60 Aniversario de la proclamación de la RPCh

In Especiales by PSTBS12378sxedeOPCH

 

El 1 de octubre se conmemora el 60º aniversario de la fundación de la República Popular China, un acontecimiento que en Beijing se vive con gran intensidad no solo por la entidad del programa organizado por el Gobierno y el PCCh para ese día (con parada militar incluida y desfile cívico en el que participarán decenas de miles de personas), sino también por el enorme esfuerzo desplegado para presentar un óptimo estado de revista del país en todos los órdenes.

 

Invitamos a nuestros colaboradores a responder a las siguientes cuestiones: :

 

1. ¿Bien podríamos dividir los 60 años transcurridos en dos tiempos: maoísmo y reforma. ¿Indica también esa división la existencia de un rumbo equivocado y otro acertado en el curso de la evolución china reciente?

 

 

2. En el balance general de estos 60 años, ¿pesan más luces o las sombras?

 

3.   ¿Qué expectativas cifra para los años próximos que muchos consideran decisivos para la culminación del proceso iniciado en 1949?

 

     

Han colaborado en este especial: Dr. Jorge E. Malena (Coordinador Académico, «Estudios sobre China Contemporánea», Universidad del Salvador-Argentina); Enrique Enrui Yang (Observatorio de la Política China); Enrique Posada Cano (Observatorio Virtual de Asia-Pacífico, Universidad Tadeo Lozano, Colombia); Julio A. Díaz Vázquez(Profesor Titular, Centro de Investigaciones de Economía Internacional, Universidad de La Habana); Augusto Soto (Consultor y Profesor en ESADE).

 

RESPUESTAS del Dr. Jorge E. Malena (Coordinador Académico, «Estudios sobre China Contemporánea», Universidad del Salvador-Argentina);

 

1. ¿Bien podríamos dividir los 60 años transcurridos en dos tiempos: maoísmo y reforma. ¿Indica también esa división la existencia de un rumbo equivocado y otro acertado en el curso de la evolución china reciente?

    

 

El rumbo de la etapa maoísta fue el propio que en aquel momento las circunstancias ideológicas, políticas, sociales y económicas podían dictar. Por ello, la calificación de «acertado» o «desacertado» puede surgir como consecuencia de la posición política que se tenga, o luego de contrastar los resultados de una etapa con otra. Si como académicos vamos a efectuar un juicio de valor, ambas etapas tuvieron sus aciertos y desaciertos. Desde ya, si nos atenemos estrictamente a la situación de la población (y por sobre todo tenemos en cuenta su bienestar material), en la etapa maoísta hubo una evolución desde la miseria a la pobreza, mientras que en la etapa reformista se pasó de la pobreza a un relativo bienestar generalizado.

 

2. ¿En el balance general de estos 60 años, ¿pesan más luces o las sombras?

    

 

Si tenemos en cuenta valores como soberanía política, independencia económica, prestigio internacional, satisfacción material, bienestar sanitario, desarrollo científico-técnico, progreso educativo y evolución cultural, las luces pesan más. No obstante, priman los claroscuros en materia de práctica religiosa, justicia distributiva, participación política, representación ciudadana, libertad de expresión, seguridad jurídica, rendición de cuentas de las autoridades, asociación sindical, y protección del medio ambiente.

 

3. ¿Qué expectativas cifra para los años próximos que muchos consideran decisivos para la culminación del proceso iniciado en 1949?

    

 

No diría precisamente «culminación» del proceso iniciado en 1949, sino «extensión» de las reformas iniciadas a fines de 1978, entendiéndose por dicha «extensión» el desarrollo de toda una serie de libertades civiles sobre la base del progreso económico y educativo alcanzado. Una vez que se afiance la práctica de las libertades civiles, sería dable esperar una etapa ulterior, caracterizada por una mayor vigencia de la justicia social y la apertura política.

 

RESPUESTAS de Enrique Enrui. Yang (Observatorio de la Política China):

 

1. ¿Bien podríamos dividir los 60 años transcurridos en dos tiempos: maoísmo y reforma. ¿Indica también esa división la existencia de un rumbo equivocado y otro acertado en el curso de la evolución china reciente?

