El 21 de mayo el portavoz de la Asamblea Popular Nacional, Zhang Yesui, anunciaba que durante la sesión anual del organismo se presentaría un proyecto para instar la promulgación de una nueva Ley de Seguridad Nacional para Hong Kong. El objetivo no es otro que combatir el secesionismo, el terrorismo y la intervención extranjera.
El 28 del mismo mes, y tras su deliberación, el máximo órgano legislativo del país aprobaba el proyecto con 2.878 votos a favor, uno en contra y seis abstenciones (también aprobaron el primer Código Civil del país). Tras su aprobación, el Comité Permanente de la Asamblea procederá a su elaboración, que será incluida en el Anexo III de la Ley Básica de la Región Administrativa Especial de Hong Kong en una fecha aún por determinar.
La respuesta crítica de distintos medios de comunicación y gobiernos occidentales no se ha hecho esperar. Estados Unidos, a través del secretario de Estado Mike Pompeo, ha sido el país más crítico, amenazando con sanciones y afirmando que Hong Kong ya no es autónomo de China. Pese a las palabras del primer ministro Li Keqiang apelando a rechazar “la mentalidad de la Guerra Fría”, parece que el nivel de tensión entre Washington y Beijing no se reducirá en los próximos meses.
En los siguientes párrafos analizaré el origen de la cuestión de Hong Kong y los dos precedentes que hacen necesaria una Ley de Seguridad Nacional, que además cuenta con el respaldo del artículo 23 de la Ley Básica.
Origen de la cuestión
La cuestión de Hong Kong se remonta al siglo XIX. La derrota china en la Primera Guerra del Opio frente a Reino Unido se saldó con la firma del tratado de Nanjing de 1842 (donde China cedería la isla de Hong Kong a Reino Unido), uno de los múltiples tratados que con el tiempo se definieron como desiguales, al haber sido impuestos por la fuerza. En un nuevo tratado, el de Beijing de 1860, que daba fin a la Tercera Guerra del Opio, China cedió a perpetuidad el sur de la península de Jiulong. En 1898 se amplió el Reglamento Especial de Ampliación del Límite de Hong Kong, cediendo durante 99 años la región conocida como Nuevos Territorios. De este modo, Reino Unido se hacía con el control de la actual Región Administrativa Especial de Hong Kong.
A finales de los años ’80 del siglo XX las autoridades chinas comenzaron las negociaciones sobre la devolución de la soberanía china al territorio de Hong Kong, coincidiendo con la proximidad del vencimiento de la cesión por 99 años de los Nuevos Territorios. Tras decenas de reuniones y tomas de contacto entre las autoridades británicas y chinas, el 18 de septiembre de 1984 se firmó la Declaración Conjunta del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y la República Popular China sobre la Cuestión de Hong Kong, al que se le sumaron tres anexos que lo completaban (política y directivas básicas de China sobre Hong Kong, la creación de un grupo de enlace conjunto chino-británico y el contrato sobre tierras) y un memorándum sobre la problemática con los documentos de viaje de los ciudadanos hongkoneses. La declaración sostenía que el 1 de julio de 1997 China recuperaría la soberanía del territorio de Hong Kong, otorgándole un elevado grado de autonomía a excepción de la política exterior y defensa (este compromiso tendría una validez de 50 años).
Las autoridades británicas querían proteger el sistema capitalista imperante en Hong Kong, por lo que Deng Xiaoping propuso una fórmula novedosa, el modelo de “un país, dos sistemas”. Consistía en la coexistencia de los sistemas socioeconómicos capitalista y socialista en el Estado chino (posteriormente se extendería a Macao el 19 de diciembre de 1999).
Tras la entrada en vigor de la Declaración Conjunta el 27 de mayo de 1985 comenzó un periodo de transición que culminaría el 1 de julio de 1997. Durante esta etapa sería el gobierno británico quien administrara el territorio mientras que el gobierno chino debía colaborar en el mantenimiento de la prosperidad económica y estabilidad social. Durante el transcurso de estos 12 años el gobierno chino fue preparando el armazón legal para asumir la soberanía de Hong Kong, con la aprobación de la Ley Básica de la Región Administrativa Especial de Hong Kong en 1988, mientras que Reino Unido no facilitó una transición tranquila, sucediéndose los problemas. El mayor de ellos la aprobación de un proyecto de reforma del sistema político que incidía en su democratización, algo absolutamente surrealista cuando durante más de un siglo los británicos no tuvieron ningún interés en promover los valores democráticos en Hong Kong.
Finalmente, el 1 de julio de 1997 se produjo la ceremonia de restitución de la soberanía china sobre Hong Kong, dando comienzo al conocido como nuevo periodo, que se prolongará en el tiempo hasta el 30 de junio de 2047, una vez se cumplan los 50 años que supondrán la restitución total de la soberanía sobre Hong Kong.
La “revolución de los paraguas” de 2014
A finales de septiembre de 2014 se produjo la denominada “revolución de los paraguas”. Al conocerse la reforma electoral de la Asamblea Popular Nacional, que los estudiantes hongkoneses entendían restrictiva y un ataque a la democracia, estos impulsaron una serie de protestas que coparon titulares a nivel mediático durante varias semanas. Estas movilizaciones derivaron en exigencias como la dimisión del jefe del ejecutivo por actuar según los dictados de Beijing o de más democracia (elegir por sufragio universal a todos sus representantes). Si bien sobre el papel sus reclamaciones podrían ser lógicas, el uso de estudiantes exigiendo democracia frente a las cámaras tiene similitudes con las manifestaciones que se produjeron en Kiev en noviembre de 2013, que terminaron con la dimisión del presidente Viktor Yanukovich (mantenía buenas relaciones con Rusia) y la desestabilización y fragmentación de Ucrania.
