El pinchazo electoral en Hong Kong Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China

In Análisis, Autonomías by Xulio Ríos

Las autoridades centrales chinas se han congratulado de los resultados de la primera elección celebrada en Hong Kong desde la reforma del sistema del consejo distrital de la Región Administrativa Especial (RAEHK). Bajo el principio de “los patriotas administran Hong Kong” ha logrado impedir “que individuos antipatrióticos ingresen en los consejos distritales, poniendo fin por completo a los planes de los alborotadores antichinos y las fuerzas externas que los respaldan de tomar el control de la RAEHK a través de la vía electoral”, apuntó la Oficina de Asuntos de Hong Kong y Macao en un comunicado.

Lo cierto es que por más que se conceptúe el nuevo sistema como “un camino democrático ordenado”, el entusiasmo despertado entre la población ha sido bajo. La participación fue del 27,5 por ciento (algo más de 1,19 millones de votantes de los 4,3 millones de electores registrados), una proporción récord para una contienda que había excluido a los candidatos de la oposición. El territorio celebró por última vez elecciones de consejos de distrito en el pico de las protestas liberales, a veces violentas, en 2019, registrando una participación histórica del 71 por ciento con una victoria aplastante para los sectores críticos con el poder central. La oposición obtuvo entonces 388 representantes de los 452 en juego. Anteriormente, la participación más baja desde la retrocesión de Hong Kong a China fue del 35,82 por ciento, registrada en 1999. En esta ocasión, ha sido una proporción aún mayor que la cifrada hace ya dos años en las elecciones para el Consejo Legislativo, el parlamento de Hong Kong, reforzando esa tendencia decreciente.

La reforma del sistema electoral se ha llevado a cabo en complemento de la legislación de seguridad nacional adoptada en 2020, estipulando una revisión de la composición de los consejos. Según las nuevas reglas anunciadas en mayo, los escaños para elección directa se redujeron de 462 a 88, y los otros 382 escaños estaban controlados por el gabinete local, los leales al gobierno y los terratenientes rurales. Los candidatos debían buscar nominaciones en comités designados por el gobierno, lo que efectivamente derivó en la exclusión de los partidos de oposición. Más del 70 por ciento de los candidatos nominados para postularse para escaños elegidos directamente eran miembros de esos comités. De esta forma, quedó prácticamente asegurada la marginación de cualquier persona o movimiento desleal al enfoque promovido por las autoridades centrales que prima sobre cualquier otro valor la seguridad y la estabilidad del enclave.

El jefe ejecutivo, John Lee, justificó la reforma y este proceder con la necesidad de impedir que estas estructuras se pudieran convertir  en “una plataforma para destruir y rechazar la administración del gobierno, promover la independencia de Hong Kong y poner en peligro la seguridad nacional». Para Lee, estas elecciones eran “la última pieza” que culminaba la reestructuración del poder institucional en la RAEHK.

No obstante, la baja participación es un dato que refleja un alto nivel de escepticismo entre la ciudadanía y, triunfalismos aparte, debiera preocupar a las autoridades pues deja en evidencia igualmente su escasa capacidad de movilización. El poder local hizo cuanto pudo para lograr una participación amplia que legitimara en las urnas su estrategia. Lo menos que puede decirse es que no ha sido el caso.

La postración de la oposición se inició en septiembre de 2021 cuando la inmensa mayoría de los elegidos perdieron sus puestos al negarse a prestar un juramento de lealtad «patriótica». El último acto de dicho proceso llegó finalmente en mayo de este año con la reforma electoral. En la práctica, redujo al 20% el número de escaños asignados mediante el sufragio popular, reservando la elección de la mayoría de los miembros a unas comisiones cuyos integrantes son designados por la administración regional. Al final, resultó que el 90% de los miembros de los nuevos consejos de distrito son personas que ya eran miembros de estas tres comisiones.

Por tanto, es comprensible que John Lee signifique la importancia de concentrar la atención no en la participación sino en el resultado de las elecciones, pues este, si algo indica, es que los consejos distritales pasarán a ser “constructivos en lugar de destructivos”.

Ampliando el foco, el resultado ha impactado de lleno en la campaña electoral en curso en Taiwán. La candidata a vicepresidenta del PDP, Hsiao Bi-khim, alertaba en un reciente mitin de la aspiración continental: «Quieren convertirnos en otro Hong Kong, lo cual es inaceptable para nosotros». Ya en 2020, la crisis en Hong Kong aupó las expectativas electorales del PDP y su compleja situación actual constituye un argumento de peso para el soberanismo que rechaza la idoneidad del principio “un país dos sistemas”. Lo dan por muerto en Hong Kong.

La recuperación de la confianza de los hongkoneses por parte de las autoridades locales y centrales va a requerir un ingente esfuerzo político. Quizá esta sea una oportunidad más para que se implementen políticas sociales ambiciosas largamente prometidas y nunca cumplidas. Recuérdese que en este paraíso liberal llamado Hong Kong de altos rascacielos y lujosas tiendas al alcance de unos pocos millonarios, el índice de desigualdad está por encima del 0,5 del coeficiente de Gini. Casi una cuarta parte de la población vive bajo el umbral de la pobreza y dicho contingente no ha dejado de crecer en los últimos años. El PCCh puede presumir de haber erradicado la pobreza extrema en el continente pero no de haber logrado una creciente justicia social en Hong Kong.

A mayores, subsiste la duda sobre la voluntad y capacidad del propio PCCh para experimentar en la RAEHK una vía alternativa y democrática de signo no liberal que no ahogue la participación ciudadana ni la pluralidad o el respeto a las libertades básicas. Resolver tan compleja ecuación de un plumazo no es realista pero renunciar a ello con el recurso a la represión con el argumento de la seguridad es dudoso que provea de estabilidad.

Sería más que deseable que la rapidez y contundencia aplicadas en lo político y que ciertamente no sin controversia ha logrado mudar la faz de Hong Kong en poco tiempo, se trasladara por igual a la preocupación por mejorar los índices sociales. Sin duda, esto podría aportar una dosis de credibilidad a sus políticas en amplios sectores de esa población que en estas elecciones le ha dado la espalda.