    

 

Ha habido repetidos cambios de orientación, y no descarto nuevos en adelante, en una sola navegación hacia un futuro próspero y poderoso con que sueña el PCCh, donde siga quedándose con una hegemonía total. El modus operandi de éste no ha cambiado. Las tentativas han sido todas audaces y dinámicas.

 

2. ¿En el balance general de estos 60 años, ¿pesan más luces o las sombras?

    

 

Para el PCCh, las sombras jamás han pesado más que las luces, inclusive en los momentos de su peor ejercicio del poder. Para los observadores serios, no son suficientes unos 60 años para tener un juicio objetivo de un tramo histórico por completarse de una cultura multimilenaria.

 

3. ¿Qué expectativas cifra para los años próximos que muchos consideran decisivos para la culminación del proceso iniciado en 1949?

    

 

 

Resulta difícil vaticinar la culminación de un proceso chino de dimensión histórica, si no se percibe exactamente definida la meta a que se pretende llegar. Pues en China, como en muchos otros países, la culminación de algo se declara con mucha facilidad cuando se quiere.

 

  RESPUESTAS de Enrique Posada Cano (Observatorio Virtual de Asia-Pacífico, Universidad Tadeo Lozano, Colombia):

 

1. ¿Bien podríamos dividir los 60 años transcurridos en dos tiempos: maoísmo y reforma. ¿Indica también esa división la existencia de un rumbo equivocado y otro acertado en el curso de la evolución china reciente?

    

 

No necesariamente. No hay cortes definitivos en la historia. Si uno observa con ojos de historiador estos sesenta años, entiende que todo se concatena.  Primero: no habría podido iniciarse el ciclo socialista a comienzos de los años sesenta del siglo pasado si Mao no hubiese logrado el espacio de independencia y soberanía necesario para proclamar el primero de octubre de 1949: ¡el pueblo chino se ha puesto en pie! Éste fue el prerrequisito necesario. Vino luego un camino en zig-zag, marcado por acontecimientos de signo negativo como el ‘gran salto adelante’ y ‘la revolución cultural’, pero si nos acogemos a la teoría de la contradicción, aceptaremos que aquél condujo a la rectificación de un brinco para el cual China no tenía las condiciones, y la segunda, llevó al gran enderezamiento del camino que se conoce como ‘política de reformas y apertura al exterior’.

 

Es tan cierto que en ese proceso no hay rupturas definitivas, que todavía se aprovechan, para el llamado ‘desarrollo científico y armónico’, políticas planteadas por Mao a fines de los años cincuenta del siglo pasado tales como ‘las diez grandes contradicciones’.

 

Tampoco el proceso de los últimos 30 años de las reformas ha estado exento de altibajos. Recordemos la lucha contra el empecinamiento del sector de izquierda del Partido Comunista por seguir imponiendo en las políticas de China el pensamiento de Mao Zedong de manera integral, y cómo sólo fue posible empezar a cristalizar las ideas reformistas de Deng a partir de 1992.

 

 

2. ¿En el balance general de estos 60 años, ¿pesan más las luces o las sombras?

 

 

 

    

 

Por supuesto, pesan más las luces. Para demostrarlo basta abrir los ojos a la nueva realidad de China en lo político, lo económico, las relaciones exteriores, etc. Otra cosa es que el país enfrenta retos heredados del pasado y otros nuevos que están íntimamente relacionados con la problemática social: desigualdades, balance negativo en el tema de la equidad, corrección a la visión y el tratamiento de las minorías étnicas, etc. Pero esto no desluce en absoluto los logros alcanzados.

 

3. ¿Qué expectativas cifra para los años próximos que muchos consideran decisivos para la culminación del proceso iniciado en 1949?

    

 

Las expectativas que cifro para los años venideros se relacionan, primero, con una mejor distribución del producto interior bruto, la inserción de cientos de millones de chinos en el sistema nacional de salud y seguridad social, el mayor acceso de grandes sectores de chinos a la educación en todos los niveles; y segundo, se relacionan con nuevos desarrollos del proceso de democratización ya iniciado: ampliación del derecho de los ciudadanos a elegir y ser elegidos, extensión de la democracia participativa, etc.