El hecho de que sea similar y en ambos casos afecte a potencias emergentes que ponen el riesgo el sistema unipolar vigente desde la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) podría indicarnos que no se trata de movimientos espontáneos.
Las revoluciones de colores, que tuvieron lugar en el espacio ex soviético, estuvieron impulsadas y orquestadas desde el exterior y seguían el mismo modus operandi. Estamos ante acciones para desestabilizar a las potencias emergentes, ya sea en su propio territorio (Hong Kong) o en su patio trasero (Ucrania para Rusia), una alternativa a la guerra convencional, cuyo alcance sería devastador.
Protestas durante el año 2019
El hecho principal que sirvió de catalizador para el estallido de las protestas, dirigidas por estudiantes aunque se extendieron a otros sectores, fue el proyecto de ley de extradición que se anunció en abril de 2019. Este proyecto buscaba permitir la extradición de delincuentes al resto de China, lo que provocó críticas al ser entendido como una muestra más de socavar las libertades y autonomía de las que goza Hong Kong a tenor del modelo “un país, dos sistemas”.
Después de dos meses de protestas en las calles, el gobierno hongkonés decidió rectificar y paralizar el proyecto en junio, retirándolo definitivamente en septiembre. A pesar de las maniobras de Carrie Lam, jefa ejecutiva de la Región Administrativa Especial, los manifestantes canalizaron su malestar inicial hacia metas mayores, reivindicando más derechos democráticos y el fin de las injerencias de Beijing.
Las protestas, pacíficas en un inicio, fueron perdiendo credibilidad al aumentar el número de actuaciones violentas contra ciudadanos chinos o la ocupación de edificios. Uno de los momentos de mayor simbolismo que muestra esta deriva de las protestas tuvo lugar en julio de 2019, cuando los activistas prodemocracia asaltaron la Asamblea Legislativa de forma violenta y colocaron la bandera colonial. Es decir, que estos manifestantes estaban defendiendo, en su más absoluto desconocimiento, un modelo en el que durante un siglo Hong Kong no fue más que una colonia británica sin rastro alguno de democracia. Además, fue habitual ver banderas estadounidenses durante las manifestaciones y tanto carteles como discursos solicitando a Donald Trump una intervención militar.
A pesar de las provocaciones y la sucesión de disturbios, las autoridades de Beijing actuaron con mesura, conocedores de las repercusiones que tendría en la opinión pública mundial una respuesta militar que sus detractores esperaban con poco disimulo. El modelo “un país, dos sistemas”, es primordial para la recuperación pacífica de Taiwán, el último escalón para lograr la ansiada reunificación nacional.
El artículo 23 de la Ley Básica de Hong Kong
La Ley Básica de Hong Kong entró en vigor el 1 de julio de 1997, fecha en la que se transfirió la soberanía de dicho territorio a China. En su artículo 23 se insta a la Región Administrativa Especial de Hong Kong a promulgar una ley propia prohibiendo cualquier acto de traición, secesión, sedición, subversión contra el gobierno central o, entre otros, prohibir las organizaciones extranjeras que realicen actividades políticas en la región. Este artículo es el precedente inmediato de la Ley de Seguridad Nacional que se ha propuesto estos días.
La necesidad de la Ley de Seguridad Nacional
Los incidentes en 2014 y 2019 ponen de manifiesto la necesidad de impulsar la Ley de Seguridad Nacional. Se trata de los problemas políticos más destacados que se han producido en Hong Kong en las últimas dos décadas y muestran las injerencias externas en apoyo de los manifestantes con el fin de debilitar la unidad nacional china. La vinculación entre los líderes estudiantiles con organizaciones financiadas por Estados Unidos, al igual que con congresistas estadounidenses, son un hecho, y todo apunta a que las injerencias en la política interior china, fundamentalmente en lo relativo a su política territorial, se incrementarán en los próximos años. El objetivo de esta nueva ley no es otro que salvaguardar la seguridad nacional en un territorio que ha sido centro de numerosas protestas violentas donde distintos grupos apoyados y financiados por agentes externos han sembrado el caos.
Esta nueva ley mejorará la seguridad nacional del país y fortalecerá el modelo de “un país, dos sistemas”, evitando las injerencias externas que buscan debilitar este principio. Hong Kong es parte de China desde 1997 y no deben existir dudas al respecto, por lo que se trata de un asunto de política interior china y como tal debe ser tratado. ¿Cómo reaccionaría Washington si las autoridades chinas juzgaran lo que está ocurriendo estos días en Minneapolis?
Beijing tiene ante el espejo las revoluciones de colores, la Primavera Árabe y lo ocurrido en Ucrania. Su apuesta por un mundo multipolar y el crecimiento económico experimentado durante las últimas décadas le ha situado como el rival a batir para aquellos que quieren mantener el modelo que surgió tras la Guerra Fría, por lo que sus competidores van a aprovechar cualquier punto vulnerable para mermar su poder.
Nos encontramos, por tanto, ante un dilema: la supervivencia del mundo unipolar, la supremacía de Estados Unidos, o la transición hacia un mundo multipolar… Y Hong Kong es una pieza más en este conflicto.