Taiwán, el problema de China

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Taiwán es un asunto clave de la política china. En buena medida, la reforma en el continente se inspira en el proceso de modernización de Taipei. La economía les acerca, la política les aleja. Beijing insiste en que la unificación de toda China es un imperativo irrenunciable.

Después de Hong Kong (1997) y Macao (1999), Taiwán constituye el siguiente objetivo. Pero en Formosa, que cuenta con un poderoso ejército, un gran poder económico y una activa diplomacia, las resistencias al propósito continental son importantes. La elección de Chen Shui-bian, un independentista, al frente del país, ha desatado la preocupación en toda la región por sus anuncios de proclamar una nueva Constitución que en el continente se interpreta como un alejamiento del discurso unificador. China se ha adelantado aprobando una ley anti-secesión, en la que afirma su voluntad de recurrir a la fuerza si Taipei se encamina hacia la independencia. El conflicto con China divide en dos a la sociedad taiwanesa, los azules, partidarios del entendimiento con Beijing, y los verdes, que niegan la vigencia de la máxima proclamada por Beijing, el principio de la existencia de una sola China. Por otra parte, EEUU tiene una gran influencia sobre Taipei y ello incomoda a China, que desea resolver el contencioso sin intervenciones extranjeras. En décadas pasadas, la normalización de las relaciones entre China y EEUU para frenar al coloso soviético, tuvo un precio, la expulsión de Taiwán de Naciones Unidas. ¿Entregará Washington a Beijing las llaves de Taipei a la vista del creciente poderío económico del continente o utilizará la isla para condicionar la emergencia de China en el siglo XXI?