 

RESPUESTAS de Julio A. Díaz Vázquez (Profesor Titular, Centro de Investigaciones de Economía Internacional, Universidad de La Habana).

 

1. ¿Bien podríamos dividir los 60 años transcurridos en dos tiempos: maoísmo y reforma. ¿Indica también esa división la existencia de un rumbo equivocado y otro acertado en el curso de la evolución china reciente?

    

 

No parece desacertado utilizar un enfoque maniqueo para enjuiciar los sesenta años transcurridos, a partir de octubre de 1949, cuando Mao Zedong, desde la torre de la Plaza de Tiananmen, proclamó la constitución el Gobierno de la República Popular China (RPCh). Así, resulta aceptable que dividamos esos años en dos grandes periodos: los primeros treinta años (1949-1978) marcados por la impronta de Mao; y las tres décadas que nos separan del rumbo seguido, al adoptarse una nueva política económica, con la  introducción (1979-2008) de la Reforma y Apertura.  Entonces, es legítimo afirmar que este segundo periodo está signado por la personalidad de Deng Xiaoping.   

 

Sin embargo, al incursionar en el análisis de las dos etapas, para llegar a una valoración objetiva, que nos lleve a los calificativos de correcto o desacertado  para uno u otro periodo, es más problemático emitir juicios conclusivos. Ante todo, en la primera etapa habría que dilucidar los momentos habidos en la personalidad, posturas, actuación y papel desempañado por Mao, incluido los años que fungió de guía indiscutido, en unos casos, por lo acertado de su conducción política, y en otros, en que actuaron ambos factores, más el papel – aceptado y consentido por él –, de su endiosamiento. Ejemplo, más que evidente de esto último, el libro rojo; especie de Biblia, imbuido de apetencias  interesadas de poder, patrocinado por Lin Biao.

 

Por otra parte, a la falta de más información y aceptando que los juicios finales de valor sobre ese periodo de la RPCh, deben hacerlo, el Partido Comunista de China (PCCh), los especialistas y, en general, la academia científica china, parece aceptable acogerse a la norma para enjuiciar políticas o personalidades que, en calidad de legado histórico, nos dejó el socialismo conocido: un 70% de aciertos y un 30% de errores. Vale destacar que el propio Deng Xiaoping – al influjo del canon admitido o por conveniencia política – manejó estos parámetros para caracterizar el papel de Mao, al menos, el librado en la Revolución o para los años primigenios de la RPCh.

 

A guisa de ejemplo, para abundar acerca de la ausencia de estudios conclusivos sobre lo acontecido en las tres décadas de rectoría política ejercidas por Mao, baste citar que, pasados más de cuarenta años del inicio (1966) de la Gran Revolución Cultural Proletaria, de aquella gigantesca agitación social de masas, aún no se conoce una valoración oficial sobre la misma. Pero, es innegable que sin el protagonismo de Mao y los cambios que experimentó la Nueva China, no es posible hacer juicios certeros sobre el significado y alcance internacional de la modernización que está viviendo la sociedad china, desde hace treinta años. No hay dudas que es un evento – con sus sombras y luces –, señero en los anales mundiales. 

 

En tanto, del artífice de esa gigantesca transformación, Deng Xiaoping, quedará el sello muy particular de un pragmatismo que, influido por una interpretación del marxismo-leninismo bañada de un orgulloso nacionalismo, tuvo la virtud de sortear más una mala pasada para, finalmente, imponer y capitanear una línea política que abrió un proceso de renovador económico-social-político en China, único en la milenaria historia del país. Asimismo, de  Deng  Xiaoping hay que destacar que, al igual que otros muchos participantes que descollaron en la epopeya que llenó, en las crónicas de la historia de PCCh, la Gran Marcha (15/10/1934 -18/10/1935), califica entre los dirigentes fundadores de la Nueva China. Sin olvidar que contó con el apoyo de otros cuadros de la vieja guardia para sacar adelante las Cuatro Modernizaciones. 

