popular y de las estructuras sociales. El fracaso del radicalismo maoísta quitó al maoísmo el valor de una ideología capaz de sustituir el pensamiento tradicional. El rechazo del maoísmo, en combinación con el nivel de destrucción parcial del pensamiento «viejo» dejó un vacío ideológico que corría el riesgo de ser llenado por un puro consumismo. El llamado «Nuevo Confucianismo» proviene tanto de pensadores taiwaneses como de pensadores continentales. Ha servido para justificar un debate entre «valores asiáticos» y «valores universales». Tiene sus seguidores entre todas las élites del ámbito «confuciano» de Asia Oriental y del Sudeste. Miembros del Partido promueven los principios del «Nuevo Confucianismo» hoy en día por la misma razón que los fundadores de la dinastía Han promovieron una versión ideologizado del «confucianismo», porque promueven un comportamiento social que beneficia el statu quo de las élites.
4.- China insiste en transitar una “vía propia”. ¿Es el nacionalismo una clave del éxito de su gestión al frente de China?
El nacionalismo ha sido clave en el éxito de la revolución del 1949 y es clave hoy en día. El mundo «OTAN», obcecado por el anticomunismo de la Guerra Fría, no reconoció en su día la importancia del nacionalismo. Los estrategas neoconservadores, los nuevos «guerreros fríos», siguen infravalorando la importancia del nacionalismo chino. Por lo tanto, no entienden porque el pueblo chino apoya el empeño de su gobierno en insistir en una integridad territorial china que existió antes de las intervenciones de potencias imperialistas extranjeras durante el «siglo de humillaciones». Los partidarios de una guerra económica entre los EEUU y China subestiman el sentimiento de orgullo propio herido que provoca cualquier intento de sermonear o de imponer acuerdos. No hay alternativa a la actual gestión de la China. Se habla del PCCh como si fuera un partido político típico de un sistema multipartidista. El mismo PCCh dice que un «partido» político solo representa una parte» de los intereses del conjunto del pueblo, mientras el PCCh es la única fuerza que representa a todo el pueblo. El PCCh no es una parte del sistema político, es el mismo sistema. Dentro del PCCh hay distintas tendencias y facciones, tanto regionales como ideológicas. Si fuera posible en algún tipo de política ficción echar el PCCh del poder en favor de algún otro partido político, desaparecería la función pública. En la época maoísta, la ideología del PCCh movilizaba las masas. En la época pos-maoísta, es la gestión eficaz de la economía la que aporta legitimidad política al sistema. En cualquier crisis económica que ponga en duda esta legitimidad, la única fuerza ideológica que podría movilizar a la gente sería, probablemente, un nacionalismo populista.
5.-El PCCh parece arribar a estos 70 años en mucha mejor condición que el PCUS, que en 1987 se atragantaba con la perestroika. Pero no falta quien vaticine un descalabro inminente. ¿Consideras que goza de buena salud?
El PCCh se mantiene en el poder gracias a su gestión, pero se encuentra en un nuevo contexto de complejidad que no corresponde a las estrategias y tácticas que sirvieron para una revolución popular en un país agrícola. El PCCh sigue la estructura y la estrategia de un partido leninista revolucionario, una estructura y una estrategia diseñadas para la fase revolucionaria. El PCCh no ha hecho la transición de un partido revolucionario a un partido gobernante. Han pasado 70 años de la proclamación de la RPCh y las circunstancias del país son enormemente más complejas ahora que entonces. Para obviar las posibilidades de la contrarrevolución, la teoría marxista-leninista-stalinista-pensamiento Mao Zedong justifica un sistema de gobierno autoritario durante la época de transición hacia una sociedad sin clases, previendo que esta época sea muy larga. Pero, tal como preveía Mao, esta estructura gubernamental tiende a crear una nueva clase de gobernantes (la nomenklatura soviética, el «burocratismo» maoísta). Un dilema del PCCh reside en la necesidad de mantenerse en el poder para poder elevar y consolidar el nivel de vida del pueblo. En este caso, prima la prioridad de mantenerse en el poder. Otro dilema es la aparente inevitabilidad de la creación de nuevos grupos de intereses en el seno del mismo Partido que debería velar por la igualdad entre el pueblo. Diría que el liderazgo del PCCh muestra síntomas de preocupación y de paranoia respecto a su capacidad de mantenerse en el poder.
6.-China está muy cerca de lograr su sueño de convertirse en un país desarrollado y moderno, ¿qué retos consideras que podrían poner en mayor peligro el logro de ese objetivo?
Un reto principal será la necesidad de adaptar el modelo gubernamental a las realidades de una sociedad de un país desarrollado y moderno. La crisis de Hong Kong pone de manifiesto esta desconexión entre la visión de las élites políticas y las ansias de la sociedad. Las manifestaciones de la primavera de 1989 reclamaron modestas reformas. Los manifestantes hongkoneses consideran derechos adquiridos muchos derechos que el sistema político de la RPCh no contempla aún. Sabemos cómo respondió a las manifestaciones de 1989. Queda por ver cómo responderán a las de Hong Kong. Otro reto principal es el reparto de la riqueza. China debe desarrollar un mercado doméstico de consumo lo suficientemente grande como para absorber su producción de productos de consumo si quisiera aislarse de la turbulencia de un mercado global. No puede hacer esto mientras la mitad de la población que vive en el campo no tenga el poder adquisitivo que le permitiría participar en tal mercado doméstico de consumo. Otro gran reto es el libre pensamiento y/o la innovación. El discurso político del Partido enfatiza la necesidad de «innovación», pero el contexto del discurso en lengua china, además de práctica del gobierno, dan a entender que lo que se fomenta es un desarrollo científico doméstico «con características chinas», no un espirito innovador libre. El reto medioambiental es un asunto de vida o muerte.
7.- El éxito de China pone en alerta a algunos países occidentales, ¿consideras justificada esta reacción o preludio incluso de tensiones más graves como un nuevo resurgir de otra guerra fría?
No conozco ninguna justificación de esta reacción que sea defendible. Se podría valorar más el interés propio que los intereses de los otros y así justificar la reacción, pero este es un argumento meramente egoísta. Se podría proponer que los pueblos de Europa y de Norteamérica merecen más que otros pueblos el monopolio de los recursos de la tierra, pero este es un argumento racista y supremacista. Se podría sugerir que la «Razón Universal» y la única «Fe verdadera» pertenecen al ámbito euro-norteamericano, y que, por lo tanto, ninguna crítica o análisis negativo de la superioridad euro-norteamericana como justificación del mantenimiento de su monopolio de los recursos de la tierra. No creo que ninguno de estos argumentos sea defendible.
8.- ¿Puede la confirmación del éxito chino servir de impulso para una ola alternativa al orden liberal a nivel global?
Mucho me temo que la frase «orden liberal» significa en realidad una justificación del predominio euro-norteamericano a nivel global. La RPCh celebra su 70º aniversario como país «comunista» que defiende el orden liberal frente a países «capitalistas» que pretenden volver al proteccionismo. Hasta que China alcance la consolidación de su «sueño chino» no creo que represente una amenaza al orden liberal basado en el respeto a reglas, porque este mismo orden facilita el desarrollo chino. Lo que podría pasar una vez alcanzado este sueño es otra cosa, aunque no veo síntomas de un deseo de dominar el mundo entre las élites chinas en estos momentos.