 

 

 

2.           En el balance general de estos 60 años, ¿pesan más luces o las sombras?

    

 

Llegar a valoraciones concluyentes para señalar lo bueno o malo en el corto ciclo de los sesenta años de proclamada la RPCh, es arriesgado y, además, se corre el peligro de emitir juicios no sustentados por suficientes hechos o circunstancias que, para unos son de inmenso peso y, para otros, pueden no reunir méritos que los dignifiquen en demasía. Sin embargo, grosso modo, suscribimos la opinión que, en lo social, económico y político, la hazaña llevada a cabo por PCCh, la resume la frase pronunciada por Mao, al dar a conocer los nombres de los hombres que encabezarían el Gobierno, de la recién fundada RPCh: China se ha puesto de pie. Esta premonición se ha visto confirmada en la práctica; es suficiente, entonces, para hablar de más luces.

 

Lo cual nos obliga también, hacer referencias a las sombras que acompañan a un proceso que desencadenado en un país, eminentemente campesino, abrazara el ideal del socialismo y lo que es más inaudito aún, alcanzar ese estadio – según los patrones imperantes a mediados de los años 50 del pasado siglo, bajo las expectativas del modelo socialista soviético sustentado por la Revolución Bolchevique en la Rusia de los Zares –, exigía levantar una economía hasta las alturas logradas por el capitalismo en la etapa imperialista. 

 

 

El rumbo izquierdista emprendido por Mao (1957) llevaría a los desenfrenos traumáticos del Gran Salto y la Revolución Cultural. Todo, en aras de crear con el destape de una revolución permanente un socialismo alternativo al modelo soviético, que sirviera de  faro y guía a los países del llamado Tercer Mundo. Los costos sociales de aquellos arrebatos mesiánicos están por realizarse integralmente, ante todo, por los que sufrieron en carne propia sus efectos destructores. Este saldo final queda en suspenso hasta el momento histórico que los intereses de la política interna e internacional lo hagan oportuno.

 

Por otra parte, los treinta años de la Reforma y Apertura no han transcurrido sobre una balsa de aceite. Han contado los zig-zag en los avances y retrocesos temporales en la marcha y resultados conseguidos. Dos son los factores que determinaron este curso: pragmatismo y gradualidad. Tampoco fue un proceso que estuvo delineado por una estrategia previa. Es decir, primó el enfoque empírico sobre la teoría. Sin embargo, en sí mismo las diferentes coyunturas habidas pueden considerarse naturales al abrirse un sendero desconocido.  Dentro de los momentos críticos en el camino recorrido se dieron los trágicos sucesos de la Plaza de Tiananmen (7/1989) que, en toda la literatura – interesada o desapasionada – su traumático final lo adjudican a Deng Xiaoping. 

 

No obstante, es de esperar que en el curso de la primera mitad del siglo XXI la proyección de los éxitos traídos por la modernización social, económica y política de China, en lo que respecte al plano interno como en el internacional, hará que gane mayor estatura la figura de Deng Xiaoping. El propio avance de la sociedad china confirmará o rechazará en el tiempo ese juicio. 

 

3. ¿Qué expectativas cifra para los años próximos que muchos consideran decisivos para la culminación del proceso iniciado en 1949?

    

 

Es consenso en los predios académicos chinos, resaltar el hecho de que la Reforma y Apertura en el país, comenzara por la esfera económica y no por la política. Esta valoración pone en los platillos de la balanza, el diferente enfoque aplicado en China con respecto a los que dieron lugar al surgimiento de la República Federativa de Rusia. Sin embargo, también reconocen que la Cuatro Modernizaciones (agricultura, industria, ciencia y técnica, defensa) necesita ir acompañada de un Quinto proceso renovador: el político. 

 

Este será el desafío más urgente que deberá enfrentar en el próximo futuro el PCCh, así como los sucesivos gobiernos que dirijan los destinos del país. Tarea que, a partir del 2012, en el próximo futuro deberá acometer a fondo la cuarta generación de líderes – nacidos en la constituida RPCh -, y que reciben el legado trazado por Deng Xiaoping, pero sin sus presillas. El Partido deberá   acometer una obra para la cual el socialismo conocido no dejó herencia positiva aprovechable. Es decir, se trata de la conformación de un modelo político que, sobre todo, responda a las apremiantes y cambiantes situaciones económico-sociales; y además, entre sus componentes esenciales, integre el acervo milenario de la cultura nativa.

 

Finalmente, en China, a contrapelo de las especulaciones y diatribas que, con persistencia, oponen la institucionalización del mercado al centralismo político, ignoran conscientemente que es el propio PCCh, su más acervo crítico, y a la vez, viene emprendiendo la búsqueda de alternativas idóneas que respondan a formas de ejercer la democracia sin exclusiones. En el trasfondo de esas opiniones se esconde la frustación de no haber seguido China la exaltación de la democracia liberal. Un observador honrado tendría que reconocer que, en el país, junto a los éxitos de la Reforma y Apertura, se han producido cambios de significación en la esfera política. 

 

RESPUESTAS de Augusto Soto(Consultor y Profesor en ESADE).

 

1.¿Bien podríamos dividir los 60 años transcurridos en dos tiempos: maoísmo y reforma. ¿Indica también esa división la existencia de un rumbo equivocado y otro acertado en el curso de la evolución china reciente?

    

 

La ocasión y las tres preguntas van más allá de la política y del aspecto económico con los que normalmente tanto se asocia a China a inicios del siglo XXI. Es ocasión para un balance de cifras exitosas (¡tantas!), importante aspecto que por repetido en el aniversario, no abordan estas líneas. Las preguntas alcanzan un sentido histórico e incluso meta-histórico.

 

a) Ambos tiempos tienen luces y sombras y se diferencian. Pero sin duda que la época de la reforma es la que más luces ofrece. Muchas más. Obviamente que en esta apreciación juega la subjetividad de quien opina. Y en estos días somos muchos quienes opinando del objeto de estudio lo hacemos recordando que somos testigos de parte de ese cambio. Y lo hemos visto en la suerte de una generación de amistades, de conocidos. En las posibilidades que se les han abierto a ellos y a tantos como nunca antes. Es imborrable.

 

b) Importa recordar una primera obviedad. Sin el dramatismo del primer período sería inconcebible la dinámica igualmente dramática del segundo. Por ello mismo, no se ve una involución. Aquí se podría simplemente especular con que la época de Mao (totalitaria dentro del esquema clásico de los totalitarismos del siglo XX) se sitúa como un período periclitado. Más aún, tras el transcurso de estos años del segundo período la impresión es que parece llamado a “autoperpetuarse”. Esto es, no cabe sino esperar más reformas, más apertura. Y una manifestación mayor de este proceso en sus efectos planetarios.

 

 c) Ciertamente que para evaluar sus resultados este último período se ha de comparar necesariamente con el período maoísta. Pero esto no quiere decir que el análisis de otros períodos no sea un ejercicio importante para entender a China, que es de lo que se trata (ya no esta vez para comparar resultados). Así, tendrían que considerarse aspectos de períodos pretéritos o de épocas que “regresan”, que vuelven a superponerse en la China actual de la reforma. Es lo que normalmente se denomina el “regreso de la Historia”. Uno puede ser el regreso del sincretismo de creencias y de culto de la China tradicional. Otro el desentierro de la figura de Confucio. Otro, la capacidad empresarial y de invención de las dinastías más dinámicas. Otro, la consensuada gobernabilidad del país que remite a espacios temporales de la China imperial y que explican los actuales “regionalismos”. Es una lista interminable. El pretérito previo a la época de Mao es un asunto muy serio en el caso chino. Esto va más allá de cualquier exotismo al analizar el país.

 

 d) Otra constatación igualmente decisiva. Las condiciones de los dos períodos, maoísmo y reforma, se concatenan con la historia mundial. Porque ciertamente en estos dos últimos dos siglos China no ha estado “aislada” (este concepto tan relativo como manoseado) en su relación con el exterior. Sabemos que sin ataque japonés, sin la ceguera de un ineficiente Kuomintang allegado a un no menos ciego EE UU entonces, y con la inexistencia de la URSS, sería impensable celebrar estos sesenta años de República Popular. Incluso una figura tan central como la de Mao Zedong, improbabilísimamente habría inspirado a su partido hacia el poder si uno de los factores anteriores hubiera fallado.

 

e) Pero también, por supuesto, que sin las figuras de Mao (sinónimo aquí de maoísmo) y de Deng (sinónimo de reforma) muy poco del país que hemos visto se vería tal como es. El caso de China en cuanto a la real influencia que juegan sus dos gigantescos personajes de estos últimos sesenta años es sin duda la mejor muestra del papel de los individuos en la Historia: una personalidad para cada período. Y es así porque tanto uno como otro marcan las dos alternativas extremas de la permanente encrucijada china sobre cómo avanzar.

 

f) Ciertamente que en no pocos chinos el paso del tiempo juega a favor de Mao. Hay personas que, constreñidas por las enormes desigualdades surgidas en esta última generación, recuerdan una vida normal en la era anterior (que incluye a la Revolución Cultural o el Gran Salto Adelante).

 

Al fin y al cabo, quienes no han pasado en edad consciente por algunas de las dictaduras más famosas del siglo XX parecen desconocer que aparte de los movimientos de apoyo y resistencia (callada o abierta) de sus períodos, hay toda una masa complaciente que se adapta a lo que hay. La memoria es frágil en la vida humana y lo es más en política. En China se da un singular juego entre memoria y amnesia histórica (tanto a cargo del Estado como a cargo de parte de la población). Esto no hace excepcional al país si lo comparamos con otros países. En el caso de las masas tiene que ver con un mecanismo de defensa para soportar mejor la realidad.

 

2. ¿En el balance general de estos 60 años, ¿pesan más luces o las sombras?

    

 

a) Más que una luz, en los inicios la República Popular es casi un cometa en el firmamento de la historia propia y del comunismo mundial. En lo interior por la enorme adhesión que produjo entre las masas el hecho de recuperar un orden, una unidad, una autoestima de cara al exterior, y el marco estatal para atender las necesidades básicas. De haber ganado el Kuomintang se habrían encendido otras luces. Pero al fin y al cabo de una intensidad previsiblemente menor debido a la sucesión de errores de todo tipo cometidos en el “campo de acción” (¡nunca mejor dicho en el caso que explica el camino a la derrota nacionalista!).

 

b)   Antes de transcurrida una década de República Popular sabemos que las luces se debilitaron demasiado hasta alcanzar la oscuridad y el oscurantismo. Y correspondientemente, los gestos de felicidad que se replicaron casi ad infinitum en pósters de felicidad forzada, escondieron el grado errático, divisivo y de desconcierto propios del maoísmo tardío.

 

c) La confianza, el pegamento más importante de una sociedad, se hizo trizas por un largo tiempo. Mucha gente sufrió gratuitamente hasta el final de los días de Mao. Esto ha llevado a interesantes consecuencias de ese tiempo reconocibles hoy. Una es la corrupción, de tan devastadoras consecuencias. El infractor justifica fácilmente sus actos, “si tanto sufrí ayer, tanto merezco hoy”. Peor aún es que estas justificaciones se traspasan a gentes que no han sufrido nada. Como se sabe, la corrupción crea escuela.

 

d) Entre las luces se cuenta la capacidad de emprender (que no es necesariamente la capacidad para inventar). Y la sombra de esa luz es una cercanía al Estado que no siempre es el factor más fructífero, aunque hay que reconocer lo mucho que ha coayudado. En esto la China actual muestra una continuidad con la China tradicional.

 

e) Otra luz es la mayor autonomía lograda por el individuo, primero expresada en la libertad de movimientos. La sombra de esa luz es el mayor desinterés por el prójimo. La dualidad autonomía-información es también un espacio ganado: Se trata de la irrupción de la civilización digital. En tanto, su sombra es la censura que la enmarca.

 

f) Otra luz es la revalorización del patrimonio cultural, la revalorización del pasado. Se manifiesta en la promoción estatal y comienza con las excavaciones arqueológicas (financiadas por razones políticas). La sombra aquí es, por otro lado, la destrucción del patrimonio arquitectónico de las zonas urbanas o la simple transformación del skyline “como mil ciudades con la misma apariencia”, según un crítico representante gubernamental.

 

 g) Otra importante nueva luz de China fue salir del autismo nacional heredero del “síndrome de fortaleza sitiada” y convertirse en epítome de globalización. En este aspecto, más allá de las luces y sombras propias que se autoproyecta China, los medios de comunicación tradicionales de Occidente (Radio, TV, prensa escrita) le están escamoteando a ese mismo Occidente al que sirven una versión más polifacética de uno de los cambios más relevantes del último siglo.

 

 h) Igualmente dentro de este haz de luz destaca que China durante la reforma este transformando el sentido de la globalización. Si algunos en Asia y en Occidente habían inicialmente interpretado la globalización como el proyecto más refinado de hegemonía de la hiperpotencia, se ha demostrado que en verdad este planteamiento está equivocado. La globalización es el sustrato difuso que permite la emergencia del mundo multipolar que estamos presenciando y con China como un importante pilar de esta arquitectura geopolítica, neoeconómica y cultural en ciernes.

 

3. ¿Qué expectativas cifra para los años próximos que muchos consideran decisivos para la culminación del proceso iniciado en 1949?

    

 

a) El asunto es expectativas para quién. Si para los chinos, pareciera a priori  que las reflexiones son unas muy determinadas. Y pareciera que si para el resto del mundo, otras tantas. Por supuesto, las expectativas no se debieran dividir puesto que el país está en su momento más global (como le ocurre al resto del mundo). Hace una década, para el 50 aniversario, se afirmaba que más había el mundo cambiado a China que China al mundo. Una década después las cosas se han equilibrado un poco más. Y así se puede con justicia afirmar que las expectativas de China nos conciernen a todos.

 

 b) Desde una perspectiva simbólica (aunque muy aterrizada a la vez, en correspondencia a como ha llegado a ser la China pragmática) si se observan atentamente las imágenes y consignas de los escaparates de sueños que son las ceremonias de apertura y de cierre de los Juegos Olímpicos y las del marco iconográfico que cabe esperar durante la Expo Universal de Shanghai se puede ver qué espera China de sí misma (el Partido sigue allí instalado como guía y catalizador de los sueños de la nación).

 

 c) Luego está la pregunta de la culminación del proceso: ¿una teleología china? (tono inequívoco de pregunta). Pese a las apariencias de lo que indican la suma de planes de medio y largo plazo, Pekín debe saber que no se está allí para alcanzar un punto culminante. Lo que sabe el liderato es que está gestionando sucesivos períodos de un largo proceso.

 

d) Las posibilidades están abiertas. Lo único que cabría decir, aunque con algún matiz de incertidumbre, es que China puede alcanzar el estatus de país “cuasi-desarrollado” antes de mediados de este siglo. Y que su PIB alcanzaría al de los EE UU antes de esa fecha. Pero esto no nos dice mucho. Porque no sabemos qué significará exactamente ser un país “cuasi-desarrollado” entonces ni qué sentido alcanzar a la hiperpotencia que hasta hace poco comandaba Washington. Si las tendencias se prevén con los parámetros de hoy, con el modelo de desarrollo actual, varios problemas seguirán allí instalados por varias décadas más. Contaminación, envejecimiento de la población, crónica insuficiencia energética propia, escasez de agua, de tierras.

 

e) Y falta ver si el Partido podrá seguir adaptándose. Si se nos concede una licencia: es el camaleón gobernando la figura del dragón. Hasta ahora esa gestión es sorprendente, sin parangón mundial dentro del tipo de Gobierno que encabeza Pekín. Es clave y previsible que continúe transformando y transformándose. Los mecanismos del Partido se han institucionalizado bastante. Así también, el proceso sucesorio en la cumbre del poder.

 

A nivel ideológico, como ya se ha dejado entrever, la interpretación de la Historia oficial es una justificación política con métodos “científicos” o taoístas. O con otros. En eso hay una perfecta continuidad con el escrito de Mao Zedong, “¿Puede una cosa transformarse en buena?”, de 1957. En él Mao dice que “En determinadas condiciones, lo malo puede conducir a buenos resultados; y lo bueno, a su vez, a resultados malos. Hace más de dos mil años, decía ya Lao Zi: «En la desgracia vive la suerte, en la suerte se oculta la desgracia»”. Allí sigue el Partido en 2009 interpretando el futuro con racionalidad y también más allá del bien y del mal.

 

China es asombrosa en 1949, en 1978, en 2009. Y como siempre, parece eterna.